viernes, 29 de agosto de 2008

La primera vez sonó bien

Los buenos recuerdos logran borrar las letras chicas de los malos recuerdos, en algunos casos, y a olvidarse de que uno no percibió esa letra chica mala, en los mismos casos. Me refiero al concierto que en el 85 dio Miguel Mateos en Pacífico cuando presentó "Rocas Vivas". ¿Qué pasó allí? Sinceramente, lo único que recuerdo es que estaba hasta el poto de gente (por suerte casi todos los mendocinos conservamos este modismo para expresar cosas exageradas) y salté como el Chapu Nocioni ante Lituania durante dos horas seguidas. Luego pasaron los años y empecé a ir menos a Pacífico, por culpa del eco metálico de las chapas del techo, que hicieron de ese lugar un escenario rockero con sonido jodido (el único concierto con sonido como la gente fue uno de Manu Chao porque colocaron los parlantones uno al lado de otro y no arriba del otro, del modo que con eso se logró sonar bien, diría otorringo con buen olfato, tras revisar su pañuelo humedecido).

Ese concierto de Zas arrancó con "Dulce Ana" y cuando todos los ñatos empezaron a saltar como muerciélagos ante una ráfaga de luz de linterna, mi 1,96 metros no me sirvió ni para cantar el aleluya, por lo que también tuve que empezar a saltar para poder ver lo que tendría que ver naturalmente por mi agrandada estatura.

Para mí todos los temazos sonaron como temazos: "Extra", "Un gato en la ciudad", "Perdiendo el control", "Sólo una noche más", "Mujer sin ley", "Tirá para arriba", "Mundo feliz" y "Tengo que parar" (qué temazo era "Tengo que parar"). Seguro que ese sonido no fue el mejor, te diría casi seguro. Pero esa letra chica seguramente fue demasiado chica.

Con el tiempo reconozco que anduve tonteando por varios recitales (dos veces Rolling Stones y Aerosmith, cinco veces Soda Stereo, qué se yo, otros como INX, Duran Duran, Living Colours, Los Aguirre (callate Mario), Midgnith Oil, Eletric Light Orchestra, Paul Mc Cartney, Keith Richards, Sting, U2, el famoso Amnesty en el Estadio, Paralamas, Los Redonditos de Ricota, Los Fabulosos y qué se yo, otros no muchos más). No voy a dejar de lado al rock mendocino: cómo no recordar a La Jarillera cuando presentó Rupestre en el teatro Universidad, por decir uno de los tantos que fui.

Pero como que la cosa cambia, porque o vas a divertirte o vas como periodista-director-técnico y te convertís en un crítico de espectáculo, una suerte de pseudo periodista que tiene la fortaleza de seguir un concierto recaliente con absoluta frialdad racional y dentro de esa personalidad de hielo, lograr rescatar las fibras más sensibles de los artistas sobre el escenario, del mensaje de las canciones y del estado febril del público.

Conclusión: por pensar con esta mente perfeccionista muchas veces perdí la capacidad de divertirme porque sí en un concierto. Y eso me jugó mucho en contra en aquellos días en que hacía radio en la 100.9 (perdón, en la Emisora del Sol) y Rock And Pop Cusho. Sobre todo cuando iba a Pacífico con la idea fija de que lo primero que tenía que decir sobre ese recital a la hora de escribir o relatar una crónica era que "con el pésimo sonido con el que estamos acostumbrados a escuchar en Pacífico, anoche Spinetta demostró su talento (y no sé cuánto otros más discursos) ...".

En fin, he vivido conciertos realmente emotivos, como el Gracias Totales de Soda en la primavera cero del 97 o aquel que dio ante 150 mil personas en la 9 de Julio de BsAs, pero ese Rocas Vivas de Mateos tuvo tres cosas que lo diferenció de los otros: 1) las ganas de ir al recital a ver a Zas, 2) las ganas de vivir por dentro lo que es ir a un recital con audiencia full papa y 3) olvidarme que el sonido de Pacífico era similar al que se escucharía adentro del tacho-hogar del Chavo del 8.

Sinceramente yo creo que todos hemos experimentado esta primera vez mágica. Porque en aquellos tiempos no existían TV plasmas, ni MTV, ¡ni siquiera videoclips onda MTV!, ni sonido cuadrafónico; es decir, no había forma de imaginárselo sino estando frente al escenario.

miércoles, 27 de agosto de 2008

"No tengo para zapatillas" (pero uso una Nike)

No seamos hipócritas: gran parte del problema de la inseguridad tiene como punto de partida la renuncia indeclinable de muchos padres a su función como padres, fortalecido con la muerte definitiva de la responsabilidad con el hijo y el olvido, también definitivo, a ponerle límites a los hijos, al punto de no saber o mejor dicho, no entender el asunto de poner límites.

Esto pasó la semana pasada en un rancho de Colonia Segovia.

Una docente de una escuela pública de la calle Mathus Hoyos de Guaymallén fue a hacer una visita a la casa de los padres de una alumna, al parecer, con problemas de aprendizaje y muchas cosas más que ella fue detectando.

"Mire, mi hija no tiene zapatillas para ir a la escuela", fue una de las primeras respuestas del padre de la adolescente, que miraba escondida y con miedo desde su habitación. "¿Usted dice que mi hija tiene depresión? Ella se ha acostumbrado a estar encerrada en su cuarto y a no ver a nadie nunca. No creo que eso sea algo grave". "Usted sabe que somos pobres. A veces no tenemos para comer".

Al retirarse de esa casa, la docente después me contó que ese hombre -el padre de la chica- tenía puestas unas zapatillas Nike de las más caras (de esas que vos sabés que jamás podremos comprarla), un televisor de por lo menos 29 pulgadas y... una antena de Direct TV que sobresalía de las chapas del techo.

La misma docente sintió impotencia al ver que los padres inventan excusas fantásticas y que en realidad se desconciertan cuando uno les plantea que le tienen que poner límites a sus hijos. Y para peor, algunos ven como normal las conductas tristes y confusas causadas por la revuelta hormonal de la adolescencia y sinceramente jamás van a saber si sus hijos se meterán en la droga, porque directamente prefieren no meterse en las vidas de ellos.

"Yo le decía a la nena que fuera a la escuela porque sin la secundaria terminada hoy es muy difícil meterse en la vida laboral", explicó la docente.

Un caso me alarmó: una chica no mayor de 16 años que está faltando a la escuela porque está bajo tratamiento psiquiátrico. La chica se duerme siempre en la escuela y decidió no ir (¿el médico no podría cambiarle la medicación?). Pero lo peor fue un dato que ella largó: ya no hay turnos para el área de psiquiatría para el sector infanto juvenil del hospital de El Sauce hasta por lo menos fines de octubre. Una cosa es un adulto que necesita hacerse un tratamiento y otra cosa es un adolescente hipermedicado, con la droga y el alcohol a pocos centímetros de él porque sus padres decidieron "respetarlo demasiado".

Creo que la generosidad es incompleta cuando uno no se deja ayudar. Esto lo digo porque nos gusta reclamar políticas de fondo y cuando se empieza a hacer algo, algunas de las víctimas mismas -que reclamaban inclusión social- son las que primero cierran la puerta. Entiéndase que no me refiero a todos los que reclaman inclusión social, pero reconozcamos esta anécdota para entender que los argentinos -muchos argentinos- queremos ser así de mediocres y decadentes.

domingo, 24 de agosto de 2008

Morir por los demás

"Amar, amar, morir por los demás y así vivir", decía una canción en misa. A las 12 colgué en el último momento la noticia sobre el crimen en la Cuarta Sección. Pasadas las 17.30 me entero de la muerte del cura Contreras. Y lo primero que sentí fue un vínculo de lo que fue la vida de Contreras y la respuesta a la gran pregunta que todos nos hacemos: ¿para qué vivo yo? ¿qué sentido tiene la vida, y más hoy con la inseguridad y el consumismo? La respuesta la encontré en ese fragmento de la canción que inicia este párrafo. ¿Y cuál es esa respuesta? Es la siguiente: vivir por los demás, olvidarse de uno mismo, y todo por Amor, pero no un amor sentimental idealista, sino que un amor concretado en acciones, en hechos.

Tengo la sensación de que el cura Contreras no murió pobre, sino más bien todo lo contrario. Es lo mismo que se siente cuando uno empieza a cosechar tras haber trabajado toda la vida para enriquecer el corazón de los demás. Si todos los que hoy viven confundidos y desesperados entendieran este mensaje podríamos hacer un diario con menos noticias policiales. Reconozco que es tan difícil como imposible hacerlo, porque no seamos hipócritas: esto de vivir para los demás no lo hace nadie que tenga hoy trascendencia en los medios. Pero el sólo hecho de pensar en esta posibilidad me tranquiliza y me hace sentir paz.

Me da la impresión de que darlo todo y vivir para otros (y no vivir "de" otros) es la fórmula más completa de la vida. Pero qué difícil, ¿no? (pero en el fondo qué bueno, porque hay que estar realmente loco para hacerlo).

sábado, 23 de agosto de 2008

Edipos de un choque fashion

Viernes a las 20, más o menos (para ver la hora tengo que sacar el celular). Un coche cotizado en euros viene subiendo por Montevideos vs. un coche cotizado en pesos argentinos o mexicanos va por la arteria (como le gustan decir a los de Noticiero 9) Mitre = ¡Pum! (¡crash!, in english). Una piña, como decíamos en los tiempos que aprendimos a manejar, haciéndonos los Meteoros con el coche de papá.

Como es habitual en las piñas céntricas, los conductores de cada vehículo se bajaron ahí nomás...con sus respectivos celulares. Nada de histeria e insultos a lo G. Moreno. Charly podría haber compuesto allí la segunda parte de Total Indiferencia. Ellos siguieron hablando. De lejos parecía un monólogo con un tubo con celulitis, o sea.

¿Qué significa ésto? Se me ocurrió que evidentemente existe una dependencia con los celulares, por lo que no estaría mal analizarlo desde la óptica de los complejos de edipos. Veamos la siguiente clasificación.

1. Edipo telefónico
Abarca muchísimo. Es cuando uno apenas choca, agarra el teléfono y llama a su mujer para atajarse el primer pelotazo de los garrotazos verbales que sin dudas ella disparará como estrategia para ajustar las cuentas por una vieja discusión, en la que seguramente él ganó por poquito y ella perdió mal: es el momento de que ella meta cinco goles-kilogramos en la mochila de las culpas de su ser amado.

2. Edipo absoluto
El hombre chocó y no se siente capaz de afrontar la realidad: su novia será su protectora porque se entiende que su madre o su padre jamás lo podrán hacer, porque le quitarán el coche para siempre.

2. Edipo ministerial
Otra hipótesis froidiana para estos casos es que los dos conductores chocados, acostumbrados a ver al ministro Ciurca en todas noticias policiales, sean absorbidos por los "superyo" respectivos y los haya conducido sin querer a marcar el teléfono del titular de Seguridad, para que se haga presente en el lugar, a la espera de que algún periodista o blogger le haga una nota para la sección policiales.

3. Edipo superministerial
Tampoco descartemos que el mismo Ciurca tenga un GPS en todas las zonas ruidosas de los coches del modo que ante el menor impacto de chapas, automáticamente pegue un telefonazo a los protagonistas del delito. Es una buena manera de hacer catarsis, porque se entiende que ante un choque lo primero que uno hace es maldecir lo que venga, ya sea la pelotita que va colgada en el espejo retrovisor o a la abuela de Wilfredo y La Ganga. Hacer catarsis con alguien acostumbrado a escuchar los lamentos del pueblo puede evitar un eventual cruce de puños.

4.Edipo consumista
Puede pasar que también justo en el momento del choque llame esas típicas promotoras que te agarran a las 9.00 am cuando tenés un franco, justo cuando ese día vos querías levantarte a las once. Muchos pueden caer en la trampa consumista de dejarse ser carnada. Es un edipo muy extraño, pero se puede dar.

5. Edipo empresarial
También puede pasar que la secretaria lo llame por decimonovena vez al conductor. Así se entiende que ante cada cambio de situación, como lo es un coche, un jefe puede llamar a su secretaria para recriminarla porque "el estudio de probabilidades falló" o bien, para que le envíe un gráfico explicando la situación.

6. Edipo game over
No hay que descartar que quienes chocaron pudieron creer que estaban adentro de un videogame, disputando una carrera. O quizás una suerte de Second Life. En este caso, el chocar (¡sí, justo chocar!) con la realidad equivale a que se corte la electricidad o se cuelgue la máquina. Para ello, el teléfono es la única vía de escape hacia el mundo ficticio y virtual, por lo que el conductor llamará para reclamar una ficha para seguir jugando, o bien, para llamar a un técnico o analista de sistemas que tenga un programa TuneUp, para así limpiar la máquina de bichos y archivos inútiles y de paso, hacerla más rápida (sí, pero Mendoza es una ciudad limpia, pero...).
Todo para evitar el miedo de enfrentar la realidad ("game over fiction").

jueves, 21 de agosto de 2008

Mentiras en casa

"Ayer le dije a mi esposo que la semana pasada metí la rueda del coche a la acequia". "¿Te retó?". "Sí y no, se enojó un poco por no haberle avisado en su momento". "Yo directamente le miento. Siempre le miento en estupideces que puedan ocasionar una discusión".

Ella se sintió medio estúpida por haberle confesado a su amiga que nunca le miente a su marido, aunque tenga que decirle la verdad mucho tiempo después.

"Claro, la mentirita se ha institucionalizado", se atrevió a comentarle otra amiga. "Además no pasa nada, o te creés que ellos tampoco lo hacen", agregó.

Recuerdo cuando en agosto de 2006 viví el fin de semana de novios del movimiento Encuentro Matrimonial (un taller de comunicación católico) que aprendimos que "el amor es una decisión" y esa decisión implicó entregarme del todo a ella y ella del todo a mi, como más tarde aprendí de las innumerables charlas de Guillermo y Graciela Martínez, de los Focolares.

Suena muy lindo decirlo. Pero la peor decepción es cuando lo ponés en práctica y tropezás. A veces me he preguntado si conviene compartir todo o no, o bien, ocultar cosas que sé que pueden caer mal en mi pareja. Siempre está esa idea porque se trata de pensar con estrategia, pero confieso que cuando lo he hecho terminé sintiéndome muy mal, porque descubrí que ella igual te entiende y que se sentirá mejor si no le ocultás la mentira, por más pequeñita que sea. Es verdad que a veces son cosas tan estúpidas que ni siquiera tienen sentido (como lo puede ser ver algo sensual y desnudo en Youtube) pero cuando lo hacés una vez y se te ocurre pensar cómo sería la cosa si a vos te estuvieran ocultando algo, realmente no me sentiría para nada bien, y lo entiendo así, siempre y cuando se entienda que nada de todo esto altera la decisión de amar.

Ahora, supongamos que aceptemos que las mentiras pequeñas son saludables para evitar los despelotes, ¿cómo podría transmitir autoridad moral a mis hijos cuando yo sea padre? Como aún no lo soy zafo por poquito, pero eso es ser hipócrita, porque o sos un mentiroso o no definitivamente no lo sos. No tengo hijos pero sí tengo muchos sobrinos y realmente me da vergüenza cuando sé que puedo darles un buen consejo pero no se los doy porque no tengo autoridad moral dara darlo (ésto significa ser coherente con lo que decís, algo que quien lo escucha lo entiende porque alcanza a detectar la tonalidad de tu conciencia). Podrás decir que "la sociedad está acostumbrada a la mentira", sobre todo después de escuchar a Cristina cuando en su conferencia de prensa dijo que no se arrepentía de nada de lo que había hecho. Ahora, ¿institucionalizando la mentira zafamos de los que nos dice la conciencia? Supongamos, que en definitivamente sea así (un ateo inteligente te diría que la conciencia es una construcción cultural), ¿nos sentiríamos tranquilos si la mentirita se institucionaliza?

Creo que todos estamos de acuerdo con que preferimos que nos traten como a nosotros nos gustarían que nos traten, así que no creo que la mentirita institucionalizada tenga vía libre aquí. Pero parece, por lo que veo, (y vos también lo ves, supongo) que está muy institucionalizado en Mendoza.

Creo que la solución consiste en aceptarse uno tal como es y reconocer esas debilidades, saber detectar lo negativo que resulta esto a largo plazo (muchos, muchísimos divorcios se iniciaron a partir de pequeñas mentiras) y desde allí trabajar el diálogo hasta el fin, ya que si los dos aceptaron el amor como una decisión y la entrega mutua, el diálogo se hace sabiendo que siempre habrá momentos de ganar y momentos de perder.

Éste no es un tema lindo ni tampoco me gusta dar consejos; sólo es una opinión. Pasa que tengo la impresión de que no le damos bola cuando pasa porque, al igual que nos sucede cuando manejamos sin cinturón y a velocidad alta, creemos que no nos va a pasar nada.

martes, 19 de agosto de 2008

Historias breves de niños mendigos

Arístides y Paso de los Andes, viernes 19.00. "Señor, señor,..", empujándome con su cabecita me mira con confianza y la mano extendida. "¿Vivís lejos de aquí?" No quiso responderme, pero finalmente me dijo: "En Paso de los Andes llegando a Clark". Cuando vivía en la Quinta Sección pasaba mucho por esa esquina, ya que iba muy seguido al Vea de Paso de los Andes entre Pueyrredón y Luzuriaga. Efectivamente, una vez lo vi salir de una casa con portón de chapa, que parecía una suerte de taller mecánico clandestino, algo que nunca he visto pero así lo concebí con la imaginación.

Arístides y Olascoaga. Madrugada del domingo. Ando con las manos en los bolsillos de frío. "¿Cuánto sale esta Coca Light?" (la botellita de medio litro). "Dos pesos con cincuenta", me respondieron desde el drugstore de la esquina. "Te lo devuelvo: en el Centro ésto no sale más de dos pesos" (ésto fue hace casi un año). En la vereda lo volví a ver al mismo chico: gordito, cabezón, con cara muy triste, muy resignado y acordándose de mi como si me hubiera estado esperando desde hace mucho tiempo. "Hola" y se vinocon las manos abiertas para recibir la limosna. Le di dos pesos y se puso muy contento. "¿Tu papá y tu mamá saben que estás aquí?". No me respondió pero su mostro me decía que si llegaba a abrir la boca iba a cobrar una paliza en su casa, así que le cambié de tema. "¿A qué hora te vas a dormir?". Parece que le gustó: me dijo que se queda allí dando vueltas "hasta que no queda nadie". "¿Y entonces a qué hora te levantás si te acostás muy tarde?". No me contestó. Seguramente le dio vergüenza. Sin decirme "gracias" se fue con un amigo, muy contento por esa alegría cortita que empezaba a disfrutar. "¡De nada!", le grité bien fuerte. Se dio vuelta, me miró y dándose cuenta el mensaje que le acababa de mandar, pero procediendo como si no se hubiera dado cuenta, intentó tragar una saliva de vergüenza y se esfumó en el frío. El mismo chico que cuando parecía ser el hermanito menor de su familia y no ahora, ese grandote de 12 años, pasaba una vez por semana por mi ex vivienda de Martín Zapata y Paso para pedirnos algo. Era ese muchachito que quizás aún siga viviendo en Clark y Paso. Y que seguramente todos los que frecuentan la calle Arístides ya alguna vez lo han visto.

Domingo pasado, cerca de las 13 horas. Restaurante del Arco del Desaguadero. Ibamos para San Luis. Mi mujer, como cualquier mujer que hace un viaje largo, intentó salir de Mendoza sin pasar por el baño de mujeres del restaurante del Arco de Desagüadero, pero como cualquier otra mujer mendocina que se propone tal esfuerzo, no pudo. Al bajarse del coche se le arrimó un pibe. Ella le dio dos pesos.

"¿Le limpio el vidrio del auto?". "Hola, cómo andás, mirá, lo limpié yo cuando salimos de casa (era verdad)". "¿Le cuido el auto?". "Cumpadre, hoy es domingo, a esta hora tendrías que estar almorzando en casa, no necesitás trabajar ahora". "No, siempre a esta hora estoy aquí". "¿Y dónde vivís?". "Yo vivo pasando el Arco (me lo decía con una tonada "a lo De Angeli") allí donde dice "comedor". "¿Y no dormís la siesta?". "No, yo no duermo la siesta". "Bueno, nos vamos, que la pasen bien". "¡Chau señor!" y se estaban por ir, sin apuro por irse, cuando le chiflé este mensaje: "¡De nada!". El pide se dio vuelta y me contestó: "¡gracias!".

sábado, 16 de agosto de 2008

Juicio oral y público al acomodo

Al igual que Chiche Gelblum cuando hizo en su célebre "Edición Chiche" el juicio oral y público al ratón hocicudo, acusado de devorar los huesos de las vacas en el campo, a partir de una experiencia que viví hace dos días pienso aplicar el mismo procedimiento para juzgar algo que a los mendocinos nos molesta cuando le suceden a otros y nos maravilla cuando nos pasa a nosotros: el acomodo.

Hipótesis

Caso 1. "¿Recibió el currículum de mi hijo?". "Sí, me pareció muy bueno pero por ahora...y creo que le podría ir bien si se presenta en esa empresa". "Pero yo no tengo ningún contacto en esa empresa". "Que vaya sólo y directamente pida hablar con el director del área que quiere trabajar. Le aseguro que ellos buscan una solución y su hijo puede serlo". "A ver, a ver, ¿quién me puede hacer un contacto en esa empresa?".

Caso 2.
"Mario, ¿no conocés a alguien que me pueda ubicar en alguna empresa para trabajar?". "Para serte sincero, no. Te sugiero que analices qué empresas pueden necesitarte, de acuerdo a tu perfil, y luego presentes proyectos". "Gracias Mario. Daniel, ¿no conocés a alguien que me pueda ubicar en alguna....?". "Hola Mario, tuve una entrevista pero no sé cómo me fue". "¿Por qué no lo sabés?". "Y...porque no conozco a alguien que me pueda ubicar allí, a pesar de la entrevista".

Conclusión
: El muchacho del Caso 1 aún está buscando laburo, pero como es un recién recibido y su padre influye mucho, la conclusión es que todavía no consiguió nada. Mientras que en el Caso 2, la protagonista finalmente logró conseguir uno, dos y hasta tres trabajos. El primero fue por acomodo y los otros dos, a partir de la buena fama que se hizo + un contactito de apoyo.

Alegatos

Yo siempre fui partidario del "no acomodo". Con eso logré algo bueno y algo malo: el primero, trabajar con más ideas y visión de futuro, porque desde las entrevistas laborales siempre me fui haciendo la idea de que allí estás para ofrecerles una solución y no un problema. También, admito, algunos me reconocen por las cosas que he aportado, creo yo por esta actitud. Y respecto de lo "malo" fue que siempre me costó muchísimo conseguir laburo ya que casi nunca existe la oportunidad de hablar con "el capo" que te puede entender y a la vez tomar decisiones.

Acerca de los dos casos citados en la hipótesis, para el primero de ellos puede que se justifique la buena voluntad del padre respecto de su hijo, pero creo que demasiada dependencia de papá termina por quitarte la confianza en vos mismo y eso se nota a la hora de preguntarle, en la entrevista laboral, cómo resolverías X situación: las respuestas no convencen, ya que no demuestra una actitud que signifique una solución. Si en la vida real hasta ahora no consiguió trabajo pudo ser porque aún su papá no halló al contacto que cree él necesitar o bien, porque le cuesta decidirse a buscar un trabajo por sí solo. Mientras que en el caso B, que resultó exitoso la teoría del acomodo, yo creo que fue porque la muchacha ahora evaluada y juzgada siempre estuvo convencida de que el único camino era el acomodo pero también estuvo muy segura de sí misma acerca de que cuando el acomodo le abra las puertas, ella podrá demostrar lo que vale sin tener que chuparle las medias a su jefe próximo.

Sentencia

Conclusión positiva. El acomodo es sinónimo de oportunidad para conseguir un trabajo. Quien busca llegar por ese camino acierta en la idea (o el ingenio ) de buscar su propia oportunidad. Pero el acomodo termina en el mismo momento en que se pone la firma para iniciar el trabajo. Caso contrario es el inicio de lo que aquí se llama "puterió en el trabajo". En tanto, yo prefiero insistir en el camino de hacer proyectos para aportar soluciones a la empresa que en el fondo busca una solución a la hora de hacer una oferta laboral.

Conclusión negativa. El acomodo en sí es una injusticia (así lo he sentido) porque es la opción del menor esfuerzo y que pone en iguales condiciones al que tiene competencia respecto del que no lo tiene. Y esta perspectiva resulta óptima para Mendoza, ya que aquí vale mucho el patrimonio social, es decir, el valor de uno mismo a partir de la cantidad de gente importante que conoce. Y la conclusión final es: ¿qué pasa si llega a una entrevista "el hijo del diputado o empresario..." y un tipo común y corriente como vos y yo. La vida misma ya nos ha respondido varias veces ésto.

"Y la sentencia final es....":

- Quien tenga contactos, que lo utilice como un medio y no como un fin, porque ese fin se demostrará con la aptitud, competencia y buenas ideas

jueves, 14 de agosto de 2008

Algo que no cierra


Pasa. Fue anoche, en la Arístides. Lo que vimos fue un cierre abierto de una falda de una cuarentona fashion, onda Bangles. No sabíamos que hacer.


"Reconozco que sos una mujer muy abierta pero conviene que los empleados de tu kiosco no hagan horas extra".


Son casos difíciles. Recuerdo una vez, en quinto año del Martín Zapata (año 1985) que caí al colegio con un mocasín marrón y otro negro. Recién me di cuenta en el recreo, cuando el preceptor me llamó y sin decir una palabra empezó a mirar mis zapatos. Yo respondí con la cara roja y me dieron permiso para volver a casa para cambiarme los zapatos.


Al final nadie encaró la mesa de la señora o señorita con el cierre abierto en su cadera. No la vi cuando se levantó, pero cuando salió a la vereda el cierre abierto quedó en la historia.


Esta anécdota forma parte de un tabú mendocino y quizá también universal. La realidad es que nadie quiere hacerle un daño a la víctima, pero se le hace un daño cuando se empieza a hablar mucho de ella, es decir, de este tema. Pueden suceder dos cosas:


1) Que cuando se lo digas ella te lo agradezca y sienta una gran vergüenza por lo que no se dio cuenta de lo que hizo.


2) Que cuando se lo digas ella te mire con cara de decirte "te voy a arrancar los pelos".


3) Que cuando se lo digas sea tan egocéntrica que apenas te responda "ya lo sé".


4) Que te responda algo así como "soy un memo, estoy deprimida y cuando hay luna llena me visto así para que la influencia de los astros ingrese en mi sin intermediarios", lo cual te estarás agradeciendo por no haberla encarado antes para otros fines, como lo es invitarla a tomar un café.


5) Que ella sea tan tímida que cuando se lo decís empieca a llorar, por lo que vos sos directamente culpable de haberle arruinado la noche.


6) Por último, que cuando apenas termines de decirle "mirá, creo que el cierre de tu pollera está abierta" salga corriendo hacia el baño, junto a toda la tropa de sus amigas, por lo que corrés peligro de ser arrasado por un malón.


Ya vieron que son más las probabilidades negativas que las positivas, ya que justamente no existen probabilidades positivas, salvo la siguiente:


7) "Gracias, sos muy amable, ¿querés tomar algo conmigo?" (Game Over)

martes, 12 de agosto de 2008

Palabras mendocinas según el diccionario del SMS

Pasa muchas veces cuando mandamos mensajes de texto que muchas palabras que empezamos a teclear no logran ser adivinadas por el diccionario del SMS. Resulta llamativo que la palabra más importante del mundo, "amor", no esté incluido en este diccionario, que al parecer viene medio fallado porque si ingresamos algunos términos mendocinos nos podemos encontrar con la siguiente sorpresa. Vean:

Palabra tal como es - Palabra adivinada por el diccionario SMS

basurín = Castrió
capachito = Capacigun
carrodilla = Barrod?
celopín = Aflorio
chapecas = Chapecar
chascas = Charcas
chimba = Chinaa
choco = Cinco
chuflín = Citelio
culillo = Bují?
pororó = Porosn
pericote = Seriante
praliné = sra?
sopaipilla = Porcis?
soretito = Posetito
poto = Roto (Pueden ir las dos juntas)
pailón = Pailom
futre = Futre (¡¡aplausos!!)
elastiquín = Elasti?
veteraba = Teteracc


Fuente de palabras mendocinas: LoPandito.com.ar
Imagen: Réplica del primer soretito de la hija que Tom Cruise tuvo con la actriz Katie Holmes.

sábado, 9 de agosto de 2008

Camilo Sexto sigue siendo un hit en los colectivos de larga distancia


"Te quiero, te amo, te extraño, te recontradeseo, te....".

No era una versión remixada de "Atado a un sentimiento" de Miguel Mateos. Era una gota de sonido que tras caer durante 14 horas seguidas en mis oídos terminaba siendo una verdadera tortura china (ahora que ese país es el centro del mundo deportivo).

Generalmente el tormento empezaba en la Terminal del Sol. Siempre viajé en la vieja línea TAC. En San Martín, al bajar la velocidad, el sonido del estéreo se hacía retumbar en los cuatros lados internos de esa suerte de estudio de grabación con forma de hot dog empaquetado que solían ser los colectivos de larga distancia que conectaban Mendoza con Buenos Aires.

"Bueno, eso fue hasta el 96. Ahora la música cambió un poco (para peor porque la cumbia se instaló hasta en los traders argentinos que se criaron en San Isidro y ahora son millonarios de Wall Street), pero bueno, confío en el chofer", me dije cuando subimos al colectivo que nos llevó de Luna de Miel a Camboriú en diciembre de 2006.

Para qué lo habré dicho: peor para peor. Primero, el Bombón Asesino y sus 28 hits que nunca fueron hits pero que tienen que hacer florecer una ottosclerosis para que sean verdaderos hits y de paso, te encajen una receta para hacerte una tomografía sin obra social, algo que se hubiera evitado si se hubiera viajado en avión. Segundo, el chinito que se hizo famoso cantando (gritando) folclore en ese año que ShowMatch empezó a llamarse así en el ex canal de Romay. Tercero, al final, Camilo Sexto, un virrey indiscutido de los sentimientos oxidados de esas ex soñadoras de Sandro, hoy devenidas en amas de casa con muchos sueños por realizar.

Aunque admito que prefiero a Camilo Sexto antes que al Chinito.

Por alguna razón en los colectivos de larga distancia te pasan películas de tres horas, en inglés, donde en cada film perecen más chavones que rusos en luchas encarnizadas con sus enemigos de Georgia. Si te pasan una argentina, seguro que es Esperando la Carroza. ¿Por qué no pasan algo cortito, en español y que entendamos todos, como Los Tres Chiflados?

En muchos videoclubes aún hay videos con diez capítulos seguidos de Los Tres Chiflados. Con eso alegrás el viaje. Pero por esa idea de creer que toda basura es masiva, hasta te pasan películas de tiros y asesinatos en los colectivos que van los 26 de cada mes a ver a la Virgen de San Nicolás (a mí me pasó).

Sin embargo, espero algún día encontrar la respuesta de por qué a muchos mendocinos y mendocinas les encantan las frases monótonas de Camilo Sexto. Recuedo que a mi vieja le encantaba Julio Iglesias, pero al menos ese tipo intentaba innovar en el estilo musical y la poética. Aún así, mi vieja nunca le prestó atención a eso: se contentaba con el sólo hecho de que el español abriera la boca y braveara con su conocido "eeeheh ahh".

Un día se me pasó por la cabeza que el amor indisoluble entre las cincuentonas, sesentonas, treinteañeras y algunas veinteañeras con Camilo Sexto quizá tenga que ver con una natural resistencia a querer escuchar o sentir algo nuevo.

Recuerdo una vez, ya harto de todo esto, que me llevé un cassette con rock nacional. Partimos de la Estación del Sol y como era previsible, el cumpa chofer arremetió con Camilo. Entonces me paré y me fui hasta adelante. Le pedí si podía poner mi cassette. El cumpa fue buen amigo: sacó a Camilo (o a su mejor suplemente, Franco De Vita) y puso mi cassette. ¿Qué pasó? Pasó que no pudo sonar porque el cassette se trabó con el estéreo. Algo raro pasaba. El cassette, si bien lo había comprado en Scala Música de la calle Lavalle, era el menos berreta de los más berreta (tampoco era cuestión de llevar un TDK de cromo al bondi). El chofer fue sincero, intentó como cuatro veces y no pudo. Entonces yo me alegré porque supuse que se había roto el aparato. Error. Apenas di media vuelta ese cassette celeste más arruinado que el que yo tenía volvió a su lugar y como si hubiera querido sorprenderme con un grito en la nuca, me agarró de sorpresa con el "te quiero, te amo, te deseo, no me dejes, por favor amame, estaremos juntos toda toda la vida, y...".

En ese momento soñé con contarte esta anécdota, porque pareciera que de algún modo estamos predestinado a que la música verdaderamente popular sea una suerte de yolibell con pilas Duracell, repitiendo todo frente a tu cara: "te quiero, te quiero, te quiero", mientras tu vieja te dice a la vez "nene cuando seas grande quiero que te cases con una chica así (señalando a la muñeca) de bonita...pero que sea de buena familia y sobre todo viva en la Quinta o en el barrio Bombal".

miércoles, 6 de agosto de 2008

Los segundos nombres de los chocos

Siempre le puse segundos nombres a los chocos que pasaron por mi vida. No fue así en el caso de mis amigos. Ellos se limitaron a un nombre de fantasía y como segundo nombre, "mi choco" o "choco cul..", o sea.
Al Patán lo tuve desde el 77 hasta el 89, si no me equivoco. Su nombre completo fue Patán Choripán Tulipán Guillermo (este último es mi segundo nombre y el de mis hermanos también). Después vino la Pata, que la tuve desde el 89 hasta a fines del 2006 (desapareció, nunca más la vi). Su nombre completo fue Pata La Loca (al igual que Juana) o Pata La Loca Locataria (convengamos que "locataria" no tiene nada que ver con "loca", pero cuando te acostumbrás a relacionar las dos palabras terminás haciéndola una sola).

Los perros de mi hermano no tienen segundo nombre, seguramente porque son muchos: Rintintín (hijo de Sansón y Dalila), Colita, Ringo y Negrito. Para completar la familia se suma el gato Mingo, que no se asusta por nada y lo único que hace es morfar y dormir. Con la Pata Loca Locataria, Rintintín, mi hermano y sobrinos compartimos hace tres años una maratón para perros: salimos segundos y nos premiaron con una bolsa de cinco kilos de dogui.

Como habrán visto, salvo el cuarto nombre de Patán (que era Guillermo) el resto de los chocos llevan nombres de choco. Eso ha cambiado hoy.

En el barrio UJEMVI, donde vive mi suegra, los chocos de esa cuadra se llaman Delfina, Tork y el famoso Felipe (a quien yo bauticé como Felipe Leopoldo Crisantemo, el perro que habla). Nunca me pintó ponerle nombres de personas a los chocos, pero parece que al menos aquí en Mendoza la tendencia es que sea así.

martes, 5 de agosto de 2008

Los buenos desconocidos


El domingo, con mi mujer, recorrimos la zona rural de Guaymallén, por una changa que hacemos cada dos meses. Muchas instantáneas para ver y recordar: un cachorrito que apenas podía caminar jugando a evitar que mi sobre no pudiera pasar por debajo de la puerta principal de una casa, un choco con doble personalidad que me mordió la mano cuando lo acaricié; un caballo de carreta tirado casi boca arriba, totalmente extenuado (siempre vi a los caballos durmiendo parado o apenas recostados), un loro parado arriba de una silla, un pibito de dos años muy querido llamado “Michael” (Maicold, le decían), una vivienda rural totalmente aislada y en extrema pobreza, y así otros más de la calle Buenos Vecinos y específicamente, Colonia Segovia.

Pero lo que más me llamó la atención fue Corralitos. Tras pasar por la estación de servicio del pueblo y ver que el jefe de esa estación Repsol se disculpó tres veces porque el baño estaba sucio (sin que yo me quejara), empecé a prestar atención en la letra chica de lo que iba a suceder y levanté el pulgar varias veces: en la calle Severo del Castillo ningún coche cruzó la doble línea amarilla, no vi ninguna maniobra rara con los automóviles, noté limpieza y orden en el pueblo, pasamos por dos barrios de clase media que parecían barrios privados, en los dos semáforos que pasamos –a una hora con bastante tránsito- ningún coche arrancó de rojo cuando estuvo por cambiar a verde y ninguno cruzó en rojo cuando acababa de pasar del verde al amarillo y de este último, al rojo (como es habitual aquí). Pero faltaba la frutilla del postre.

Cerca de las 20, ya de noche, teníamos que buscar unas viviendas de una tal calle Grenó y Tabanera, o Miralles y Ferrari, un lío. Intenté pasar el coche por un puente que cruzaba un zanjón y …el coche quedó inclinado unos 20 grados hacia el zanjón cuando la rueda derecha delantera quedó totalmente suspendida hacia adentro. El dueño de la casa adonde fuimos nos había dicho que no hacía mucho se había matado allí un jóven que había caído directamente al zanjón. La cuestión fue que decidimos no llamar a ningún familiar hasta que la grúa del seguro hiciera lo posible. Por supuesto que los nervios se desbordaron cuando la telefonista de la empresa de seguros –que atendía en Buenos Aires- empezó con la letra chica del asunto y además el tiempo que se perdió brindando los detalles de siempre (“mirá, Guaymallén es lo que ustedes dirían que es un Partido. Y Corralitos vendría a ser el sub-partido o la localidad o distrito que pertenece a ese partido –que acá le llamamos Departamento o municipio- que es Guaymallén. El tipo de la grúa lo va a entender porque es de acá”) (“Bueno señor, entre 50 y 60 minutos llega la grúa”) (“Si te dijo eso es porque va a llegar a la medianoche”, me dijo después el dueño de la casa del zanjón).

Pasó una hora y nada. Por el frío, cuatro dedos se me pusieron grises. La cuestión fue que cayó un tipo con su mujer e hijos en un Falcon rural viejo. Muy tranquilo me explicó que podía sacarlo de allí. No fue fácil decirle que sí: por más cosas lindas que dije de Corralitos, ese buen tipo en realidad podía ser un chorro que luego se podría llevar mi coche una vez que lo corriera del zanjón, ya que iba a seguir amarrado. Mi mujer me pasó una buena señal: como te dije, venía con su mujer y sus hijas (una de ellas me ofreció un abrigo). Cinco minutos después todo terminó: mi coche salió del zanjón y estaba como si no hubiera pasado nada. Nos despedimos y volvimos a Mendoza.

En los 30 minutos que recorrimos el carril Godoy Cruz no podía dejar de pensar en esto último que viví. Es que por esta papa de la inseguridad nos hemos acostumbrado a alejar a cualquier individuo de nuestras propiedades. Además, luego del caso de la familia asesinada en Campana, lo que menos se te pasa en la cabeza es que existen gente desconocida y buena. Mi mujer me comentó que ese hombre le estaba dando un buen ejemplo a sus hijas, que estaban allí viendo lo que hizo, y por esas cuestiones del pensamiento crítico de los periodistas automáticamente se me vino ver a todos esos padres que delante de sus hijos hacen abusos de autoridad, que van desde lo sexual hasta la explotación infantil en la calle, como lo son, por ejemplo, los padres de los mendigos que esperan en las esquinas que sus hijos terminen “de trabajar”. En un barrio una señora nos había dicho que “mi marido nos abandonó y ahora yo no puedo trabajar porque o sino me hacen una denuncia por abandono de los hijos” y lo que allí se me vino a la cabeza fue el recuerdo que tendrán esos hijos de sus padres, por el tamaño gran mal ejemplo que les había hecho.

Sentí que aprendí una lección para vivirla (que es no agrandar demasiado los problemas) y que la gente buena existe y siempre va a seguir existiendo.

sábado, 2 de agosto de 2008

Lo salvó De la Rúa

Estó pasó la noche en que el ex presidente Fernando De la Rúa se fue en el helicóptero de la Rosada.

Aquí en Guaymallén, en el Pereyra o el Sauce, no recuerdo bien, un hombre estaba internado con una profunda depresión. Cuentan los familiares que por aquellos días su único deseo era morir y lo repetía constantemente.

Por alguna razón, aquel 19 de diciembre su depresión se agravó y convocó a sus familiares para anunciarles que acababa de tomar la decisión de suicidarse. Esto no fue para nada lindo y para el colmo, el país se estaba hundiendo en serio.

Dicen que en un momento su esposa lo reprendió y el hombre insistió con más tristeza rabiosa que se iba a matar. De repente alguien apretó el control remoto del televisor. La primera imagen fue la del ex presidente dejando la Rosada en el helicóptero. Y ese hombre, que lo único que deseaba era pegarse un tiro, lo vio y exclamó: "a ese hijo de p... yo lo voté, ¡qué está haciendo!".

Al parecer, no se despegó del televisor hasta que el conductor de Crónica TV apagó la lámpara de su mesita de luz.

Finalmente...fue un día más en su vida (todavía vive).