miércoles, 9 de julio de 2008

La chinita del 9 de julio

San Juan, entre Lavalle y Buenos Aires, a las 13.30. El tránsito es siempre muy denso por allí, aunque ayer fue un poco más. Como iba a pie se me ocurrió acercarme a ver qué pasó. ¿Y qué pasó? En la vereda del súper chino había niñita oriental recién llegada de la casita de Tucumán hace casi 200 años atrás. Tenía esos peinetones que cada vez que la profesora de Historia del colegio Murialdo nos la nombraba, hace ya casi 30 años, por alguna razón en esos días yo pensaba igual que ese Gato de Verdaguer que conocí 20 años después: peinetones de fibra de vidrio más grande que la misma cabeza. Y la pregunta estúpida -porque aquellos actos del 9 de julio siempre eran monótonos y aburridos, por lo tanto había que reírse de algo para pasar el rato- que nos hacíamos era cómo podían esas mujeres salir de sus casas si esos peinetones llegaban hasta el balcón.

En fin, para no irnos por las ramas, lo que quise decir es que apenas vi a la hijita del dueño del supermercado chino vestida como dama de honor de 1816, se me vino a la memoria los peinetones y todo eso. Pero lo interesante fue que la gente que pasaba en los coches frenaba un cacho para ver a esa niñita, que dentro de todo estaba rescatando una parte importante de nuestra historia olvidada o desvalorada por los que reconstruyeron la historia a partir de la destrucción de todo lo que tuviera que ver con los valores cristianos y conservadores (no es bueno "conservar" lo malo pero somos tan extremistas que también no "conservamos" lo bueno).

Metiéndonos en una máquina del tiempo: ¿esta niñita, vestida con la ilusión de nuestra historia, alguna vez se desilusionará de nuestra patria?, ¿alguna vez nosotros le diremos a su rostro"no podés" cuando venga a pedirnos trabajo o a pedirnos un consejo?, ¿alguna vez ella será víctima de un engaño causado por la viveza criolla que le hará plantear profundamente el por qué ella y sus padres decidieron que ella fuese argentina y no coreana, o japonesa, o taiwanesa o china?, o más profundamente, ¿cómo ella se va a sentir el día que madure y perciba una decepción por nuestro país?, ¿se le ocurrirá decir -como seguro a muchos de nosotros lo habremos hecho- que "y pensar que yo era el gauchito del 25 de Mayo" cuando aguarde en el aeropuerto la llegada del avión que lo trasladará a España, Italia o Estados Unidos, para siempre, como muchos de nuestros lectores mendocinos del exterior?

Quisiera hacer lo posible por lo menos para que el día que esta niñita crezca y posiblemente se sienta decepcionada (por nosotros) que yo y alguno de nosotros seamos capaces de brindarle una mínima dosis de esperanza, para que ese sueño de aquella niña más argentina de la calle San Juan no se esfume para siempre.

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