martes, 1 de diciembre de 2009

Berni, Benja y Beto


Hasta que sus respectivos padres no se decidan a agrandar la familia, Berni y Benja seguirán siendo más hermanos que primos hermanos. Se las arreglan para estar jugando todo el día o mejor dicho, siempre que los estoy viendo. El que admira a su padre es de Godoy Cruz y el que quisiera ser como su papá, de Las Heras. Lo particular es que ambos padres se desloman con todo y conociéndolos, sé que sufren bastante. O porque están muchas horas afuera de casa o porque no lo pagaron ese día, etcétera.
Pero ambos coinciden en que su pequeña familia es lo más importante y sus únicos hijos se lo retribuyen con el afecto del socio número uno de un club de fans.

Hace menos de un mes, cuando se celebró la estúpida fiesta comercial de Hallowen (“noche de brujas”), Berni y Benja, junto a unos 60 compañeritos del colegio Pablo Bessón de Ciudad, pasaron la tarde en el Parque Central, todos con remeras blanca y entregando a las personas tarjetitas con mensajes positivos. En un improvisado escenario, se animaron a representar una mini obra de teatro. Los colores santos –diría Cerati- en sí se ganaron la tarde. Luego Benja y Berni me comentaron que esa tarde fueron bien recibidos por los mendocinos y Berni tenía muchísimas ganas de contarme más cosas, al enterarse de que esta historia lo escribriría en este blog. Remontándome a cuando yo tenía ocho años, la edad de ellos dos, recuerdo que las pocas veces que me abría a saludar y a intentar brindar amor a los desconocidos me quedaba una alegría inolvidable marcada, aunque fuera en estúpidas cosas, como saludar a los gritos desde la ventana de casa a todos los automovilistas que pasaban por la Paso de los Andes, como lo hacíamos con mis dos primas de San Rafael.


Según me contó la mamá de Berni, en el colegio que van estos chicos (imagen) tienen la política de la integración, por lo que entre sus compañeritos hay discapacitados diversos. Y se acostumbraron a que en los recreos jueguen de igual a igual con los que están en sillas de ruedas y también con los que no escuchan o apenas pueden ver. Son cosas para presenciarlas, más que para contarlas por escrito, porque o sino empezamos a bostezar. Y lo que sigue fue este último fin de semana y , miércole, ¡cómo me quebró!.

Beto –oriundo de Guaymallén si no me equivoco- es de esos mendocinos contados con la mano que deberían trabajar en una productora artística o al frente de un programa de magazine televisivo, por su arte, buen humor y talento. Como Film Andes ya fue y Hollywood nunca lo será, lo tenemos vendiendo celulares en forma ambulante en el Gran Mendoza. Si algo me faltaba conocer de Beto era su faz romántica. Y los tres minutos que presencié este sábado último en el Prado Español del Parque fue para que la Academia de Literatura le otorgara un honoris causa, más un contrato para protagonizar una comedia romántica con su mismísima mujer, una trabajadora del barrio UJEMVI.


“Cuando está nublado la única luz que veo está en tus ojos, cuando hay sol miro tu sonrisa, cuando llueve siento más fuerte tus manos…”, pronunció ante su mujer, a punto de caer enamorada al césped. No sé si el micrófono le permitió que ese mensaje se escuchara hasta en Regatas, pero sí llamó la atención de esos que andan dando la vuelta al Lago caminando como si estuvieran trotando, como también de alguna que otra mendocina “sex and the city” más acostumbrada a ver rupturas de parejas que a renovar los votos matrimonios, como lo hacían esa tarde en el prado Español Beto y señora con otras 40 parejas de ese grupo de la iglesia evangélica bautista de Mendoza.. Si alguien le ganó a Beto fue el mismo pastor de esa comunidad, que tras ¡¡60 años de casados!! esa tarde volvió a decirle a su mujer que la amará hasta que la muerte los separe.

Por suerte, todo esto no es una historia inventada como la de la semana pasada. Ante el excesivo protagonismo de personas que quisiéramos ver en la cárcel en la noticias que ponemos en el diario digital -y que nos lleva a creer que en Mendoza ya todo está perdido-, aún hay muchos –como Berni, Benja y el Beto- que están aprendiendo a ofrecer su corazón.

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