martes, 30 de septiembre de 2008

Un lugar para los niños


El domingo último nos juntamos en un camping con una gente copada. Eran varias familias. Después del almuerzo –que fue a la canasta y por lo tanto, como es nuestra costumbre, con toneladas de comida que sobraron- nos salimos del quincho para hacer un juego grupal. Entre ellos, el de vestir al enano. El enano era una nena de 10 años. Cada integrante de los grupos que se armaron para cada juego (unos diez en cada uno) tenían que sacarse algún abrigo y con eso mismo, vestir a la nena, de a uno, a modo de carrera con postas, o sea. Cuando me tocó a mi, la pobre piba tenía ocho buzos de gimnasia encima y tenía que ponerle otro buzo más, mientras el resto me apuraba. Al final ganamos nosotros porque pudimos vestir a la nena con 14 prendas distintas. El juego siguiente fue el de formar una cadena humana, en el que nos pasábamos a otro niño del grupo, de brazo en brazo, como si fuese un bebé, a lo largo de una cancha de fútbol. Creo que llegamos segundo. Pero lo que más recuerdo fue cuando me tocó a mi pasar a la niña, que ella se reía muy sorprendida por el juego.

Al concluir los juegos y aceptar resignados el veredicto corrupto del jurado –que al final premió al azar y no al que más méritos hizo- lo que más me quedó fue el hecho de ver familias enteras –casi todas con uno o dos niños- jugando. Niños participando y llevándose un recuerdo imborrable (¿quién no va a  recordar esa tarde en el que le pusieron 14 prendas de vestir?, por ejemplo).

¿Los niños ahora participan de nuestra vida? Veámoslo desde la letra chica. Agarro el diario de cualquier día de la semana, ¿qué hay para ellos? ¿Los títulos de las noticias están hechos también para ellos? Vamos a la tele de la mañana y vemos A.M.o Mañanas Informales, ¿en estos dos programas hay espacio para los niños? ¿o al menos, respetan los códigos básicos, como el clásico “prohibido para menores de 18 años”? Sigamos. Se acerca el mediodía. Aparecen los Simpson, ¿realmente es 100% para niños? Llega el mediodía. Mamá llama del trabajo para decir que no viene a almorzar. Papá se fue a una reunión. La empleada no está. Hay que sacar la comida de la heladera y calentarla en el microondas. Bueno, es fácil de hacerlo. Mientras, como sabemos que papá y mamá recién vuelven a la noche, nos llevamos la silla al baño para poder sacar las revistas PlayBoy que papá esconde donde mamá guarda las toallas. Y tenemos todo el día para ver. Y si después no lo dejo bien donde estaba, no hay problemas: papá me va a comprender porque es un tipo abierto que no me pone límites. Y sino, salgo un rato a la calle y me voy a cualquier kiosco de revistas para ver la última tapa de PlayBoy. “Ahora podemos ver las minas en bolas. Antes, en la época de mi viejo, en los kioscos no dejaban ver esas partes de las revistas”, dirán ellos en la escuela. De última, irán a un locutorio a jugar un rato a un videogame y de en tanto en tanto, ver ver videos XXX. ¿Alguien los controla allí? (no, preferible eso antes de que te tilden de "facho"). Llega la noche y por suerte está Tinelli. “¿Que a vos no te dejaban ver Olmedo cuando eras chico? ¿Qué cuadrados eran en tu familia?”, comentarás mientras alguna bailarina deja escapar un pecho que quedará en la mente y en la imaginación de los pequeños (también de sus hermanos y padres) cuando se acuesten a dormir. Y si por esas cosas del destino, papá y mamá quieren que los acompañemos viendo alguna película de la tele o comedia made in Argentina, es probable que allí sobren las armas, la violencia y los crímenes, y escaseen los matrimonios con hijos que se llevan bien. No seamos hipócritas, aún nadie nos explicó por qué en las tiras nocturnas no ponen a parejas de muchos años que se quieran y se amen de verdad. Eso es así.

Sinceramente reconozco que cuando en el trabajo o en otro ámbito buscamos una idea para llevar a práctica, todo se hace con “orientación al mercado” y por alguna extraña razón excluimos a los chicos. Aún no nos hemos dado cuenta de que ellos serán el mercado del futuro. Seguramente ellos reclaman que los eduquen como nos educaron a nosotros para aprender a ser libres de verdad. Yo creo que aún no somos concientes de la consecuencia de todo esto. Quizá creemos que la libertad se enseña dejando que los niños entren a la farmacia y tomen todos los remedios, en vez de enseñarle primero qué son los remedios y luego permitiéndoles ingresar a la farmacia para elegir los remedios que le van a hacer bien. En el primer caso todos morirán, porque es natural que suceda así. En el segundo caso, no. Lo mismo pasa con la educación y la libertad. 

¿Por qué hoy le quitamos al papá y a la mamá? Cuando hice la primaria en el colegio Nadino de la calle Granaderos, ninguno de mis compañeros tenía a sus padres separados. Hace poco me contó Guillermo, un amigo de Luzuriaga, que uno de sus hijos es el centro de atención del curso porque...es el único que aún conserva a sus padres juntos. ¿Tanto le costó a esos padres plantearse un noviazgo profundo y verdadero, en el que no quedaran dudas para hacer lo que después hicieron, es decir, tener hijos? ¿No se nos pasa por la cabeza que después de una relación sexual, por más preservativos que se hayan usado, siempre existirá la posibilidad de embarazo? ¿a nadie se le cruza por la cabeza que los seres humanos son animales racionales que se reproducen justamente cuando hacen el amor?

Ellos merecen recibir, al menos como mínimo, lo mismo que recibimos nosotros cuando tuvimos la misma edad que ellos. No sé si hoy llegamos a eso. Pero me da la impresión que a los niños le hemos robado mucho.

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