martes, 30 de diciembre de 2008

Vida nueva (el 2008 fue un parto)

Desde el domingo vengo preparándome para el parto. "¿Querés comer algo más?", dijo Caro, la cumpleañera, que en vez de compartir su día con los amigos y parientes que invitó se la pasó yendo del patio a la cocina con bandejitas de sanguchitos, papitas fritas, pizzas cortadas en trocitos cuadrados y empanadas piponas. Iba y venía. Lo único que supe de ella en la hora y media que estuvimos en su cumpleaños fue la frase que repitió más veces que ese viejo disco de vinilo rallado de La Mujer Maravilla y Gabi, Fofó y Miliki que mis viejos me regalaron en la Navidad de 1981 y que luego lo utilicé para hacer la canción de cortina del programa "El Papanicolau del Gallo Aturdido" en la 100.9: "Chicos, ¿quieren comer algo más?". Así que aproveché ese cumpleaños pipón (todos los cumpleaños en Mendoza se caracterizan por ser pipones) para poner mi cuerpo a tono para el parto pronosticado para esta semana.

Esa noche fuimos al Mendoza Plaza Shopping. Allí vi que aún falta mucho para que lleguemos al año 2000, por más que estemos arrancando el 2009 (¿te acordás que hace 20 años el término "año 2000" era sinónimo de "futuro"?). Es que aún hay gente que no sabe andar por las escaleras mecánicas.

¿Cómo una abuelita mendocina puede aprender a bajar por la escalera mecánica del shopping? Fácil; siga estos dos consejos: primero, antes de pisar el escalón mecánico procure individualizarlo con la vista, es decir, fichar el escalón y luego pisarlo. Así uno evita marearse y gana seguridad porque ya sabe dónde va a poner el pie. Y segundo, una vez que ya bajó, no levantar la pata hasta el techo como bailarina porque sí: si levanta la pata sepa que ese será su próximo pie de apoyo (se lo explico bien fácil, señora, para que entienda), por lo tanto que ese pie no le escape a la realidad de tener que "poner los pies en la tierra" (valga la redundancia) y que pise el suelo fijo una vez que termine el descenso.

Ya el lunes empecé a sentir los primeros dolores: fui a la oficina del Registro Civil de la calle Morón para sacar la partida de nacimiento de una pariente geronta. "Vine aquí porque en la calle Buenos Aires un cartel decía que hay que venir aquí". La recepcionista me respondió sin vueltas burocráticas: "tiene que ir a la calle Buenos Aires". Se me cayó el mundo encima: patear y patear por Rioja hasta llegar a la calle BsAs. ¿Cuántas personas habían en esa oficina del Registro Civil? ¿Diez, veinte, cincuenta? No sé. Un millón, creo. Estaba hasta el moño y afuera, casi una media cuadra de cola. Así que entré a los empujones y apenas saqué el numerito empecé a transpirar. "A 42" decía el cartelito electrónico. Yo tenía el "B 68". O sea, tenía que esperar casi...¡150 lugares!. Me fui al joraca ( o sea, a bañarme y a trabajar), porque además de hacer trámites, el tiempo que me queda libre lo aprovecho para trabajar y así mantener a mi familia.

Hoy esperaba el parto. Pero no pudo ser, a pesar de los fuertes dolores de esta mañana: me levanté recontratemprano y fui hasta el Registro Civil de la calle BsAs a la hora que tenía que abrir: llego y otra vez lleno hasta el poto, con una larga cola en la vereda. Volví a transpirar cuando saqué número: tenía que esperar unos 130 turnos, a pesar de que llegué a la hora que abría. Sentí dolores de parto, así que fui a dar una vuelta a la manzana.

Algo me llamó la atención en Rioja y Lavalle: vi unos seis VW Gol, el coche modernito más barato del mercado. Se me vino a la cabeza la cantidad de años que deberé pagar en cuotas (un parto larguísimo, sin dudas) para tener alguna vez un cero kilómetro. ¿No es mejor fabricar muchos coches y a precios bajos, como el VW Gol, que hacer pocos y a precios altos?

"El negocio es buenísimo: lo que allá te sale 10 pesos acá en Mendoza lo podés vender a 35 pesos: sacás más del 200% de ganancias", me dijo Gonzalo, un amigo que se pidió una licencia de un año en su trabajo (está en OSEP), cansado del puterío que arman las mujeres y ahora está con la vista puesta en el negocio textil de las remeras. Lo que él dijo sirvió para responder por qué hay coches caros cuando pueden ser más baratos (trabajar solamente para llenarse de guita y nada más).

El parto concluirá cuando ya tenga la partida de nacimiento de mi pariente geronte. "Perdón, estamos trabajando para brindarle un servicio mejor. Estamos digitalizando toda la documentación que tenemos desde 18no sé cuánto", decía un cartel dentro de la oficina sauna del Registro Civil. "Ja, ja, ja", me contestó un empleado del IPV cuando esta mañana se lo conté. Esa misma respuesta le volvió a salir de su boca cuando frente a ese organismo público, por calle Lavalle, pasó un trolebús con un chivo de los 50, 60 ó 200.000 años de aniversario del IPV. Después el amigo me comentó que durante 2008 él no recibió aumento salarial y que inclusive a los trabajadores sociales de allí le están descontando hasta 500 pesos de su sueldo "porque hubo un error de liquidación hace un tiempo largo". "Por favor, no sigas, que estoy con dolores de parto", le tuve que suplicar. Lo saludé al viejo estilo Balá ("¡nos vemos, ea ea ea IPV"!) y me vine para el departamento para escribir este post.

Iba por San Martín llegando a Colón y veo a una joven no vidente con una guitarra en una mano y un bastón para tantear los pasos. No vi dolores de parto en su rostro. La vi muy alegre, con una tranquilidad asombrosa. Sin darme acababa de empezar el parto. Es que presenciaba una de las mejores imágenes de este 2008 acabado. ¿Por qué?

Resulta que el domingo en casa alquilamos el film "Gandhi". Quería verlo de nuevo para conocer bien la trama. "Ningún dictador en el mundo terminó bien, al igual que ningún régimen de violencia", decía el Mahatma para justificar su estrategia de poner la otra mejilla, en vez del "ojo por ojo, diente por diente" con que se rigen los judíos ("ojo por ojo terminás ciego", decía el líder espiritual de la India). Después de que su pueblo sufriera demasiados golpes en la otra mejilla logró vencer al imperio británico a través de la declaración de la independencia de la India. Luego lo mataron y nunca más apareció un Gandhi en este mundo.

Si algo voy a recordar de este 2008 es la cantidad de odio, peleas y conductas que ocultan violencia que vi en Nestor Kirchner y su team (Pichetto, Cristina, Jaque, D'Elía, Hebe de Bonafini y otros). Si con la violencia lograron ser hoy en día los líderes políticos menos populares de Latinoamérica -cuando a principios de 2008 estaban entre los más populares- entonces, como dijo Gandhi, esa forma de proceder "no terminó bien".

Al ver a esa chica ciega con corazón alegre sentí que para ser un hombre nuevo tenía que morir dos cosas: el odio hacia los demás y la no aceptación de los mendocinos tal cual somos (también nuestra idiosincracia), ya sea en el Registro Civil, en el Registro del Automotor o en el edificio donde te sacás la cédula de identidad.

Se me ocurrió pensar que si alguien - que es más pobre y más golpeado que vos- se muestra feliz y con mirada tranquila (porque se banca tal como es) entonces estamos ante un hombre nuevo: podés imitar ese modelo de persona o bien tranformar tu "vida vanidosa"
en una permanente canción de protesta.

Quisiera tener la vida nueva de esa chica. Si ella lleva sus dolores de parto con una sonrisa es porque ya nació la criatura. Porque al fin y al cabo siempre habrá dolores de parto, lo que significa darle lugar a algo nuevo o seguir "en la misma huevada", como decimos acá.

martes, 23 de diciembre de 2008

Feliz Navidad


A muchos nos cuesta ser "bendecidos" por la alegría cuando parecen ser más los "maldecidos" por la tristeza. Pasa cuando te sentás a tomar algo en la Arístides, que en el momento en que hacés una pequeña comunión de felicidad íntima con quien te acompaña aparece una nena de 14 con un bebé de 28 días pidiéndote una moneda con cara de diciéndote con impotencia "sé que no hago nada con una moneda, pero más no te puedo pedir".

¿Cómo ser felíz en la semana más linda del año? Pregunta tonta: agradecés lo que tenés y lograste y listo, tenés para alegrarte toda la vida con eso.

Reconozco que este año pasaron muchísimas cosas feas en Mendoza y por eso quiero inventar otra fórmula para poder decir "Felíz Navidad" y "Felíz 2009".

Si bien nunca estuve presente en los escenarios del delito como Ciurca, aquí en la redacción del diario digital me tocó editar algunas de estas desgracias, por lo que implica no sólo elaborar la información correspondiente, sino que también parar un poco la pelota y ponerse en la piel de la víctima para entender esos momentos que todos creemos que jamás viviremos, hasta que el bolillero de la desgracia saca el gran número perdedor de la noche.

Se me viene al corazón -más que a la cabeza- los tres crímenes que recuerdo en la Cuarta Sección, también el de una mamá embarazada en Guaymallén, el de un vecino de la calle Paso de los Andes de la Quinta Sección -el hombre más laburador y querido que yo conocí en mi vida-, que mataron en La Favorita, y el de una abuela en el barrio Bombal.

Se hace difícil brindar y desear felicidad cuando tu corazón te hace recordar estas injusticias y mucho más cuando te enterás, por ejemplo, que la Justicia seguramente desaloje las viviendas tomadas por delincuentes en el barrio Santa Teresita (y aquí es cuando la bronca empieza a maquinar y te dan ganas de decir: ¡"por lo menos que algún abogado de éstos queden en la historia como alguien que se jugó la vida por los mendocinos").

Hasta aquí concluía la trama de este post, a las 12.40 de hoy. A esa hora venía de hacer un fastidioso trámite en la Junta Médica, de la avenida Godoy Cruz (allí dos mujeres podrían hacer en un minuto lo que esa legendaria multiprocesadora "Moulinex" podría hacer en dos minutos y medio). Iba por España y al llegar a Peatonal giré hacia la plaza Independencia. Y allí encontré la síntesis que deseaba para este post.

Resulta que empiezo a oir una orquesta -que de lejos sólo se escuchaba las trompetas y el bombo- con una melodía digna de ser tocada por Los Fabulosos Cadillacs. Un grupo de personas seguía esa canción. A medida que mis pasos avanzan hacia la Legislatura empiezo a descifrar esa melodía. Dos pasos más y no lo puedo creer: la banda de la Policía de Mendoza tocando "Sólo le pido a Dios", de León Gieco, con dos policías vocalistas que cantaban ese clásico de Gieco como si fueran figuras internacionales seleccionados por Manu Chao en un Operación Triunfo caribeño.

Mientras interpretaban esa canción por primera vez en el día sentí el espíritu navideño en la calle, luego de haber recorrido la avenida Godoy Cruz y General Paz, ambas con veredas plagadas de puestos de venta de ropa y de chucherías de ese tipo de navidad comercial, donde todo empieza y termina en un Papá Noel con la temperatura de su cuerpo regulada por veinte garrafas de gas natural, como el que esta mañana se sacaba fotos con niños en España esquina Godoy Cruz.

Mientras veía el rostro de los músicos de la policía hice un homenaje íntimo a dos efectivos que asesinaron este año: al cabo dejó su lugar en esa orquesta y al que mataron en una emboscada en la Universidad Maza. Era la primera vez que estaba presente ante una orquesta de tipo militar que interpretaba una canción con sentimientos más humanos que patrióticos.

La ovación que recibió esa interpretación tuvo un mensaje de respuesta por parte de uno de los cantantes de la banda policial: "mañana, en la Nochebuena, dejemos una silla vacía para ese niño que está por nacer, para que así se nos ilumine nuestro corazón". Cuando alguien da un mensaje de amor desde el dolor realmente te sentís verdaderamente leído. Porque lo que dice es algo que nunca supiste (o te atreviste) leer de vos mismo.

Así entendí por qué la Navidad tiene que ser felíz, a pesar de todo: porque en nuestra mente y razón siempre vamos a tener lugar para las broncas y odios, a tal punto que en algunos casos, cuando todo se nos presenta en positivo, tenemos que inventar un odio para sentirnos equilibrado, o dicho con otras palabras, "para estar con los pies en la tierra", porque (y eso jamás lo supe) si amamos no somos realistas, pero si odiamos sí somos realistas.

Pero si hacemos lo inverso, es decir, no dejar pasar la bronca y sí hacerle un lugar al amor de la gente que nos quiere y que nosotros no queremos reconocer, seguramente en la Nochebuena encontraremos a alguien sentado en esa silla que en muchas familias permanecerá vacía mañana a la noche.

Siempre hay uno, dos, tres... y unos cuántos más nos quieren. Eso creo yo.

Por eso y porque me sale del corazón decirlo, Felíz Navidad.

martes, 16 de diciembre de 2008

Querer ser padres (hoy)


En un post anterior había comentado que Dios le da pan al que no tiene dientes (o sea, por un lado le da hijos al papá o mamá que no desean tener hijos sino sólo una buena noche de sexo y por otro lado, no le da hijos a quienes se mueren por empezar a agrandar la familia).

El fin de semana último nos juntamos con un grupo de gente para mí casi desconocidas. En un momento, tras cenar los mejores tacos sin frijoles que haya probado, nos pusimos a charlar sobre cosas de las parejas (éramos cinco parejas en total). Una de ellas quiso compartir un problema sin resolver: la difícil decisión de casarse porque ella está todo el tiempo atendiendo a sus padres y hermanos menores. Si bien ella argumenta que su marido será la prioridad, la realidad (al menos, la que yo he visto en toda mi vida) es que después del casamiento ellas siguen tirando para su familia, por lo tanto el clásico bíblico "dejarás a tus padres y hermanos" es algo que empieza y termina adentro de la iglesa donde se casaron. 

Cuando metí mi bocadillo de opinión el tema giró hacia otro win: el deseo de paternidad. Todo fue porque esa pareja soltera que planteaba su temor al casorio porque ella aún sigue tirando muy fuerte para su familia sacó el tema de que prefieren ser padres ahora y no dentro de diez años, porque o sino los futuros hijos y padres no podrán entenderse debido a la diferencia de edad. Fue casi un acto fallido porque el que me lo decía tiene 28 años y afirmaba que "no quiero ser padre dentro de 10 años porque...", sin saber que yo tengo 38 años. En fin, esa fue la piedra de lanzamiento. El resto fue así:

Otra pareja, esta vez no diez años más jóvenes que nosotros, sino mucho menos, confesó que desde hacía mucho que están buscando familia y que ya han pagado una fertilización asistida y una fecundación in vitro. En resumen, más de 20 mil pesos en métodos que no le dieron resultados. Claro, es de adivinar qué puede decir ahora algún lector experto: "chicos, tranquilíncensen y vivan el momento, y cuando menos se lo imaginen la criatura va a llegar". Esa pareja ya tenía una respuesta: "hay impedimentos físicos concretos". Lo que más me sorprendió fue dos cosas: la entereza, madurez y aceptación de la realidad (que se traduce en una sensación de paz que transmiten) de ellos y que el hombre sea el que más parece querer tener un hijo, algo que creo yo que antes era al revés.

De las cinco parejas, cuatro compartimos el tema tener hijos. Y ellos también nos dijeron algo que yo y mi mujer no sabíamos: son muchísimas las parejas que viven este problema en Mendoza y sobre todo que se tienen que bancar el hecho de tener que juntar montañas de guita para hacerse estudios cuyo éxito no está asegurado.

A veces me pregunto porqué realmente Dios le da de comer a los que no tienen dientes. Una gran parte de esa respuesta siempre será un misterio. La otra parte de la respuesta te la da la misma vida: yo noto que a quienes les cuesta tener hijos por un lado sufren y por otro sus parejas maduran hasta el punto de dar la apariencia de que los dos ya son una sola persona (como acordaron la noche en que el cura les dio el visto bueno en la ceremonia religiosa). También hay casos -yo no los conozco- en que la pareja se disuelve cuando tienen que enfrentar este software "aniquila ilusiones". Quizá enfrentar este problema significa definitivamente aceptarse tal cual cada uno son, sobre todo en lo sexual, que es un tema en el que uno le pone muchas fichas cuando se produce el flechazo a primera vista (se entiende que la sociedad no fomenta el amor a la mujer o al hombre que no pueden tener hijos, sino que se enaltece al hombre o mujer que son tigres en la cama, con las mejores siliconas y otros atributos posibles y por supuesto, sí o sí tienen que usar forros o la píldora del día después (que no es después) porque sí o sí el semen llega cargado de espermas picarones y molestos).

El 8 de febrero de 1949, el régimen comunista de Hungría condenaba a cadena perpetua al Cardenal Josef Mindszenty, arzobispo de Esztergom y primado de Hungría, simplemente por oponerse a las políticas anticatólicas y anticristianas protestantes de la dictadura comunista de ese país. En la cárcel, Mindszenty señalaba que ese lugar, el peor de los infiernos en el que uno desearía no estar, puede ser una gran oportunidad para salir adelante en la vida o puede ser, también, el tiro final para rematar tu vida en el odio y su consiguiente autodestrucción. Yo creo que algo así pasa en las parejas que vivimos ésto: o nos unimos más o decidimos dinamitar esa unión. 

Los abuelos de Adriana, una amiga docente de Las Heras, que ahora espera a su tercer hijo, cumplieron el sábado último 68 años de casados. Imagino cuántas historias donde los encuentros le ganaron la pulseada a los desencuentros hubo en el medio. Pero allí lo ves: son abuelos con experiencia de vida y agradecidos a la vida.

Es verdad que la libertad nos permite diagnosticar nuestro futuro, lo que no significa garantizar la seguridad de lo que queremos y de lo que no queremos. No es fácil entender la forma en que se retroalimenta la injusticia, sobre todo cuando hay vidas de buenos e inocentes que terminan fulminados por un delincuente o un abortista y por otro, la negación a otorgarle la vida a muchos inocentes que piden a gritos vivir y que ya tienen un lugar asegurado en nuestras familias. Todo ésto es demasiado para una persona. Pero se me ocurre pensar que algunos de los dos abuelitos que recién nombré se habrá dicho, en algún momento ya perdido y olvidado, que "todo esto es mucho y me sobrepasa", y ahí están, sin saber por qué hoy llegaron vivitos y coleando al banderín de cuadros que indica el punto de llegada de esta difícil carrera.

martes, 9 de diciembre de 2008

De la manito


Eran las 23.30 y estaba sentado en una mesita que bordeaba el lago del Parque, en la cantina o restaurante situado en el extremo digamos norte del espejo artificial de agua verde. Ella me lo dijo así: "a las mujeres no les gusta que su novio la acaricie todo el tiempo ni tampoco que anden de la manito porque sí. Tenés que respetar su independencia". Después de eso empecé a prestar atención a las parejitas de las calles mendocinas: tenía razón esta muchacha (que ahora vive en Estados Unidos). Desde hace un tiempo las parejas no van de la mano, como flamantes noviecitos.

Quizás la razón está en eso de que ya no son "flamantes noviecitos". Muchos estrenan sus noviazgos con poxipol en las palmas de sus manos, del modo que son unos pegotes inclusive hasta cuando se suben al trole. Después, digamos que a los pocos meses, las dos manos empiezan a volver a los bolsillos pero siguen los dos ahí cerquita. Pasa el año y ya no se dan las manos, inclusive si salen con otra pareja cada uno pasará más tiempo con la pareja amiga que con su propia pareja y por último, lo que se acorta es el tiempo de estar juntos: en vez de compartir el fin de semana juntos lo que se hace es dejar el sábado a la noche con su pareja y el resto del tiempo, con los amigos respectivos de él y ella. Incluso conocí el caso de un joven empresario mendocino que compartía los lunes y martes con su novia y el resto de la semana decía que se dedicaba al trabajo, hasta la novia lo pilló al tipo entrometido con una morocha que parecía venir del staff de vedettes de Jorge Corona, con quien compartía los viernes y sabado a la noche, según se supo cuando ella lo largó a él.

Por último reconozcamos que es muy raro ver matrimonios de cincuentones en el Parque de la manito. No son esos padres jóvenes que no los están porque ambos tienen las manos ocupadas con el cochecito del bebé o la llave del auto, sino que se trata de aquellos que inclusive se visten con la mejor pilcha para gastar más de 200 pesos en una buena cena con buen vino y en ningún momento de la cita se los ve con las manos juntitas. La sensación que me queda es que pareciera que el andar de la mano es cosa de niños, pero por suerte puedo decir que estoy equivocado porque aún veo a muchas parejas de ancianos caminando de la manito (lo más seguro es que ellos te digan que siempre fueron así de cariñosos).

Si la pregunta de fondo es por qué ya no somos tan cariñosos ni románticos puede que la verdadera pregunta de fondo es si realmente hoy las parejas viven con amor. ¿Y cuál es la verdadera respuesta? Mi mujer me comentó el otro día que durante su juventud en el boulevard del barrio Ujemvi los adolescentes se sentaban a charlar y a pasar el rato, en cambio hoy es igual salvo con una diferencia: hay más adolecentes embarazadas (por él, obviamente). Entonces esto significa (debería significar) que ellas recibieron amor para que su cuerpo llegara a esa hermosa instancia embarazosa. A ver si adivino lo que vos estás pensando: "gil, están embarazadas porque hicieron el amor, porque ahora son..." (no reproduciré términos que suenen ofensivos para él y para ella porque no vienen al caso).

El dibujito que ven me lo dio esta mañana una niñita que acompañaba a la recepcionista del consultorio de mi odontólogo. Vino y me lo regaló a mi, un desconocido para ella. Es una flor pintada de azul, un flechazo en un corazón y una mariposa. Eso significa deseos de amor. Las niñas de hoy (y de siempre) quieren amar y ser amadas. Si con el paso de los años, la madurez transforma ese sentimiento puro en otro como el que escuché ayer en la TV, en donde una mujer reclamaba vivir el sexo libre pero amando sólo a su respectiva pareja significa entonces que el deseo expresado en ese dibujito no logró madurar en su vida porque cambió ese dibujito por una película porno. Y ese dibujito, para mí, expresa la verdadera verdad (así, como suena) de cualquier mujer.

¿Por qué creo que la verdad de la mujer está en ese dibujito? La respuesta viene de la misma vida: resulta que hoy cumplo dos años de casado (y uno buscando tener hijos) y será porque siempre soñé ser un John con Yoko o porque, como dice esa canción de los Fabulosos, "el amor no se puede pensar", es que aún los dos andamos de la manito porque sentimos que es así como quisiéramos todo el tiempo en la vida. Hace un par de semanas, en una reunión de amigos de trabajo, un francés que es pareja de una conocida me miraba sorprendido por cómo andaba de la manito con mi mujer. Claro, hay muchas razones justificar el no andar de la manito, como lo puede ser un desgaste de la relación o como me dijo esa chica que se fue a EE UU, porque ellas se quieren sentir independientes, como los son las diosas que caminan un poco distanciadas de sus novios para que cualquier tipo, al verlas, diga "¡qué buen lomo y qué buen asado!" y no "¡y este perejil quién es!" (ellas saben que si van de la manito de su novio, efectivamente, el piropo se transforma en una puteada contra su pareja, porque como pasa en Argentina, todo lo lindo que no está a mi alcance es considerado como "injusticia").

Así como el mundo promueve miles de técnicas para el sexo, propongo que se promocionen todas las formas posibles para recuperar el cariño en las parejas y el romanticismo sensible en las mujeres, porque sinceramente a un hombre le llega más una mujer sensible y llena de amor que una mujer con la mejor lencería erótica del momento.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Juguetes


El fin de semana cumplió dos años mi sobrino más chico. Recuerdo que en una mesa habían muchos regalos. Es el único hijo y por ende, el más mimado. 

Durante la mañana habíamos ido a la juguetería para comprarle el regalo. En otros tiempos se decía "el regalito de cumpleaños" porque un juguete no tenía nada que ver con un electrodoméstico. Ahora, por lo que veo, en Mendoza las jugueterías ahora tienen de todo y por ende, los niños de hoy tienen de todo (y los regalitos ahora son regalones made in you pay euros).

Yo tuve muy pocos juguetes. Recuerdo a Joe El Super Temerario, un barbudo musculoso, de plástico y de buen físico, con manos de goma, y los restos esparcidos de soldaditos y muñequitos. Con ellos armaba dos equipos de fútbol de cinco jugadores cada uno. En el piso hacía un arquito semejante -pero en tamaño mucho más reducido- al que hacíamos en el Parque (allí eran un buzo = un poste, es decir, cuatro buzos de gimnasia = dos arcos). A veces un lápiz de color acostado en el piso era el palo de un arco. La pelotita, un pedacito de papel higiénico mojado. El partido consistía en no mover los jugadores y que para llegar al otro arco tenían que hacer pases, tirando la pelota hacia la posición más cerca del soldadito o muñequito hacia donde caía esa bolita de papel higiénico. Cada jugador tenía un nombre. Con eso solo podía pasarme una tarde entera jugando. El otro juguete que tenía lo armé yo solo: un pedacito de madera, con la punta cortada y un timoncito. Con los chicos del barrio hacíamos carreritas de barquitos en la acequia de la calle Martín Zapata, entre Paso de los Andes y Granaderos. Todo el grupete arrancaba en una esquina y alentaba a sus respectivos barquitos a lo largo de toda esa manzana. Lo peor que podía pasar era que un barquito quedara trabado por la basura de la acequia en algún puente de ingreso al garage de una casa.

Otra de las cosas que hacía, en tiempos en que no corría mucha agua en la acequia, justamente era hacer diques en la acequia con las ramas que venían por las mismas acequias. Cuando el agua era muy sucia no hacíamos nada, pero eso sólo pasaba cuando venía mucha agua del Parque por alguna lluvia.

Los cumpleaños no eran en peloteros, sino en los quinchos de Regatas o directamente en el jardín de la casa de algún amigo. A mi me encantaban los cumpleaños porque era la oportunidad de tomar Coca Cola o Fanta. En esos tiempos esas gaseosas venían en botellas de vidrio, de un litro, y salían muy caras como para tomarlas en casa. Por otra parte no existían los sobres de jugos de naranja. En casa el único líquido que se bebía era la super jarra de agua y en ciertas ocasiones, el agua con Cremogenado Batalla, un espantoso jugo de naranja que venía en una suerte de tarro de plasticola roja. Eso era lo único barato que había como jugo. Porque el Tang no era el Tang de 80 centavos que conocemos hoy: antes era un frasco similar al de los cafés y salían algo así como 7 u 8 pesos de hoy. Ese frasco, una vez que se abría, había que echar varias cucharadas para hacer sólo una jarra de agua, por lo que ese jugo no duraba mucho, salvo que se tomara la decisión de hacer jugo una vez al día o semana. Entonces los cumpleaños eran para morfar cosas ricas, como esas gaseosas, más papafritas y sanguchitos de migas.

En el cumpleaños de mi sobrinito vi otra cosa que se repite mucho en Mendoza: a los pibes de hoy ya no les impresiona la papa frita o los sanguches de miga. Se la pasan corriendo y no morfan nada. No se sienten felices cuando ven esas comidas ricas (como nos pasaba a nosotros). Entonces pasa lo que siempre tiene que pasar: sobran toneladas de comidas tras finalizar un cumpleaños. Eso también es otra rareza: ¿por qué las madres, en los cumpleaños de sus hijos, hacen comida para 18 orangutanes? Es algo muy de aca, se me ocurre.

Tengo un buen recuerdo de mi infancia. Y eso que fui el menor de cinco hermanos, por lo tanto casi nunca tuve ropa nueva, ya que usaba la ropa que a lo largo del tiempo le iba quedando chica a mis hermanos. No estaba mal eso. Digamos que gracias a eso me convertí en un no consumidor de ropa. Ahora que leo lo que acabo de escribir me siento raro, ya que pareciera que hoy sería imposible vivir así, con pocos juguetes y con la ropa que apenas uno necesita: ayer por la tarde, con mi mujer, repartíamos unas boletas de IPV en el barrio Los Almedros, de Junín, ubicado casi en el campo de ese departamento del Este, y en una zona tan pobre que un olor permanente de cadáver no era percibido por dos niños que -tirados en la tierra- miraban lo que hacíamos nosotros. Recuerdo este gran contraste: la pobreza y suciedad de ese barrio vs un celular con cámara digital y MP3 que tenían los chicos (por cierto, mucho más moderno y caro que el de mi).

¿Por qué muchos 30 y pico special de hoy pudimos crecer casi sin juguetes? Primero, porque sí teníamos juguetes, pero no demasiados juguetes, sino que sólo lo justo y necesario. Y segundo, porque el resto de la obra fue escrita por la imaginación. Con esto último podemos ser felices sin necesidad de depender de cosas modernas.