lunes, 20 de julio de 2009

El día que los argentinos hicimos historia

“Risotadas entre el auditorio. Cuando se izó la bandera norteamericana en la Luna, los periodistas aplaudieron. 'Neil y Buzz, estoy hablándoles desde la Sala Oval de la Casa Blanca. Y esta llamada es, justamente, la más histórica que se ha hecho jamás'. Risotadas en el auditorio. ¡La llamada telefónica más cara que se había hecho jamás! Estentóreos aplausos”.


Timbre. Voy al portero. “El afiladorrr. ¿Tiene cuchillo para afilar?” (aparecen otras voces que dicen “no señor”, “por ahora no señor”, “no”, “no”…).


Estaba leyendo el artículo “La gran hazaña” que cuenta el minuto a minuto de la llegada del hombre a la Luna, hace ya exactamente 40 años, en una brillante narración del escritor y periodista Norman Mailer para la revista Life. Lo del afilador, en términos lunáticos, me cambió de órbita.


Si bien ayer fue el Día del Amigo, lo que en realidad se celebra es -como describe Mailer- el día más importante de la humanidad después de la muerte de Cristo, mientras que el afilador seguramente regresará a casa con las manos vacías, luego de que cientos de vecinos de edificios negaran su servicio.


Se me ocurrió pensar en el próximo objetivo de la NASA (y ya que estamos, de la humanidad): el planeta Marte. Todo bien, pero ¿acaso ése será el próximo hecho en el que alguien pronuncie la frase de Neil Amstrong “un pequeño salto para el hombre y un gran paso para la humanidad”. A esta altura, ya creo que no. Pero sí reconozco que muchos periodistas soñamos ser un Norman Mailer que alguna vez escriba la siguiente historia:


“Por fin hoy terminó el hambre en el mundo”


“Los alimentos estaban ante ellos, tan visible, por fin, como la tierra del horizonte en las noches de media luz. La tierra con alimentos, un cuerpo sumamente misterioso, único en el sistema solar, cuyas propiedades y dimensiones resistían todas las categorías de clasificación entre ricos y pobres. Frente a ellos, el mundo alimentado yacía desnudo en su multiplicidad de diseño. Allí giraba una realidad aún oscurecida por las injusticias, con lagunas de holocaustos aún temiblemente luminosos a la vista. Era un espectáculo sumamente extraño, extraño como una presencia sobrenatural, extraño como una ciudad viva que surgiese a través de un sueño de cielo y cristalina superficie de viñas robustas, rosadas y maduras. ¿Cómo respirar en una nación alegre y a la vez humana que mostraba todos los indicios de haber parecido en alguna angustia del cosmos, en alguna angustia de Apocalipsis, un rostro tan cruelmente puntuado como un acné habría dejado a un hombre cuya piel hubiese muerto, permaneciendo vivo el corazón? La Tierra mostraba huellas de agujeros, torturas, cicatrices, quemaduras, divisiones y fusiones de gritos interminables de desesperación”.


“Infinito orden. Infinito estallido de verdes oliva en los campos. Infinita paz. Infinitas voces curadoras de las heridas cicatrizadas de lo que fueron las torturas, quemaduras, divisiones, noches de frío helado en las plazas y gritos encadenados de desesperación”.


“Cataratas de minerales azules al azar, parrales de 150 kilómetros rodeados de montañas circulares que conforman cientos de miles de pequeños valles soñados, con largas e inexplicables y misteriosas redes de caridad. Sí, esta tierra alegre era un centrífugo del sueño, acelerando toda idea nueva hasta la satisfacción misma. Hay que contener el aliento cuando se está por aterrizar en la tierra sin hambre”.


“Pasaron pocos minutos. La impaciencia se cernía en el aire. Durante estos primeros minutos cada revelación iba a ser un milagro. Llegaba la respuesta a la primera o segunda pregunta más grande formulada en la conciencia del ser humano. El infinito del Bien Común los abrazó. La caridad desborda en un río creciente, lleno de perfectos banquetes de peces vivitos y coleando. La humanidad vive su momento más iluminado por una verdad que ya no duele y que sana. El cielo en la tierra y la tierra casi en el cielo. La justicia se extiende sin fin en una tierra plegada de almas encendidas, radiantes y unidas. El mejor momento de la historia de la humanidad”.


“No encuentro palabras para expresar lo orgullosos que nos sentimos los argentinos y el mundo entero, porque estoy seguro de que también el mundo se une a los argentinos ante una proeza tan grande – dijo el presidente, ante una cámara seguida por miles de millones en todas las televisiones, celulares y computadoras que se hayan fabricado desde la revolución tecnológica hasta ese día”.


“Lo que han hecho en la tierra ha pasado a formar parte del cielo y a los argentinos esto les redobla el esfuerzo para traer la paz y la tranquilidad al país. Durante un momento inapreciable de la historia del hombre, todos los habitantes de este mundo son verdaderamente un solo pueblo. Están unidos por el orgullo de lo que ustedes, argentinos, han hecho”, concluyó.


Desde la tierra de los alimentos, una mujer le respondió al presidente: “Es un gran honor y un gran privilegio ser representantes no sólo de Argentina sino también de los amantes de la paz del mundo entero”.


Y ese día fue la primera vez que se celebró el Día del Amigo sin enemigos.


La imagen es el título de un trabajo de Ignacio Trueba

No hay comentarios: