jueves, 18 de septiembre de 2008

Un cierre polémico

Sin darte cuenta metiste la pata.

Pasa. Y es común que nos demos cuenta recién cuando expira la última carcajada de todo el auditorio.

Me pasó en la secundaria una vez cuando el preceptor me llamó en el recreo de la primera hora. Me miró mal, como diciéndome "¿así que sos el más vivo, no?".  Recién caí cuando vi cómo el hombre observó con firmeza mis mocasines: el izquierdo era marrón y el derecho, negro. Reconozco que algunas veces me puse medias de distinto color (negras o marrones, azules o verdes, negras y grises, negras y azules, jamás un blanco y negro), pero de allí a ponerme calzados de distintos colores... Me dieron autorización para regresar a casa para cambiarme los zapatos, o mejor dicho, el zapato marrón, que era el que estaba de más. El otro lo tenía debajo de la cama.

También pasa con los jeans de moda que vienen sin cierre. Yo tengo uno que cierra con botones. Cada vez que salgo del baño me aseguro de que estén bien cerrados y diez minutos después, por arte de magia, mirás un poco al piso y te encontrás con que esos malditos botones se desabrocharon. Recién me pasó que me di cuenta en la calle que el cierre lo tenía abierto. Por suerte había un cajero automático. Una mina que no sé por qué estuvo un buen rato allí adentro mientras en la vereda yo estaba con la posición que adoptan los futbolistas que se ubican en la barrera de los tiros libres, es decir, la posición final de las manos al terminar de hacer una abdominal.  Y adentro del cajero tampoco fue muy fácil porque siempre otros -en este caso, como indica Murphy, mujeres- te están mirando a la espera de que le dejes el lugar.

El colectivo también es un sitio incómodo para subirse el cierre, sobre todo cuando te sentás en el medio en un viaje  con el vehículo repleto. El brazo que da al pasillo o al centro del colectivo cumple la función de encubrir al otro brazo que realizará la operación de subir el cierre o abrochar los botones del cierre. Sinceramente he advertido que todo el mundo se da cuenta, así que no es recomendable.

No hace mucho me pasó en una reunión con amigos en la Arístides que una mujer tenía abierto el cierre de su pollera. La única forma que se diera cuenta era avisandole, porque ese cierre se ubica en sus espaldas. Para qué. Ahí no zafás cerrando las piernas. La cuestión fue que entre todos hicimos un sorteo para ver quién le decía y cuando la cosa se estaba decidiendo, finalmente esta mujer pagó y se fue del local con el cierre abierto. 

No es fácil para los miembros activos del sindicato de Murphy. Uno cree que el que se burló lo marcó para siempre. Estoy seguro de que no es tan así. 

1 comentario:

Carmen Diez dijo...

yo me pregunto, cuando dejaran los periodistas de escribir en letra pequeña?????????

¡¡¡¡¡buena musica!!!!