viernes, 9 de mayo de 2008

Over Pucho

Diciembre de 1987 (o sea, no fue ayer). Un bondi de turismo La Cumbre (¿se acuerdan? era el que salía más barato) despega de Pedro Molina y Perú. A esa hora, los únicos habitantes de la escuela de comercio eran los padres y familiares de los alumnos de 5° 2°. Nos fuimos a Bariloche.

Cuatro horas y media después habíamos pasado San Rafael y encarábamos hacia Alvear, entre Montecomán y Villa Atuel, si no me equivoco (seguro que me equivoco). Empezaba la nochecita. No me acuerdo si fue el Renato, que me ofreció un pucho. Dije "está bien, nunca fumé, al menos probá una vez para cuando alguna vez hablés de lo malo que es fumar, lo hagás con un poco de autoridad moral". Intenté desprenderme de todos los prejuicios (el del cáncer de pulmón, sobre todo) y prendí el pucho. Empecé a fumarlo. El único sabor que le encontraba era el del humo (¿por qué a los fumadores les encantan fumar?, pensé). Me puse en el rol del vaquero fachero de Malboro y de las minitas que ya estarían esperando a esta estrella imaginaria de cine, de 17 años, en Bariloche. Intenté, pero finalmente no pude: por culpa (creo yo) de la hiperinflación de Alfonsín o de que mi vieja viviera siempre quejándose de la guita, es que se me apareció en la cabeza la escena del que "está bien, si querés fumar, fumá, pero ¿cuánta guita te va a salir esto a lo largo de toda tu vida? ¿por qué no ahorrar para así comprarte tu tan soñada guitarra eléctrica?).

Nunca tuve guita para salir a bailar a los boliches hasta los 26 años (casi diez años después de esa historia del viaje de egresados). La vez que fuimos a bailar en esa época, nos mandamos para un boliche en Tupungato porque en Mendoza no te dejaban entrar si ibas colgado. Además, salía más barato ponerle nafta al Citroen de mi hermano y pagar la entrada en Tupungato que ir a un boliche de Chacras o El Challao. Después, desde el 92 hasta el 96 viví en Buenos Aires con los mangos ajustadísimos (recuerdo que en primer año, durante quince días almorcé galletitas Criollitas). Laburé muchísimo gratis (de lo mío) y con la guita sólo para el colectivo y para el caramelo de miel, por si se me bajaba el azúcar. Recuerdo que una vez una minita linda me largó "porque no tenía coche". Cuando tuve coche, el indicador de la nafta siempre estaba en la línea roja (en eso todavía no cambié). Me pasó de tener que pasar varios fines de semana con la videocasetera, porque no sólo no tenía minita para salir, sino también dinero para pagar lo que sea (boliche, café, cine, drugstore). Lo más duro fue el año pasado, cuando ya estando casado agarré un laburo con un sueldo mucho menor al del indicador de la pobreza, lo que me duraba dos días y el resto tenía que aguantar. Ahora, en este momento, estoy calentando unas salchichas que me salieron seis pesos, porque mi sueldo aún no lo depositaron en el cajero y estoy con dos pesos para toda la tarde y noche.

Gracias a Dios que aquella vez decidí no fumar (al final tenía razón con lo de la guita). ¡Ah! y mi viola eléctrica está a punto de cumplir 10 años.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajaja muy buena tu historia. Saludos ! gonza