martes, 1 de septiembre de 2009

Velocidad para ver cualquier cosa

En Mendoza el tiempo lindo es cuando estás con remera corta, caminás y no pasa nada. Y el tiempo es caluroso cuando, estando con remerita corta, empezás a chorrear gotas sudorosas. Bien, empecemos, después del tremendo calor de la semana última, el lunes por la mañana salí a la vereda como si fuese pleno enero. Fresquito se sentía. ¡Maestro, el tiempo suele cambiar! Solución: a caminar rápido. Ponés todos los caballos de fuerza en las piernas y te convertís en el ejecutivo, moderno titán: cajero automático, zapateo en la cola del cajero mientras la doña juega al tatetí con los dedos por primera vez en esa cápsula millonaria; punto muerto, primera y derechito a la plaza Independencia; cerebro invadido por la agenda laboral y doméstica del día y lo que la mirada: una suerte de clips comerciales de Coca Cola y no es que no me interese la industria local, pero si Guadalupe Gómez hubiera revivido en un afiche haciendo talca igual aceleraba. Aclaro que lo del clip comercial que circula en la mente a la misma velocidad de tus pasos en velocidad con la quinta puesta es para explicar que en esas ocasiones la cabeza abre las alas y se va, se va, se va y chau, te olvidaste hacia adónde se fue, salvo cuando llegás a la esquina de Montevideo y Mitre y se te ocurre frenar de golpe, porque allí sí o sí los coches siguen de largo como si jugaran al ring raje desde la avenida San Martín hasta la Boulogne Sur Mer.

De repente, la plaza Independencia. En la esquina de la panchería que iba en la época del Zapata si no son estudiantes, son obreros, pero siempre alguien con el pancho y la cerveza, con todo el tiempo del mundo para leer detenidamente la nueva guía telefónica.

Mientras sigo acelerado con la escritura de este texto, oyendo a Gun's Roses en Internet, paso por la Legislatura y encaro por España hacia Espejo. Lo veo, lo identifico y no lo identifico. ¿No tendría que estar en la Redacción? Sí, pero no. No siempre. Bueno. "¿Qué hacés culiau? ¿No tenés frío?", me pregunta el cumpadre. "Estoy acelerado", le respondí y seguí de largo, como si tuviese la obligación de dar dos vueltas al Lago sin dejarme llevar por la tentación de frenar para saludar a alguien, como algunas veces pasa ante esas personas que no entienden que el ejercicio físico se echa a perder cuando cortás el trote.

Sí, los ojos necesitan más fertilizantes. Una minita. Un sueñito de cinco segundos. Otra minita y su respectivo sueñito. Ya está. Sigamos. Llegué a San Martín y Lavalle, y encaro hacia San Juan. De la puerta de Las Tinajas sale una mujer.... ¡con medio choclo en la boca, hacia afuera!!!

Pará. Pará. Sí. Tuve que frenar y empezar a sentir un poquito de frío.

Ufff, vaya, transpiré un poco. ¿Por qué no te das vuelta y mirás un poco bien?

Veamos.

Claro, a esas chicas de sueños breves las había visto más lindas de las que eran. A una la alcancé a ver otra vez y me di cuenta de que había puesto al máximo el volumen de la imaginación. Y la señora del choclo... pues no era un choclo. Por suerte tenía una dentadura ideal para cortar madera y cobre, y viéndola de perfil se podía decir que era pariente no tan lejana de César Banana Pueyrredón. Per sólo eso, una señora común y corriente.

Cara de velocidad es una canción de Serú Girán. No tiene letras. Porque no puede tener letras. La velocidad y el estrés no pueden ser contenidos por la poesía porque requiere un mínimo de atención para captar la belleza.

Es verdad: con la velocidad mirás lo que querés ver e imaginar. ¿No pasa lo mismo acaso con los coches?

Puede ser que la causa de fondo de los accidentes automovilísticos sea -por parte de quienes ocasionan los desastres- el darle prioridad a mirar lo que se quiere mirar (una autopista o calle 100% para mí, vacía de conductores y peatones) y no a lo que en realidad hay (una autopista o calle llena de seres humanos adentro y afuera de los coches).

Igual se puede disfrutar la velocidad de una manera más copada y también viendo huevadas: escuchando e soñando con la siguiente canción:



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