martes, 16 de septiembre de 2008

Natalia y Andrés

Son de Las Heras. Se conocieron hace 9 años. Él jardinero y ella, estudiante de Ciencias Políticas. Los vi el viernes a la noche en el Bustelo, dentro de esa gente buena que fue a ver a los enanos, que te conté en el último post. ¿Por qué fueron allí?

En agosto de 2006 compartimos el Fin de Semana de Novios del movimiento Encuentro Matrimonial. Luego ellos me contaron que en esa ocasión llegabaron con un largo noviazgo en estado de agonía. Dos personalidades, en un punto distintas hasta el extremo, como ocurre en las parejas que para sentirse unidos necesitan tener algunas cosas muy distintas. Con el tiempo los fui descubriendo y entendí por qué él la amaba y ella lo amaba. Se puede decir que él es el típico mendocino que con un coche a sus pies se siente más ganador que Isidorito en sus años de oro. Ella, como dice esa canción de Sui Generis, una típica inocente. Después de ese fin de semana, ambos tomaron una decisión que tenía que ver con el amor y empezaron a sumar en cada encuentro que los convocaba con sus amigos.

A poco de cumplirse un año de su casamiento me alegré el viernes a la noche cuando me comentaron que están buscando familia (bueno, ya somos dos parejas en el grupo, me dije!). Cuando una pareja no quiere tener hijo, lo normal es que te pregunten ochocientas veces el por qué. En cambio, cuando es al revés no te preguntan el por qué. Yo se lo pregunté y la respuesta fue más que obvia: la naturaleza misma del amor te lo empieza a reclamar hijos. Será porque en el fondo somos familieros o porque al final es verdad, por más años de vida que tengamos por delante, un amor de pareja tiene gusto a poco cuando la cosa empieza y termina solamente en la pareja.

La noche de su casamiento como era de esperarse de mi asesor Murphy, el limpiaparabrisas de mi coche me hizo un piquete en el mismo parabrisas en el peor momento que podía hacerlo, es decir, cuando se largó la lluvia.  La cuestión fue que salvado este problema pudimos llegar a la fiesta, al menos. Ir a un casamiento después de haberte casado es un hermoso placer que aprendés, justamente, después de casarte. Porque cambian cosas increíbles, como lo es la actitud ante el vals: si antes de casarte odiabas el vals, después de casarte lo empezás a amar. Y otra cosa que también hace calentar el corazón es ver cómo los recién casados se miran a ellos mismos cuando entran al salón, cuando brindan y por supuesto, en el momento del vals.

Y pasó que cuando llegamos al salón de fiestas, ellos entraban allí con todos los invitados a los aplausos. Los parlantes también le dieron el recibimiento con una canción de los enanos,  "La luz del día" . Los dos, pero sobre todo ella, con un rostro colorado y único, por estar viviendo ese momento que todas las mujeres saben cuando lo soñaron un millón de veces antes jamás pensaron que iba a ser tan lindo y perfecto como lo iba a ser en el momento de llevarse a cabo.

Arriba del escenario del Bustelo se subieron siete chicas a cantar "Luz del día". Marciano y Felipe estaban pendiente de que ellas afinaran bien. Quizá no alcanzaron a distinguir a que a unos 60 metros de ellos, ella lo abrazó a él y no pudo evitar que su contagiosa lágrima de emoción también lo alcanzara a él. Apenas terminó el concierto nos vimos y allí nos enteramos de que están buscando familia. 

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