domingo, 28 de noviembre de 2010

Padre Darío

cadenamaxima.com
Hace un par de semanas pasó por Mendoza el padre Betancourt. El primer día, martes, fueron unas cinco mil personas y el segundo día, miércoles, esa concurrencia se triplicó. Salvo un camarógrafo y un periodista de Canal 7 y Radio Nihuil, la prensa estuvo ausente y se perdió de registrar y dar a conocer los milagros que allí ocurrieron.

¿Si los milagros fue lo más importante? Está claro que no, más allá de que se supone que de antemano uno va a esos encuentros masivos con la idea de recibir un regalo del Cielo. Bueno, para ser sinceros, lo que moviliza estar allí es el milagro, entonces. Pero el resultado final es un golpe de Fe tan fuerte que a uno lo lleva a replantear si realmente hacemos bien los periodistas y las personas en general en no hablar de Dios por respeto a los no creyentes y a los de otras confesiones.

Por alguna razón que mucho se construyó desde los medios de comunicación y otro mucho, desde el arrebatamiento ideológico en las universidades públicas, el nombrar a Dios se ha convertido en un tema prohibido. Porque molesta. O da la idea de que molesta, porque en realidad nadie te lo prohíbe. Pareciera que se ha constituido un pacto por el cual está prohibido hablar bien de la Iglesia Católica porque todo lo bueno de la misma es una idea impuesta por quienes nos criaron, y que la realidad, la verdad de la cuestión, está en la calle, en lo que se ve. Otra cuestión que sostiene ese extraño pacto es el hecho de que no se puede hablar bien de la Iglesia porque su función y su obligación es hacer el bien, por lo tanto sólo se hablará de la misma cuando no cumpla esa misión.

Todo esto lo digo para apuntar lo siguiente: vi milagros y sentí la presencia de Dios, ¿por qué esto no se puede constituir en una noticia periodística? La primera respuesta es la más obvia: por vago, por falta de voluntad. Con el 2.0 hoy podés meter cualquier noticia tuya en un periódico digital. La segunda respuesta es algo más compleja: porque el milagro no es un show con efectos especiales en el que uno aplaude parado. El milagro es una construcción social (en este caso, de los quince mil que concurrieron) en base de oraciones constantes. Todos le hablamos a Dios y todos le pedimos que nos sanase. Y Él decidió otorgarles ese favor sólo a algunos, porque Dios no negocia, sino que hace su propia Voluntad, esa es la verdad. Ahora, ¿esto se entiende?, entonces ¿cómo se comunica?

Lo que llega al corazón y al alma se comunica, muchas veces, con una simple mirada que ilumina las sombras de la desesperanza. Convertirlo en palabras y fotos es algo complejo y difundirlo tras filmarlo, aún más, porque no se va a entender salvo que quien lo vea por TV haya permanecido en oración junto a los quince mil que acompañaron al padre Darío en el anexo del club Leonardo Murialdo de Guaymallén.

Dios existe. Esa es la gran noticia, para empezar. Y Dios nos da una gran libertad que hasta nos permite olvidarnos de Él, esa es la segunda gran noticia. Y la tercera gran noticia es la siguiente: ¿por qué muchos hombres y mujeres se niegan a recibir amor de Dios? ¿Acaso hay un tipo de amor mejor? (para decirlo con otras palabras, ¿existe una mejor opción?). Sinceramente, para mi esto último sigue siendo la gran noticia: tenemos ojos, pero preferimos ser ciegos.

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