martes, 18 de diciembre de 2007

¿Quién inventó el traje?


Esta noche se casa Juan Saimon, un amigo de mi mujer, que trabaja en una ciudad suiza que no es Pisco ni Ginebra, pero es donde hacen las normas ISO. Juan está en eso. Como tengo entendido que por allí suele andar el Papá Noel que no hizo Hollywood, ni los persas de Godoy Cruz Street North Area, aprovecharé para que le deje una carta en el buzón del San Nicolás menos trucho: le quiero preguntar ¿quién inventó el traje y por qué quienes lo usan se sienten orgullosos como empleados debutantes de Mc Donalds?

En "Tesoro de la juventud" dice que el traje se inventó hace unos 150 años para equilibrar y unificar los vestidos autóctonos de cada nación. En aquellos tiempos, con el maquinismo y la burguesía en su hora pico, el traje fue la mejor respuesta a esa sociedad que quería vivir su cuarto de hora en un "Estricta", en Versailles. Es que los príncipes usaban tejidos con respaldo en oro y no en el peso argentino post petrom, como los son los trajes. Con esto no quiero decir que todos los trajes son de corte mandinga y cuadril, los hay también del género caroli, pero nada tienen que ver con los tejidos originales y supervalorados de los tiempos de María Antonienta (de las Nieves, como la ...).

Los periodistas tenemos que estar agradecidos de que no nos impongan el traje. Ojo: ya hay un foco contestatario que preocupa. Son los comunicadores corporativos (nada de críticos, arrogantes, jodidos e informales). Ellos se florean con sus trajes, con tal de ganar imagen y reputación, así tengan que laburar con una sensación términa superior a la de los hornos pizzeros del Rincón de la Boca.

No sólo ellos aman el traje. Hay otros que pareciera (dije “pareciera”) que si no practican el sauna con su camisa y corbata, para la sociedad top no son nadie. Eso lo vi en los pasillos del subte porteño de la estación Diagonal Norte, justo debajo de la 9 de Julio. Un tipo, que parecía un tradder de Wall Street, vendía ballenitas con saco, camisa y corbata.

Aquí en Mendoza, al menos, aún sobreviven los hombres que usan zapatillas, pantalones cortos y ojotas. Igual yo creo que es hora de que este hábito abrochado empiece a soltar los botones, porque el mundo necesita sonreir y para ello, hay que adaptar el vestuario a la escenografía: si es frío polar, no podemos estar obligados a comprarnos un sobretodo-valuado-en-cuotas-círculos- autos-cero-kilómetro y si es supercalor-moria, menos con saco, corbata y camisa-húmeda-pegajosa-costilla-pinta-Esqueletor.

Al menos alguien ya hizo algo: una empresa italiana, llamada ENI (así, con mayúsculas). Para ahorrar energía ahorrar un cacho en aire acondicionado y prohibir el uso de vestimenta formal, es decir, de sacos y corbatas.

Sinceramente me dan ganas de mandar al diablo ese traje lindo y mal parido de mi armario. Pero aunque ustedes no lo crean, una cosa me frena: la camisa espantosa que se puso el cara de Tanque de Agua, un amigo empleado público que esta semana lo mandaron a trabajar al Senado de la Nación. Fue hace un año, cuando mi mujer y yo nos casamos en la capilla Nuestra Señora de la Merced, en la calle Piedras de Chacras. En la foto aparecen todos de traje y corbata, menos este huevón, que llevaba una camisa amarilla, como recién comprada en Ciudad del Este. El cumpa malargüino aparece en la segunda fila, con cara de pucho prendido, totalmente descolgado y la verdad es que lo echa a perder.

Me duele imaginar que esta noche tendré que ir de traje. Todo sea por la foto.