martes, 30 de junio de 2009

La música que perdura

Hoy, cualquiera de su edad lo hubiera celebrado en Ishtar o Geo, en una mesa negra, grande, llena de sillas cubiertas con camperas de cuero oscuras, como la atmósfera de oscura del boliche, apenas iluminado por el azul láser del cristal líquido del plasma-TV-videoclip inserto en la pared (uf, qué frase larga, dejame respirar, Mario). Música electrónica, por supuesto, y bien fuerte. Fernet en casi todos los vasos-copas.


Ella lo hizo en su casa de Corralitos. Filas de mesas de madera rústica con mantel blanco de domingo, vino rosado casero, lasaña hirviendo en todos los platos, tacitas de queso rayado, viajes incesantes ida y vuelta a la cocina, el choco grande en el patio, el choco chico adentro, el baño que no usan sus padres colapsado por mujeres, la gente buena del campo con la gente buena de la ciudad, sonrisas y calidez, charlas sin hablar mal de nadie, la guitarra en la pared escuchando todo y el equipito de karaoke…¿qué hay para escuchar?


Son esos CD que no sabés si también son DVD. Cuarenta canciones. Rodrigo, Thalía, Ráfaga, Montaner (¿Camilo Sexto también?). Bueno, “Lamento Boliviano y la Muralla Verde” también, como para decir “que hay de todo un poco”.


“Que lo cumplas feliz, que lo cumplas…”.


¿Tan lejos estamos de la ciudad? No, pero pareciera que allí en Corralitos se respira fraternidad y confianza, una esencia de paz que caracterizó siempre a los aires de campo. Las voces son voces limpias, las conciencias son conciencias limpias. Las ganas de estar siempre así, seguramente, explican por qué aún muchos prefieren no mudarse de allí para trabajar y vivir en la ciudad.


Empezó el karaoke. Con ese aire de paz rociado con vino rosado ¿quién se iba a animar a cantar? Y sí: fue un inicio de canto tibio. Ráfaga y Rodrigo fue lo único que se escuchó de la A. El resto fue más Argentino B que Nacional B. Aún así, nadie se dejó vencer por el monitor de la PC, que proyectaba la letra de la canción que ebullía del parlantito de algún ex carestereo, en su nueva función de partante de PC.


En un momento todos cantamos lo mismo. Todos dejaron de charlar entre sí para cantar algo más en común en ese momento que el mismo Himno Nacional: “Yo no busco lo que vos tenés, yo no quiero hacerte ningún test, sigo siendo un gato en la ciudad, dame una oportunidad…tirá, tirá para arriba, tirá”.


Después volvió la cumbia, cuarteto o como se llame. Y un momento así no se volvió a repetir.


Pasa. Son las canciones que dejan huellas porque dicen algo que en su momento significaron mucho y quizá aún hoy sigue significando algo. Todo lo que sale del corazón, creo yo, termina dejando huellas, porque para recordarlo sí o sí tenés que hacerlo desde el corazón y la memoria.


1 comentario:

Anónimo dijo...

De: "con tinta...."
Me gustó. Me hizo viajar en el tiempo y en el espacio a volver a vivir las fiestas familiares en la casa de mis abuelos donde se festejaban todos los acotecimientos importantes de la flia. Si, esta vez me gusto.
Gracias por el paseo.