martes, 10 de noviembre de 2009

Somos lo que leemos


Hoy martes es el último día de la Feria del Libro de Mendoza. Fui esta mañana y me traje algunas novelas para la post cena. ¿Si hoy se lee? Seguro, si sumanos la cantidad de visitas de los tres principales diarios mendocinos en Internet tenemos unas 200 mil visitas al día. Y si a eso le agregamos los diarios que salen de los kioscos mendocinos, más la lectura obligatoria de la guía telefónica y de la última boleta de impuesto recién llegada a casa, tenemos unos 100 mil más. Más fácil se entiende así: ¿qué hacés con tus ojos durante el día? Mujeres, seguro, es más lindo mirarlas que leerlas; fútbol por el 7, 9 o TV pública B.A., seguro; la parada del colectivo y el bondi que nos lleva a nuestras actividades, también. ¿Y el resto del día? Televisión, papeleríos del laburo y.. sí, Internet. Hoy leemos.

En mi infancia, los cuentos de niños no fue un tema hablado por los niños. Jamás se nos pasó por la cabeza algo así como "vamos a casa a leer El Principito y a escuchar canciones de María Elena Walsh". Eran los tiempos de "Disco es Cultura", pero los pibes del barrio hacíamos carreritas de barquitos de madera en las acequias. Y si el tema era Súperman o Spiderman, había que verlo en el cine de la calle Lavalle o Buenos Aires, pero jamás un comic o un libro. Aún así, mis viejos lograron armar una pequeña biblioteca en mi habitación para meter libros de Emilio Salgari, Julio Verne y de historia argentina, que con el tiempo fueron conviertiéndose en textos por elección propia.

Pasamos al secundario en el Martín Zapata. No se hablaba de libros en los recreos ni en los momentos libres. Sabíamos que existían Borges y Cortázar, pero teníamos la cabeza ocupada con los chistes de Jorge Corona y las gatitas de Porcel y Olmedo. Esa es la verdad. En tercer año nos metieron a la fuerza uno de los libros más estúpidos que leí en mi vida. Se llamaba "El misterio de las valijas verdes". Claro, en esa época la profesora seguramente nos vio como niños, pero teníamos la cabeza puesta en Pink Floyd y Serú Girán. Será por eso que las primeras conexiones literarias como la gente llegaron a través de las letras del rock nacional que traían las revistas Cantarrok y Toco & Canto. Igual estaban los intelectuales de la música anglosajona que compraban revistas especializadas en inglés.

La universidad ya es otra cosa. Allí cada uno lee lo que le corresponde para aprender y empieza a despertar el hábito retrasadísimo por la lectura. Aparecen Borges, Marechal, Hemingway y muchos otros más. Llega la filosofía y la sociología. Desde Santo Tomás hasta Carl Marx. Por fin el tocadiscos anda bien: ahora "Disco es Cultura".

¿Quiénes leen hoy? Díficil de diagnosticar, aunque sirve saberlo porque es una conexión a la intimdad de esa parsona que creíamos conocer.

Está el que conoció El Eternauta cuando los Redondos sacaron "Bang Bang Estás liquidado" y está el que conoció esa historieta cuando aprendió a dibujar las caricaturas de Caloi y está al tanto de las tendencias de la historietas y chistes gráficos en el mundo.

Está el intelectual cerrado, que de católico no convencido se pasó al ateísmo, de la mano de Nietzsche y Marx, y siguió mamando ese punto de vista por siempre y está el intelectual con sabiduría, que además de lo descripto, conoce a fondo Julián Marías, Santo Tomás y Platón.

Está el que en los ochenta y noventa se compraban todas las revistas de automóviles y hoy tienen RSS en todos los blogs con esa temática, y guardan en su biblioteca libros con la historia de Ford y Chevrolet, y también está el que en los ochenta no se perdía ni un número de "Mecánica Popular", en los noventa siguió con PC Users y ahora está suscripto en Internet con todas las publicaciones específicas de informática.

Está el que parece tener sólo números en la cabeza y en su habitación esconde una gran cantidad de textos con tratados de economía y está el abogado frustrado que te habla todo el día de avioncitos y en su biblioteca acumula todos los códigos jurídicos que estudió en sus seis largos años de universidad, más los libros de la historia de la aviación en la segunda guerra mundial y en Malvinas.

Está la chica parroquiana que pareciera que nunca leyó nada en su vida, pero en el living de su casa, detrás de la mesa del comedor, tiene "El hombre light" de Enrique Rojas y los textos espirituales de Manuel Fernández y está la mujer que habla y habla y habla, como si necesitara una tonelada de libros en su garganta para contenerla y de repente esconde una biblioteca con libros de autoayuda y de recetas de cocina.

El libro está. O sino pregúntenle a las candidatas a reina de la Vendimia qué leen y qué películas ven (apuesto que más de una va a responder "Borges y Woody Allen").

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