martes, 15 de julio de 2008

Influencias

Puede que lo que ahora te cuente resulte algo persona, pero si lo evaluás un poco con lo que ahora te está pasado puede que a vos algo te influya también.

El clímax de esta historia fue el domingo a la noche, en una reunión con amigos en un restaurante de la calle (avenida) Juan B. Justo. Hasta ese momento, mis emociones habían aguantado bien: dejar que mi mujer estrene su carnet de conducir recorriendo calles transitadas y difíciles, algunos vaivenes emotivos del laburo, vividos por dentro y no explicitados por fuera (como el asimilar noticias ácidas y duras como la violación de un bebé por parte de su papá con sida o que hayan arrojado a un recién nacido de la ventana de un coche a una acequila de El Algarrobal, por ejemplo, o el caso de los pobres que viven en jaulas -como si fueran perreras en Hong Kong), también el asistir y contener a familiares enfermos, los inconvenientes repentinos que te trae un coche modelo 94, a pocos meses de que tener el motor fundido y otras cosas más.

Después de haber soportado estas cosas y otras tan pequeñas -que hasta ese momento no tenía en cuenta de que eran cosas pequeñas que me estaban afectando- una de las amigas más feministas de nuestro grupo se lanzó contra mi por ser "autoritario" ya que tuve "iniciativa" para proponer un menú. En fin, a ninguno de ustedes les importa ésto. La cuestión fue que después de mucho tiempo, dentro de mí rugió el ladrido violento de un ovejero alemán ante otro ovejero alemán, con pollera, que parecía ladrar más fuerte que yo. Cuando la moza trajo el dogui los dos nos calmamos y me sorprendió el cambio de humor de esta chica feminista, que por tercera vez en la vida me decía "autoritario" por proponer algo por el bien de todos. De furiosa se transformó en agradable y amable, como si fuera Norma Dupláa en "Socias". Yo no pude hacer eso: me quedé congelado en la rabia.

"Es normal que nos peliemos y después nos abuenemos" dijo ella, después. "En mi laburo es normal que pase eso", concluyó.

Ahora viene lo interesante: ¿realmente es bueno enojarse, gritar y luego abuenarse, y después volver a enojarse, gritar y luego abuenarse, y después volver a enojarse...(repetir 29 veces, hasta quedar afónico)? Conclusiones:

- Los histéricos tienen que respetar a los que no son histéricos. Para ellos es normal cambiar de estado de ánimo como piloto de Fórmula Uno en las curvas cerradas. Un desequibrado tiene siempre los libros tirados en el piso (afuera de los estantes) porque está acostumbrado a sacudir la biblioteca. Pero quien acostumbra a tener los libros ordenados en la biblioteca no le resulta fácil que venga un chiflado corriendo y le tire todos los libros al piso, porque le obligará a perder tiempo para levantar los libros y ordenarlo (¿se entiende, no?).

- En el libro "Tus zonas erróneas" el autor lo señala muy clarito: no hay que razonar con las emociones.

Pero la siguiente conclusión no es un prejuicio sino que algo que lo sentí en primera persona cuando intentaba reacomodar mis libros:

- "Finalmente Néstor, Cristina y D'Elía influyeron sobre mí: lograron sacar bronca de mis adentros".

No se trata de una excusa. La verdad es que lo sentí así: por una cuestión de trabajo y de interesarme en la realidad, el mensaje de odio que los jefes de la cantina nacional expresan ante los medios cada vez que pueden terminan influyéndote. Y si yo lo percibí después de vivir este conflicto, ¿cómo lo vivirán cada uno de ustedes cuando ven un noticiero, cuando se les escapan una puteada en el trabajo o cuando bajan la ventanilla del coche para decirle algo no bonito al taxista o colectivero?

En una parte del Evangelio a Jesús lo cuestionan porque deja que la gente se alimenten con comida "impura". Jesús les dice que en realidad nada de lo que existe afuera de la persona es impuro: lo impuro es lo que surge de la persona hacia afuera de sí misma.

Es decir, los discursos de Néstor, Cristina y D'Elía no son "impuros": lo impuro es la influencia que logró sacar de mis adentros una bronca hacia afuera.

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