viernes, 11 de julio de 2008

Ni París ni Ciudad del Este

De Mza a Cdad del Este

Llego a Lavalle y San Juan. Ella se sube y me regala un elegante bolso de cuero. Ok, es para el trabajo (cuando estás casado, si tu mujer es buena, siempre te llueven regalos que en realidad, más que regalos, son pequeñas llamadas de atención para que te vistas como corresponde). En fin, éste no es el tema, sino el hecho de dónde mi mujer compró ese bolso elegante que prefiero no saber el precio.

Será porque allí trabajan muchas mujeres o porque muchas de esas mujeres trabajan allí sin trabajar es que todos los días decenas de vendedores de todo tipo recorren las oficinas del IPV para ganarse la vida. Cuando supe de esto por primera vez digamos que me salió el “antiempleado público” contestatario (llámese así a quien no soporta perder tiempo en trámites burocráticos de todo tipo) y la critiqué sin el freno de mano puesto en la garganta. No podía entender cómo en un laburo uno tiene tiempo para atender a una chica que vende joyas y relojes (que para el colmo allí le va bien), a una vendedora de Mary Kay (¿así se escribe?), a un hombre que vende miel casera un poquitito más barato que el supermercado, a un campesino que vendía una ensaladita de lechuga y tomate en un tapercito a un peso cuando solamente el kilo de tomate en el súper lo vendían a cuatro pesos, y así mucho más. E inclusive, lamentablemente tengo que denunciarlo así, a un sujeto que cae con muchísimos CD y DVD truchos para venderlo allí adentro.

Y seguro que me estoy olvidando de mucho más.
Claro, la primera sensación que tendrá quien esté leyendo esto es que “así le va al país con empleados públicos que no hacen nada”, pero la realidad es que –por lo que percibo cuando ando por allí- es que los empleados se las arreglan para trabajar y atender a éstas personas, que por tratarse de un organismo público se sienten ellos “público” también entonces la ecuación cierra así.

Sin embargo bien vale decir algo desde la otra vereda. Y es que cualquiera de nosotros habrá percibido cuando, para dar un ejemplo, nos pegamos una vuelta en el Jumbo y el Easy. Todo muy lindo y la verdad es que allí encontrás muchas cosas que hoy mismo necesitás (si te ponés en postura consumista neoliberal sin rostro humano). Pero a la hora de acercarte, por ejemplo, al sector de los papeles higiénicos y ves que ahora, lo que salía antes 3,50 o $4 ahora está a $9, o en mi caso como diabético, cuando vas a agarrar un Torroncino (chocolatín) que antes salía entre 2 a $3 y ahora lo encontrás a $8, 50 te dan ganas –como dicen los amigos cuando intentan rematar su queja con un disparo de palabras fuertes – de pegarte un tiro en las (¿Divididos? ¡Las Pelotas!).

Al fin y al cabo los que hoy necesitan más espacio para vender son esos campesinos que llevan su propia ensaladita hecha en el campo y que nos la puede ofrecer a un precio cuatro o cinco veces menor que el almacén o súper, también esas vendedoras de joyas y relojes que son capaces de solucionarle el problema a tu mujer con alguna chuchería que valga 20 pesos y no con un producto cuyo costo está en euros totalmente inaccesible para nosotros y para los turistas que no llevan euros ni dólares. En fin, sacando al vendedor de CD s y Vds. truchos, quienes se animan a vender para que todos podamos vivir y no para que ellos puedan sobrevivir y el resto no, merecen una buena vidriera.
Creo que Mendoza no necesita tener los precios de Ciudad del Este (todo x2 pesos) pero tampoco los de París.

No hay comentarios: