martes, 11 de noviembre de 2008

Por esquivar el dialogo


Esto pasó la semana pasada en el barrio Santa Teresita (Las Heras): "le dije a la vecina de la otra cuadra que le cambio su vivienda por la mía". "Es que en esta cuadras hay tiroteos cada dos por tres y tengo miedo por mis chicos, en cambio en la cuadra donde vive ella no hay tantos tiroteos como aquí". "Y ella quiere venirse aquí porque teme por su vida ya que en esa cuadra la tienen amenazada...". "Yo no creo que tenga problemas porque conozco a la gente que la amenazó...".

Una prefiere vivir en medio de los tiroteos que amenazada de muerte y la otra prefiere vivir rodeada de delincuentes que amenazan de muerte a sus vecinos en vez de estar en una manzana llena de tiroteos.

Cualquiera que lea el título de este blog y luego lo escrito hasta aquí en este post se preguntará si los mendocinos somos así. Decir que no sería negar la realidad. Decir que sí significa meter a todos en la misma bolsa. Entonces, un poco asesinos somos (¿esa es la respuesta?).

"Reverendo hijo de puta, ahora cambiaste el dominio puto cabrón. Pasame tu nombre que te voy a cagar a tiros. Con mucho cariño el que te vá a matar", escribió un tal X (¿se le habrá pasado la calentura?). ¿Por qué tanta furia? Lo que pasó aún no tiene explicación: envié un mail a un grupo de lectores del diario digital invitándolos a escribir para El Blog de los Lectores. La respuesta de X es la que acaban de leer. Una consecuencia cuya causa seguramente no fue mi mail de invitación, sino más bien un problema no resuelto en él que se canalizó a través de su correo electrónico de contestación.

¿Podrá ser qué todo lo que acabamos de leer son consecuencias de la mala comunicación?

En el caso amas de casa del barrio Santa Teresita vs vecinos peligrosos se trata de confrontaciones reales, es decir, entre personas que se conocen. El segundo caso, entre personas virtuales, que no se conocen. Si en tu vida real tuviste problemas y pudiste solucionarlos con diálogos entenderás que se trata de un problema de comunicación. Pero si sos de las personas que prefieren definir las cosas a los insultos o golpes, seguramente no lo entiendas, porque la comunicación se entiende y se asimila mejor con la práctica, con el día a día y no con los consejos sanadores. Existen numerosos métodos y formas, pero todo parte desde una actitud que está en el fondo del corazón: si hay amor, hay voluntad de comunicación; si hay bronca permanente y autoalimentada, no hay voluntad de comunicación. Así llegamos a la conclusión de que la falta de comunicación surge dee un problema personal -de inmadurez afectiva- por parte de quien no quiere comunicarse pero que las consecuencias la terminan pagando él y la otra persona. Y lo más sorprendente es que ahora se dé en Internet, entre personas que ni siquiera se conocen. "La violencia genera más violencia" escuché alguna vez del español Carlos Soria. Y tiene razón. Así como algunas veces nos hemos sorprendidos de las cadenas solidarias, también existen cadenas de bronca que parten de una concepción equivocada de la vida y se trasmite, sin parar, de persona a persona.

El prejuicio es uno de los alimentos preferidos de este tipo de personas. ¿Si la religión tiene que ver? Depende, aunque convengamos que las religiones establecen patrones de comportamiento. Pero su éxito depende si se hace partiendo del amor o no. Un católico moralista no es un buen católico. Un católico que vive en el amor todo lo que dice con palabras es un buen cristiano. Vivir con amor es muy difícil -realmente es un gran esfuerzo y el mundo no ayuda. Y el primer acto de amor es la comunicación, es decir, la forma de contactarse con el otro.

El objetivo de la comunicación es que las personas se conozcan a fondo. Eso no se puede hacer de un día para el otro. Si el vecino que amenazó a la mujer conociera de fondo a ella y también los adolescentes villeros que se divierten con los tiroteos en el Santa Teresita conocieran un instante de historia de vida de los hijos de su vecina, quizá la pensarían dos veces antes de apretar el gatillo. ¿Qué hubiera pasado si muchos de los delincuentes que asesinaron a mendocinos inocentes en los últimos tiempos, antes de gatillar, hubieran imaginado conocer la parte buena de su futura víctima, realmente le dispararía? Si se le pasa el efecto de la droga, seguramente no.

En fin, lo que está pasando en Mendoza es que la inseguridad nos cortó la posibilidad de comunicarnos. Otros creen que la idiosincracia de la maldad está creciendo porque muchos decidieron cortarle el rostro a Dios y a las iglesias. Con rejas y alarmas vamos a tener menos ganas de comunicarnos. Y a la vez, esa falta de comunicación alimenta la inseguridad porque ante la incomunicación nunca tendremos la posibilidad de llegar a una respuesta de fondo, porque para una respuesta hace falta una pregunta, y para eso hace falta comunicar.

Si para muchos el escenario de la comunicación es la ausencia de familia, esto último también es consecuencia de la falta de comunicación. Tanto miedo tenemos a no tener la razón que preferimos relativizar las cosas malas que hicimos o directamente negar la comunicación.

Al final, la idiosincracia de comunicación que necesitamos implementar en forma urgente se trata de algo que hace bien, porque para comunicarse hace falta aprender a hablar bien y sobre todo, a expresar los sentimientos que justifican sentirse bien y sentirse mal. Aprender a expresarse (¿qué distintos serían los comentarios de las noticias del diario digital si quienes escriben por un lado se expresaran bien y por otro, comunicarían mensajes concretos para debatir, más que para sacarse la bronca de barrabrava?).

Con una buena comunicación seguramente uno podrá intervenir mejor en todos los órdenes de la vida y sobre todo, darse cuenta de que vale la pena hacer las cosas por amor y no por despecho o bronca (esto último, para mi, es la gran batalla de la vida).


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