miércoles, 3 de septiembre de 2008

Danza rota

Recuerdo que cuando hablamos de la guerra de Malvinas, alguna vez escuché decir que mientras los muchachos peleaban en el sur, la juventud de esa época igual salía a bailar a los boliches, como si pasara nada.

Ahora siento algo igual con las víctimas del delito. El asesinato del policía en la Universidad Maza realmente impacta a cualquier ser humano cuando nos enteramos que tenía tres hijos. Me imagino a ellos cuando sean grandes que hubieran querido vivir con sus padres como lo hicimos los que tuvimos la suerte de tenerlo. Ellos tendrán el recuerdo de un papá que fue ejemplar. Generalmente cuando matan un policía y después leemos con más detalle la crónica policial nos encontramos con que ese hombre estaba casado y tenía tres, cuatro o cinco hijos. Es decir, una familia partida en mil pedazos. También se me viene a la cabeza casos como el de la maestra Claudia Oroná y de la mujer embarazada que asesinaron hace poco. También con el caso de Roque Giménez, que también quedaron sus hijos.

En fin, son tantos los asesinados por la delincuencia que admito que me costaría salir a bailar, a celebrar algo. Esto es porque uno -o algunos- sienten las ganas de compartir esos buenos momentos y se percibe impotencia cuando ese "compartir" es desigual. 

Leyendo los últimos momentos de hoy miércoles me encuentro con que mataron a un joven de 16 años en Godoy Cruz. Estoy casi seguro de que quienes asesinan no tienen ni la menor idea de lo que es una familia.  Alguna vez pasé por una villa y escuché cómo se maltratan a los niños y es difícil imaginarse cómo ellos crecen y con qué mentalidad lo hacen. Quizá nosotros estamos acostumbrados a lucharla, a hacer proyectos, a trabajar para lograr un objetivo, a compartir las buenas y las malas con la pareja para poder hacer una familia. Y te encontrás del otro lado a tipos que viven el día a día y nada más, y que en el fondo aún no sabemos cómo hicieron para crecer y vivir en un ambiente muy hostil. 

Es difícil hacer una conclusión equilibrada porque celebrar es un derecho y mucho más cuando uno transpira la camiseta día a día. Pero también admito que cuando vos te ponés en lugar de otro, en este caso, de una víctima del delito, se te cae todo el esquema.

Al menos, durante Malvinas  -yo tenía 12 años en ese entonces- todos sabíamos que no era la guerra de los cien año y que algún día terminaría. Ahora, en esta guerra contra los delincuentes, creo que todos tenemos algo de esperanza en creer que podrá durar un tiempo pero no todo el tiempo que nos queda de vida. Pero pasan los días y pareciera que ésto no va a cambiar. Entonces nos terminamos acostumbrando a que esta guerra en realidad no es una guerra sino la forma más normal de subsistir y que en este esquema de supervivencia al azar tenemos que ajustar ciertas cosas, como las fiestas y celebraciones. No es por nada, pero creo que cuando celebremos el próximo Año Nuevo, en el momento de levantar las copas, nos vamos a acordar de todos ellos y posiblemente la conciencia nos transmita algún mensaje para entender mejor todo ésto.

En fin, deseo que al menos la sociedad siga creyendo en las familias

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