lunes, 4 de mayo de 2009

La Vuelta al Lago


“Llegué a dar tres vueltas al Lago”, dije. El interlocutor aún esperaba una respuesta. Su mirada expresaba aquel “What?” del Ross despistado de “Friends”. Sin darme cuenta respondí nuevamente lo que para él nunca fue una respuesta: “generalmente doy una vuelta, a lo sumo dos. Prefiero hacer la vuelta de los cinco o ir por la bajada del cerro de la Gloria por el Estadio y de ahí por Libertador hasta los Portones”.

Demasiado. Muy inentendible para un porteño admirador de Mendoza que sólo había visitado dos veces nuestra provincia. Era 1993, cursaba segundo año de Comunicación en Buenos Aires y la pregunta que tenía que contestar en el buffet de la universidad, situado en el sexto piso del edificio de Juan de Garay y Azopardo, frente al diario Crónica, era “¿cuánto corrés?”.

Exagerado y bendecido

Con amigos o cuando el tema se daba, si sos sincero decías que tu cuerpo no daba para una vuelta (“antes lo hacía, pero ahora con la cerveza...”). Si querías mostrarte discreto, como sumo afirmabas que podías aguantar una vuelta y media. Si te considerabas un tipo normal, de esos que cada 20 días asiste a una picadita de fútbol cinco, la que más se escuchaba era “como mínimo, dos vueltas”. Así era cuando practiqué algo de remo en 1988: dos vueltas corriendo y dos vueltas en bote o batea. Los sábados a la siesta subíamos corriendo el cerro de la Gloria o el Llorón. “¿Alguna vez subiste el cerro de la Gloria?”, era la pregunta-prueba-final, para medir el verdadero estado atlético de la persona. “Un montón de veces, con mi bicicleta”. Entonces quedabas bien diciendo "no, o sea".

Posiblemente muchos mendocinos mentimos un poco cuando tenemos que afirmar cuánto corremos. El medidor más usado es la vuelta del Lago. ¿Cuánto es eso? Decían que 2.600 metros, aunque tengo dudas. Además, todo depende de dónde empecés a correr. Una cosa es arrancar desde la fuente de las Américas, otra desde el puestito de helados en la rotonda del Rosedal y otra donde confluye la calle del Rosedal con la avenida de las Tipas, cerca de la calesita que acompaña al Mendoza Tenis Club. Otros se van en coche hasta Regatas, estacionan allí y dan la vuelta partiendo y terminando en ese lugar.

Reconozco ser de los mendocinos que dio mil veces la vuelta al Lago corriendo. Había un tramo molesto: la calle y la vereda de Regatas. Allí muchos concluyen la vuelta para elongarse. Lo que caía de arriba no eran proyectiles del Space Invaders, pero parecía ser teledirigido desde el control remoto de la Providencia. El sábado último pasé por Regatas, leí la revista del club y me enteré de que en el gigantesco techo del club pusieron una plataforma metálica para evitar que los tordos y otros pajarracos garcas dejaran de enviar misiles fabricados en sus intestinos. Es que aquella vez tenía 16 años, terminaba de dar la vuelta al Lago y a punto de entrar al club para ir al gimnasio ... ¡booom!, en el hombro derecho y el marote.

La sorpresa fue la réplica de cuando, con mucha vergüenza, alguna vez conté esta historia. “Sí, a mí también me cagó una vez un tordo en el Rosedal”. “A mi hermano una vez una paloma le enchastró todo el bolso”, ... y así, sucesivamente. Por suerte que ahora los pajarracos cambiaron de caja de ahorro y harán sus depósitos en otro lugar, porque ya volaron de allí. Aunque, por esas cuestiones de la inseguridad, quién no desearía que un tordo lanzara su misil intestinal en la cabeza de algún delincuente que se apreste a meter mano en el carestereo de algún 0 Km allí estacionado o en el marote de un macho cabrío que acosa a una cuarentona de joggins que circula en rollers. Hablando de los rollers, ¿cuántas vueltas al Lago dan esas bellas damas que patinan como bailarinas? ¿cuántas vueltas dará el planeador de la imaginación del pobre solterón mientras ignora que su choco lo está haciendo quedar mal por todos los neumáticos que riega?

El que va a correr al Lago también va a ver minas. Y los chocos nos también nos imitan, aunque ellos son más frontales y no se reprimen. Y nos hacen quedar mal cuando coinciden la dupla hombre con buzo desgastado Adidas – mujer con joggins rojo en rollers vs. hombre con ... dueño de un perro – mujer con ...dueña de una perra. Uno de los dos avanza más rápido que el otro. En este sentido cobra verdad eso de que “un perro es parecido a su dueño” (aunque más atrevido).

Será por ésto que a la hora de responder cuántas vueltas das al Lago, la respuesta más exacta sea el clásico mendocino “Aáhhh???”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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