lunes, 8 de junio de 2009

Memoriosas de corazón


No fue una cena de aniversario. Nada especial. Pero pasa cuando aparece una canción que te lleva al mejor momento de tu vida. Fue en Don Mario. Nos habían invitado. El nombre de esa canción 50% bolero y 50% bossa nova, ni idea, pero en radios como Montecristo la han pasado un millón de veces. "¿Te acordás cuando pasaron esta canción en la Luna de Miel?" (yo sólo recordaba eso). Ella se ajustó los audífonos y recién allí pudo escuchar. No la pensó ni dos segundos: "Es la que cantó Javier (el guía de ese viaje), con su guitarra, en el bar donde cenamos la tercera noche". ¡Miércole, qué memoria!

Es admirable la memoria afectiva de una mujer. Se acuerdan de todos los cumpleaños (hasta de mis diez sobrinitos), si hace exactamente cuatro años, siete meses y dieciocho noches caí a su casa con un chocolatín Toffi o Milka, y si esa noche tenía puesto un jeans azul limpio o a mitad de camino del lavarropas, si aún no me había cortado el pelo y cómo la saludé esa noche. En el medio, además de cuatro años y tantos meses, pasaron cosas lindas y feas de la vida; del trabajo, la salud y la vida diaria, pero la marca de ese chocolatín y el color de las medias que llevaba puesto esa noche a poco de iniciarse nuestro noviazgo aún permanece intacto. ¿Si yo me acuedo de eso? Te soy sincero. No, mejor no te lo digo. Ellas saben que somos así. Y se lo echan en cara ellas mismas en el trabajo.

"A todas las mujeres nos dicen lo mismo. Que sus maridos no saben dónde dejaron colgado el pantalón. Que protestan porque nosotros le ordenamos la ropa. Que tenemos que hacerle recordar cuándo se cumple nuestro aniversario. Mirá, si no fuera por nosotras, ustedes serían un desastre", me lo repite ella cuando recupera el sentido el humor tras haberse enojado por decirme por nonagésima vez que si antes de irme al trabajo veo que la ropa que anoche dejó colgada en el balcón está seca, no tenga que esperar a que me lo diga a mí para sacarla del tendedero.

Yo me siento tranquilo cuando me entero que el 90 por ciento de los maridos de sus compañeras de trabajo comparte el mismo defecto que el de mi. ¿Que si somos vagos? No te creas: muchas veces hacemos las cosas, pero ellas lo vuelven a hacer por dos razones: porque lo hicimos mal o porque en el fondo, tienen ganas de dejar su sello de prolijidad en estas cosas. Por más que hoy las mujeres sean modernas y no quieran saber nada con la casa, en el fondo las veo autorrealizadas cuando ven que la casa está 100 por 100 hecha una pinturita, por mérito de ellas y no de una empleada doméstica, por más que terminen reventadas de toda esta labor, en la que se supone que los maridos quizás hicimos un poco o mucho, pero que al fin y al cabo pareciera que no hicimos nada.

Las mujeres saben que tenemos mala memoria o no somos muy detallistas con el día a día en la casa (salvo excepciones). El peligro está en cuando usan ese defecto nuestro como arma de seducción o como arma para hacerte sentir mal. Y peor aún cuando hacen las dos cosas a la vez: primero te hacen sentir culpable de todo lo que no hiciste y después te enganchan con el corazón haciéndote recordar con precisión la letra de esa bossa nova en portugués, quién lo cantó, cuánta temperatura hacía adentro del bar y el color del pijama que usé esa noche en la Luna de Miel.

"Te quiero, aunque seás insoportable", pareciera ser el mensaje de fondo.

El origen del instinto maternal

Vas juntando piezas y es verdad, la cosa cierra: el corazón memorioso de las mujeres tiene que ver con el instinto maternal.

Nos pasó hace 15 días con Graciela, una señora que nos dio charlas para parejas durante nuestro noviazgo. Hacía mucho que no nos veíamos y cuando nos saludamos, esas dos palabras que nos cruzamos fue como habernos puesto al día sólo con la mirada. Son de esas personas que no necesitás contarle todo porque lo entienden con la mirada y pareciera que están preparadas para decirte la palabra justa en el momento apropiado. Claro, al fin y al cabo ellas desean lo mejor de vos y están esperando el momento para decirte algo que te levante.

También están esas mujeres que durante una época las conociste y apenas tuviste una relación fría. Luego, con los años, ella te ve y nota que vos evolucionaste algo en la vida. Y pareciera que siempre te estuvo leyendo el alma con un GPS. Pasa. Es una virtud gratificante de las mujeres esta suerte de instinto maternal, de acordarse de todo, aunque reconozcamos que se convierte en un arma jodida cuando la tenés todos los días cerca, en el trabajo, a la hora de utilizar ese poder mágico y amoroso para convertirse en directoras de escuela, a quienes les encanta bajar líneas todo el tiempo. Estos casos, cuando los he vivido, me di cuenta que en el fondo lo que ellas quieren en llamar la atención, saber que están allí y que tenés que aceptar sus decisiones.

En general, este fenómeno pasa con las mujeres que ya se establecieron en la vida, que ya conocieron sus límites, que valoran hasta lo más pequeño que tienen y que admiten que en la vida vale más las 24 horas de hoy que las próximas 2.546.757 horas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy a la tarde una pareja nos contó cómo se conocieron. El vago no se acordaba de nada. La mina lo dijo todo, con lujo de detalles. Es así la cosa. Saludos.

Anónimo dijo...

Buena memoria para todo menos para saber lo que gastaron durante el mes con la tarjeta de crédito.