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Era el único momento del año en que no circulaba ni un coche o colectivo por la Paso de los Andes. Era la única vez del año en que me paraba en la mitad de esa calle, en el cruce con Martín Zapata, para ver cuántos coches podían aparecer en ese horizonte marcado por un Big Bang de fuegos artificiales. En las páginas de Los Andes venían apareciendo desde hacía unas semanas las imágenes del pesebre con una suerte de eslogan que no era otra cosa más que el saludo del Colegio de Escribanos, Centro de Empleados de Comercio y no sé cuántas instituciones más. El pesebre y el niño Jesús también solían aparecer mezclados en avisos publicitarios, pero sobre todo en los spots institucionales de Canal 9 y Canal 7 Mendoza. Noche de paz. Noche de amor. Paz y amor de diciembre, el momento más esperado del año para ser feliz, aunque sea para llorar de tristeza por esa alegría tapada por una tragedia en la ruta, un crimen o un cáncer que no tuvo paciencia para cerrar el capítulo final de una vida. Todo eso es Navidad, más la misa de las 21 y que termina una hora antes del momento más celebrado de la Nochebuena, más las llamadas telefónicas de la hermana que vive en Estados Unidos o Canadá y que ya nos dice “feliz Navidad”, pese a que ellos aún deben esperar tres horas más, o del pariente que hace cinco horas expresó su “feliz Navidad” en una helada noche en Madrid o Milán.
A la Navidad de hoy le falta lo más importante: el niño por nacer y que nació, Jesús.
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Ese sábado a la noche, con mi mujer decidimos cenar en el Shopping. Y decidí echar un vistazo en todos los negocios para ver si había…no, no hubo ni uno solo, ni un pesebre y ni una imagen del niño Jesús. Santa Claus hasta en los sobrecitos de té para las expendedoras gratuitas de agua. Todo porque eso que me dio los mejores recuerdos de mi infancia y los mejores momentos de paz en mi alma “puede traer problemas”.
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Al día siguiente, tras revisar los diarios digitales de Mendoza, le tuve que decir a mi mujer que esa nota conn texto, audio, video y fotos no lo publicó nadie. Ella, o el corazón de ella, miró al niño Jesús y dijo con mucha tristeza “pobrecito”.
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