lunes, 17 de noviembre de 2008

Cuatro mujeres distintas pero iguales


A la primera la vamos a llamar Jimena. Tiene 35 años. Se casó hace tres años y desde ese tiempo, junto a su marido, están buscando tener un hijo. Al principio, como toda pareja, el proceso fue normal. Ahora la pareja atraviesa una crisis. La llevan bien, pero es una crisis jodida. Él ya se hizo los estudios y parece que está bien. A ella le encontraron algo raro que pinta no ser tan grave. Le recomendaron la inseminación artificial. Ya lo hizo: pagó 800 pesos. No funcionó. Siguiente paso: fecundación in vitro. Costo total: 10.000 pesos (es lo que sale aquí en Mendoza). Es una pareja común y corriente, como nosotros. Si esa es la salida, entonces por ahora será imposible (si a vos te pasara lo mismo, ¿dispondrías de 10 mil mangos para una cosa así?). Jimena y su marido piensan formar un movimiento social que promueva la cobertura de las obras sociales para estos casos. "El gobierno le regala preservativos y hasta los hombres se pueden operar para no tener hijos -como lo hizo un ex director de OSEP- ¿Y los que queremos tener hijos, cuándo harán algo por nosotros?, sostiene Jimena, con mucha razón.

A la segunda la vamos a llamar Cecilia. Tiene 31 años. Dos hijos que los tuvo hace ya casi cuatro años. Hace poco nos enteramos que espera el tercero. Los dos primeros los tuvo con un ex novio, con quien convivió hasta que el tipo se enteró de que iba a ser papá por segunda vez. La pareja no iba bien cuando tuvieron al primero y peor les fue cuando llegó el segundo. Cuando el tipo largó a Cecilia, ella juró no meterse más con un hombre. Al poco tiempo conoció a tipos no convencionales, muy extraños -parece que le gusta los hombres realmente raros y difíciles de descubrir-. La última vez que la vimos estaba refeliz de vivir a pleno un primer amor como nunca lo vivió. Nosotros le dijimos que se cuidara porque la primera etapa de los noviazgos es así, pero después se acaba el combustible y hay que regresar de la Luna de Valencia. Le recomendamos vivir un tiempo de noviazgo sano para conocerse bien y para aprender a sobrevivir cuando las cosas no están muy bien. Así lo hicimos nosotros. Para qué: no pasó ni un mes que nos enteramos de su nuevo embarazo (el tercero) por otra persona. No sabemos si está conviviendo con el padre de su tercer hijo o hija, pero la realidad es que ella apenas le da el sueldo para mantener a dos chicos. Sabemos que su actual novio trabaja, pero yo no podría vivir con lo que gana, seguramente. Ahora ese hombre se convertirá en el jefe de una familia con tres hijos.

A la tercera la vamos a llamar Tere. Es un año más joven que Cecilia. Se casó hace dos años. Desde hace un año que con su marido intentan buscar un hijo. Ambos se están haciendo estudios médicos: parece que el tipo tiene la salud reproductiva un poco complicada. Mientras, cada mes ella asiste a la misa que da el cura Lalo en la parroquia de la Sagrada Familia, en la calle Libertad de Guaymallén. Allí se juntan las madres que ya tuvieron hijos, las embarazadas y las que esperan tener hijos. Ella y su marido están económicamente bien y la pareja se la ve bastante madura. Todo el mundo desean que ellos ya sean padres. Conociéndolos, viéndolos desde afuera ésto parece una injusticia. Comparado con las dos mujeres anteriores, Tere es la "Mónica" de la serie Friends: la más madura, comprensiva y entera. La más realista y a la vez, la más íntegra y espiritual.

Finalmente nos queda una mujer: la vamos a llamar Elena. Todavía no cumplió 30 pero fue la primera que se casó. Tiene un hermoso niño de cinco años y el mes pasado tuvo a una lindísima beba de ojos negros y cabellos rubios. Es una madre tranquila y equilibrada. Pero algo no anda bien: la relación con su marido, que pareciera vivir en su trabajo. Aparece recién muy a la noche (hay noches que ni aparece). ¿Por qué están así? No sé. Pero parece que en cualquier momento se produce la ruptura final. Es contradictorio: acaban de tener la beba más linda del mundo y ya se están separando.

Imagínense lo que le dijo Tere cuando llamó a Jimena y le comentó los casos de Cecilia y Elena: "Dios le da pan al que no tiene dientes". Viene bien reclamarle a Dios por qué a veces hace tan mal las cosas: le da hijos a los que menos están preparados o directamente, a los que no quieren ser padres, y no les da ni una mínima chance a las parejas que están muy preparadas para ser padres y que además, "hicieron bien los papeles" durante el noviazgo, entre otras cosas. Pero si a Dios le reclamamos que no embarre la cancha, los seres humanos somos peores: usamos la libertad para no facilitar hijos a quienes lo necesitan (las obras sociales no existen para las parejas que quieren ser padres; mujeres que pueden ser madres consideran "una utopía" destinar su embarazo para una adopción y prefieren insistir con la legalización del aborto), las que pueden tener hacen lo posible para que ese bebé llegue en el peor momento de sus vidas y así mucho más. Realmente es cierto que Dios le da pan al que no tiene dientes, pero los hombres directamente le sacamos el pan a los que tienen dientes y a los que no tienen dientes también.

Más allá de este escenario sobradamente injusto, ciertas cosas de la vida allana lo que parece imposible: el sábado pasado estuve la misa del cura Lalo, en Guaymallén, en la celebración de la Virgen María embarazada, que es la Virgen de la dulce espera. Llegué decepcionado por esta contradicción de negarle el pan al que mejor quiere morder, pero pasó algo increíble, bastante nuevo: en la entrada de esa iglesia de la calle Libertad había decenas de mujeres con sus bebés recién nacidos, todas muy felices. Adentro estaba requerepleto: embarazadas, con niños y mujeres ni embarazadas ni con niños, todas muy contentas. No conozco las historias de vidas de éstas mujeres, pero seguro que algunas de ellas pudieron ser Jimena, Tere, Cecilia y Elena, porque al fin y al cabo las cuatro quieren ser madres. Y allí me di cuenta de que los seres humanos somos capaces de recrear por unos instantes el cielo en la tierra, es decir, el clima de suma armonía, paz, fraternidad y unión. No podía sentirme mal, sino que todo lo contrario. Allí la consigna no era tener o no tener hijos (como si fuera un objeto de propiedad privada). Lo que había allí era la celebración plena de la vida. Recuerdo que el cura Lalo agarró a un bebé, lo levantó, dijo que nació hace dos meses y todo el mundo aplaudió. Y así lo hizo con unos cuántos más. Parece increíble lo bien que se siente cuando una multitud aplaude a un bebé.

Cuatro mujeres y cuatro historias de vida distintas que cuando se vieron las caras se olvidaron de las diferencias que las asusta y se contagiaron de la felicidad merecida que las une. Reconozco que el amor es una verdad que ya nos supera.

2 comentarios:

Lucas Moreno dijo...

Si una pareja quiere tener hijos y no puede, existen muchos niños que ncesesitan ser adoptados

Anónimo dijo...

Más allá de la materia que se plantea, es esperanzador el mensaje y está muy bien escrito. Saludos