martes, 27 de octubre de 2009

Película previa a la película

Sábado, 21.15. Antes de que nos robaran el coche, a esa hora recién decidíamos si íbamos al cine o a otro lado, luego cenábamos a las apuradas a las 23 y nos volábamos en el Senda hasta el Shopping o Palmares –según las opciones “entradas con descuento” (para el primero) o “quiero un apoyacabezas y relajar la columna” (el segundo). Pero en este caso arrancamos la cena a esa hora para no llegar tan tarde a la parada del colectivo de la línea T Villa Nueva –trole sin cables, señor turista, así como suena - de España y Rivadavia. Pasaron unos largos 40 minutos y llegó el bondi, con la vertiginosa velocidad de esas carretas que hace 150 años hacían el tramo Mendoza – Buenos Aires en tres meses, como nos dicen ahora los documentales de nuestra historia que pasan el 7 y el 9.

Calle Lavalle, carril Godoy Cruz, largo, tranquilo, oscuro, silencioso, pastoril, vacío, aburrido, inseguro, misterioso, fin de mes. Nos bajamos en Bandera de los Andes dos paradas antes –los despistados somos así- y 15 minutos después llegamos al Shopping. Pasa que cuando no tenés el coche bajás unos kilos y las piernas recuperan fuerza muscular. Esa noche invitamos al cine a una amiga de Graciela, que desde que tiene coche pareciera manejar las distancias de su vida con control remoto desde su asiento de conductor y por eso no vino: había aparcado en el sillón del living de su casa, evitando contar los minutos de soledad frente al plasma y el DVD. Al parecer, todos queríamos ver una película ¿Por qué?

La tragedia de la familia de San Martín; un motociclista que perdió la vida en la calle Perito Moreno de Godoy Cruz –a la vuelta de donde vive mi hermana. Y así muchos casos más. Recuerdo una chica que editaba videos en el diario, que al final del día se sentía tocada por las noticias policiales y le dije que eso nos pasaba a muchos de los periodistas también, porque no somos estudiantes de medicina acostumbrados a visitas turísticas en la morgue de la Facultad de Medicina de la UNCuyo.

Elegimos ver la comedia romántica “Mi vida en Grecia”. ¿No tiene más estrellitas la de Darín y Soledad Villamil? Sí, pero…era un contingente de turistas que nos hizo recordar al de nuestra Luna de Miel en Brasil. La protagonista, una griega solterona quien el único que silenciosamente comprende su trauma laboral y existencial es el chofer de un colectivo sin aire acondicionado. Allí lleva a esos turistas bizarros –muchos de ellos, vejestorios quinceañeros- , interesados en el sourvenir coreano más que en la historia de la filosofía y la democracia, en boca de la guía griega. El muchacho la conquistó así: le confesó que él se siente como el director de una orquesta, que con la varita dirige la música del aire y de la vida, con toda la sensibilidad encendida y esparcida en el espectro de la belleza de lo cotidiano. Claro, se lo dijo en un acantilado rocoso frente al Mediterráneo. Así y con helado de dulce de leche granizado y cerezas a la crema de la heladería Joselín de San Rafael cualquiera puede improvisar una bella poesía de Isabel Allende.

Ella se sintió atraída y los pasajeros celebraron ese romance. Y el viaje empezó a sumar más horas de playas, fogones y brindis, que de todo lo que aprendimos de historia del arte en nuestras vidas.

Salimos del cine y cuando llegamos a casa parecía las 5.00 am, pero recién eran las 2.00. Fue una noche larga que –al igual que el concierto de Charly en Vélez - había arrancado temprano.

Nos quedó la imagen del personaje que encarnó Richard Dreyfus: un jubilado lleno de vida y de pícardía, y además campeón con las mujeres. La mirada de “maestro” agradecido, que lo había vivido todo fue el tipo de persona que anhelé encontrar en las calles mendocinas desde ahora en adelante. ¿Por qué hoy escasean personas así? No sé si escasean. Yo creo que están.

Una película termina siendo una mirada de la vida. Vos elegís una comedia romántica porque allí se vive lo que muchos quisieran experimentar permanentemente: amor, bienestar y mujeres lindas, o mujeres no tan lindas pero que se dejan amar. Y se me viene algo que decía en la adolescencia: un hombre que no sabe hacer feliz a una mujer no sirve como hombre.  La razón de fondo de todo esto no es más que las ganas de amar. Y como el amor es un “bien escaso” –de hecho, prácticamente no aparece en las noticias que nosotros publicamos- , creo que en estos días el amor grita ¡auxilio! en la intimidad de esos mendocinos consternados por las noticias policiales que nosotros mismos les damos como servicio informativo.

Y sí, quisiera observar a los mendocinos de la misma forma en que el personaje de Richard Dreyfus miraba la vida y a sus compinches turistas. Hay que darle poder a la experiencia y al amor.


miércoles, 21 de octubre de 2009

Genoma del mendocino en un baño


Es una forma de saber cómo somos. Va a sonar extremista, así que sirve tomarlo con humor y con final abierto.

Los japoneses lograron salir de la pobreza y la ruina en el 45 con políticas acertadas y una forma japonesa de ser acertada. Chile logró bajar la pobreza el 30% en sus últimos 20 años. Noruega, donde es común padecer 30 grados bajo cero, es el país con mejor desarrollo humano y calidad de vida del mundo: allí las muertes en las rutas bajaron el 50% en los últimos 25 años (acertaste: ¡ese gran problema que tenemos en Mendoza otros lo solucionaron, qué bueno saberlo!).

Todo ésto reflejado en la parábola de los talentos, que contó Jesús, sería así: el dueño de la estancia le dio a Japón 10 talentos y Japón le devolvió 20; Chile recibió 5 talentos y luego devolvió 10, y a Noruega le dieron 3 talentos y devolvió como 30. Aplausos, diría el Jose. Pero el telón se baja cuando el patrón entrega un solo talento a otro hombre. Y éste, en vez de trabajarlo e invertirlo -como los otros- decide enterrarlo en la tierra y luego devolvérselo a su jefe. Más vale que lo menos que le dijo este último fue vago y tacaño, porque no sacó provecho de sus cualidades y beneficios de la vida (en fin, esa es el mensaje final de esa parábola).  ¿Acaso este último obrero no sería....el argentino?

Demostrémoslo, entonces

Lo que hace el mendocino con su talento define muy bien el ADN del mismo. Y vamos al siguiente ejemplo, que viví este último fin de semana, en uno de los baños de Palmares Open Mall.

Entré apurado, como cualquier hombre que apunta a depositar sus necesidades con IVA más intereses, sobre todo después de cenar una picada en Bizarro. El baño, muy limpio y amplio (como nuestra provincia y nuestro país). Unos cinco boxes o como se llame el espacio para realizar todas las operaciones bancarias/sanitarias. Elijo el primero. Abro la puerta: inodoro completito y limpito, pero sin papel higiénico. "¡Fuck you!", sollozan mis entrañas. Cerramos puerta y abrimos el de al lado: inodoro sin tapa, medio sucio, pero con papel higiénico. "Bué, vamos al otro, entonces", replica mi intimidad, con la esperanza de hallar el "cajero automático" completo. Abro y cierro rápidamente el tercero: inodoro sin tirar la cadena desde hace años, recontratapado, sin cubierta ni asiento en la taza, pero con bastante papel higiénico. Queda el penúltimo y luego el box VIP, el más amplio, para quienes andan con sillas de ruedas.

Vamos al penúltimo. ¡Por fin, todo perfecto! Esteee... un problema, y grave: habían presionado el botón de la cadena hasta el fondo, del modo que ese inodoro ya no podría librar más agua hasta la próxima visita del plomero. Y no estaba para entrar a Cinemak a la pesca de uno que quisiera hacer horas extra. Punto muerto. Cambio. Primera. Vamos al inodoro-suite.

"¿Qué pasa si cae un hombre en silla de ruedas acá?", me recontramilveces pregunté, aunque cierto, con palabras más cortas, rudas y gallegas. Se ve que es el inodoro más deseado por todos y por ende, el más menospreciado. Cerré la puertita del box VIP, regreso al segundo y me llevo el papel higiénico al primero. Es lo que habría hecho cualquiera. Ingreso la contraseña en el cajero y en los siguientes 30 segundos de depósito, parálisis y reflexión proyecto el libreto de esta historia.

Talento enterrado

Así como en Mendoza hay hermosos baños ingeniosamente corrompidos por los mismos mendocinos -no todos, pero seguro que a más de uno que está leyendo ésto se siente tocado y con ganas de putearme- lo mismo pasa con la Selección argentina: los mejores técnicos de nuestro país dirigen otras selecciones y los que pueden ayudar a Maradona no lo hacen porque el mismo Diego les cortó las piernas. El único futbolista argentino que emboca un gol de tiro libre y no se equivoca en los pases está peleado con el DT y no juega en la Selección.

¿A qué conclusión llegás si metés la historia del baño y de la Selección en la coctelera de los talentos? Así como es probable que los baños de Noruega, Japón y Chile sean mejor cuidados por sus usuarios y los mejores futbolistas de esos países jueguen en sus respectivas selecciones, los mendocinos y argentinos celebramos nuestra creatividad componiendo un hermoso tango de lo superhéroes que nos sentimos enterrando nuestros talentos.

El final abierto al que me refería al principio de este post es el siguiente: solucionar todo ésto no depende del Gobierno, por suerte (mientras sigamos siendo libres).

martes, 13 de octubre de 2009

¿A qué nos hubiéramos dedicado los mendocinos hace 500 años?

Ante la inseguridad y la humillación cívica por parte de los K, muchos mendocinos 30 y pico Special multiplicado por 2 apelan al pasado para recordarnos que alguna vez las cosas funcionaron bien en Mendoza.

Leyendo el fascículo 2 de “Historia de Mendoza para chicos y no tan chicos”, que publica UNO los miércoles y domingo, el siguiente párrafo me hizo parar la pelota a la hora de analizar si todo pasado fue mejor: “El reparto de indígenas y tierras entre los primeros pobladores posibilitó el desarrollo agrícola de Mendoza, donde inicialmente se cultivaba trigo, cebada y vides. En las huertas de las casas crecían verduras y árboles frutales y en sus corrales se criaban gallinas y cerdos, para el consumo familiar”.

El texto no aclara dónde se compraban los fósforos para prender la fogata y asar el chancho y el pollo. Tampoco dice dónde vendían el helado de dulce de leche granizado. ¿Acaso en esa época se podía fabricar helado, aunque sea durante las dos semanas más frías del invierno?

Seguro, me lo imaginaba: el problema no era la ausencia de cerveza fría, sino que directamente no existía allí cerveza. Ni siquiera habían heladeras. A brindar con aguardiente se ha dicho.

Primera pregunta: ¿a qué se dedicarían en la Mendoza colonial los que hoy son heladeros, cerveceros, fabricantes de fósforos?

Ese texto dice que los vinos y otras bebidas “se guardaban vasijas, botijas y tinajas de barro cocido”. También que los indígenas pehuenches comerciaban mantas y telas. Conclusión: a los artesanos de hoy no les habría ido tan mal en aquellos tiempos. A los músicos folcloristas, tampoco, y mucho menos a las profesoras de baile, que podrían haber enseñado y expuestos toda clase de danzas indígenas y flamenco from España en “Talento argentino” versión 1562.

“Los productores de Mendoza vendían vino, aguardiente, pasas y frutas secas a las ciudades del norte y del Litoral. A Chile se enviaba yerba mate y ganado vacuno, comprado en las pampas. Los comerciantes aprovechaban el viaje de vuelta para traer madera, azúcar, tabaco, sebo, grasa y cobre, y productos de Europa como papel, ropa, seda, hilos, encajes y esclavos negros originarios de África”.

¿Vos hoy te ves haciendo algo de esto? A un egresado del Universitario Central, fanático de Phil Collins y Alcohol Etílico, ni ahí. Ahora te pongo el caso de tres amigos:

Marcos trabaja en un pozo petrolero cerca de El Carrizal y Sergio, un misionero radicado en Mendoza, instala caños de gas y de agua de Industrias Plásticas Saladillo. ¿En que habrían estado? ¿Haciendo pozos de aguas y construyendo acequias y canales de riesgo, respectivamente? Peor es el caso de Mariano, que hizo la carrera de abogacía en una estatal. En 1562 tenía que hacer esa carrera en España. ¿Cómo hubiera sido? Un mes y medio para ir de Mendoza a Buenos Aires. Tres meses para cruzar el Atlántico y llegar a España. Cinco años para estudiar allí y cuatro meses y medio para regresar a Mendoza. ¿Vos te creés que eso lo podría haber hecho un tipo de clase media, como es mi amigo Mariano? Y peor sería el caso de un técnico que hace un par de semanas nos enseñó a periodistas del diario a cómo posicionar nuestras noticias en Google. Nombró muchas veces al robot de búsqueda. ¿Qué huevada podría haber posicionado este excelente profesional hace 500 años?

Los que hoy trabajan en ONGs seguramente en la Mendoza colonial, su mejor salida laboral habría sido hacerse cura jesuita y evangelizar en la selvas de Chaco y Misiones. Allí podrían haber ayudado a miles. Ahora que nombro esa zona se me viene a la cabeza el español que "descubrió" las cataratas del Iguazú, Alvar Núñez Cabeza de Vaca: con ese nombre en esas circunstancias te habrías ganado el derecho automático de presidir la Sociedad Rural, Coniagro y hasta la Mesa de Enlace. Pero, ¿qué gobernante de esa época se habría puesto en contra del campo, cuando esto último era lo único que generaba trabajo y guita en Mendoza y el país?

Mar del Plata recién empezó a ser algo cuando llegó el ferrocarril allí en 1886. Entonces, ¿adónde habrías ido a veranear en los años 1560 en adelante? Si, como dije recién, el viaje de Mendoza a Buenos Aires tardaba un mes y medio, y de allí calculale unos 20 ó 25 días para descender hasta Mar del Plata, prácticamente el viaje de ida y vuelta sin estadía eran cuatro meses y medio. Así, para ir de vacaciones a Mar del Plata tenías que juntar las vacaciones no tomadas de 20 años de laburo seguido. Como las expectativas de vidas no eran muy elevadas como hoy, te habrías muerto en la mitad de esta cuenta. Y si se optaba ir a las playas chilenas, bueno, un poco mejor: 8 días para llegar hasta Santiago, calculale 2 más para aterrizar en Valparaíso o Viña del Mar y otros 10 días más para volver. Es decir, si tenías 15 días de vacaciones terminabas destinando 20 días sólo a los viajes. Conclusión: nada de playa ni de minones tomando daikiri a la hora de la puesta del sol en el Pacífico, ni mucho menos bailar en el célebre boliche Topsi, de Reñaca. Ni siquiera existía la opción de ir al Carrizal ni mucho menos, al lago del Parque, por ausencia de todo lo nombrado.

Me imagino que no te quedaba otra más que laburar o sumarte al Ejército para frenar los malones de ranqueles en el sur provincial, que dejaban vacíos de ganados los fuertes y tiendas. En ese caso, ¿por qué no armar una bandita de cumbias con los ranqueles? Sin dudas que habría sido una forma menos violenta de robar.

Lo veo a J.P. Inzirillo, el diseñador multimedia de DiarioUno.com.ar, que también es bajista de una banda heavy metal. ¿en qué habría andado en aquellos tiempos? No quiero ir muy lejos, pero ¿qué era el diseño en esa época?

Sin dudas que laburo había porque o te bancaba el comercio o el ejército. Pero, ¿lo ves a un administrador de bases de datos Oracle llevándole su CV a Pedro del Castillo? “Seguí participando” habría sido su respuesta, antes de reenviarlo al corral a alimentar los caballos de la tropa española.

Un odontólogo de hoy seguramente estaría lleno de laburo, pero al mostrarle cómo sus herramientas de trabajo asusta a sus pacientes, el fundador de Mendoza, sin pensarla dos veces, lo pondría al frente de sus tropas.

Te imaginás vos, como alumno de una escuela pública, llegando a tu casa e informándole a tu viejo que el papá y la mamá de un compañerito huarpe “acaban de ser vendidos y enviados a Chile como esclavo”. ¿Acaso los de Ciencias Políticas de hoy habrían hecho un piquete en el Acceso Sur de aquella época para impedir que trafiquen a los humildes y habilidosos huarpes?

Pero seamos más realistas, ¿a qué se habrían dedicado en aquel entonces los hoy revoltosos estudiantes de Ciencias Políticas?

Y las preguntas siguen.

Conclusión: digamos que no está mal la vida de hoy.