lunes, 20 de septiembre de 2010

Según como se lo mire

Imsgen: escuelajohnkennedyd-561.
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Me levanté a la hora prevista. Puse el café con leche en el microondas (1.44 segundos). Prendí la computadora para imprimir la clase de hoy. Impresora desconfigurada (¿por qué?, no sé). Apago, prendo y reintento. Nada. Again: apago, prendo y reintento. Nada. Chau. Cierro la puerta y antes de llegar a la parada del colectivo tengo que recargar el celular y la tarjeta del colectivo. No pude cargar el celular porque falló el sistema. Me voy al kiosco de la otra esquina. Allí, gracias a Dios, sí. Pero justo, justo, justo cuando finalizo la carga el colectivo que me lleva al trabajo frena en la esquina y estoy a 30 metros de la parada. Chau. Llegué a la parada y pasaron como tres, pero no el que tenía que tomar. Si no fuera porque el fin de semana último el coche se me quedó entre Tunuyán y Santa Rosa, en plena ruta 40, hoy iría a dar clases en mi vehículo (que es 0 km pero vino con una falla de fábrica). Y sí, ley de Murphy, el colectivo se tomó su tiempo y llegué casi media hora tarde a la escuela.

Todos los chicos jugaban en el patio, así que no llegué tarde a la escuela. Mañana es 21 de septiembre y hoy tocaba jugar al voley y a elegir a la reina y rey del colegio. Bueno, me puse a jugar al voley. Para qué: pegué un saque y la pelota fue a parar justo en la nuca de una alumnita que miraba otro partido, de espalda y sentada sobre una mesa, y para el colmo bien cerquita de la vicedirectora. Todo el mundo estalló en risas. “¿Quién fue?”, preguntó la vice, muy preocupada, por cierto. Todo el mundo apuntó su dedo moralista hacia mi. Para ún poco, Mario, afiná un poco el día que las cuerdas están muy flojas y desafinadas. Y sí: esa tarde tenía ganas de tocar la guitarra, así que decidí volver al colegio con mi viola. Ok. Hice lo que tenía que hacer, vi Pedro El Escamoso y volví a la escuela, también en colectivo. No estaba apurado pero el bondi llegó recontrapuntual. Llego la escuela y todos los alumnos bailando en la cancha de voley. Estaban eligiendo a la rey y a la reina de la primavera. Los de 1º 1ª me pidieron que votara por ello. Todos los profesores votamos y elegimos. Sacamos el menor puntaje. Luego, por los altoparlantes, me invitan a presentarme con mi guitarra a tocar algo. Yo había preparado algo íntimo para un grupo de alumnos. Bueno, hay que hacerlo. Se me ocurrió una canción de amor que compuse cuando tocaba en mi banda, La Cachorra. Un fragmento de la canción dice “ya no siento la magia del secundario ni ese beso de los quince años”. Qué huevón. Era la mejor canción no-indicada. Pero todo el mundo aplaudió. Vino un alumno que ni conocía y me felicitó. Los de 1º1ª me pidieron que hablara en chino. Le dije que todo eso era una mentira. Segunda metida de pata, aunque menos boluda que la otra. Seguimos. Pero con punto aparte.

Empecé a ver sonrisas. Un ex alumno me dijo que comenzó a escribir después de que yo concluí mi reemplazo de Lengua en su curso. En su momento le dije que era un tipo con muchas cosas para expresar y parece que lo tuvo en cuenta. También escuché otra cosa que me alegró y creo que nada más. Nada más, pero mucho. Será porque se estaba acercando el final del día y el resultado de la cuenta no iba a ser el producto de la sumatoria total. Y sí, es verdad eso de que una buena noticia tiene un efecto multiplicador. O será porque mañana comienza la primavera y adentro de la escuela todo vuelve a ser como lo vivimos nosotros en aquellos años de “Rocas Vivas, se mueven las sillas, te quiero ver bailar. Pelo mojado, mi piano afinado, sólo una noche más”.

En fin. No sé. Pareciera que todo es muy sencillo. O no. Según como se lo mire.

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