lunes, 2 de marzo de 2009

Vendimia + cosas inentendibles


Viernes último, 22.30 hs. Plaza Independencia. Marcos sube a sus hombros a su pequeño Benjamín, de siete años. El rostro del pibe fue un calco de mi expresión fascial cuando también a los siete años -era 1977- vi un espectáculo artístico de la Vendimia: cara de aburrido, de queja y de "no entiendo nada".

¿Si vamos a ver el Acto Central a los cerros?, me preguntaban las amigas de mis dos hermanas mayores en aquel entonces. Mi respuesta, tan sincera que rozaba lo agresivo: me aburre la Vendimia. Lo único lindo es la elección de la Reina, pero el Acto Central y la música de la Vendimia me aburren mucho.

Una de mis hermanas mayores estudiaba arquitectura en la Mendoza, entonces sus amigas tenían la cabeza más abierta que mi otra hermana, estudiante de Derecho en esa misma universidad: las primeras escuchaban Zamba Quilpidor y unos cuántos intépretes latinoamericanos más; las segundas, a los Bee Gees y a esa música onda Red 101. Por esta razón, las primeras hablaban más de la Vendimia que las segundas.

Los años pasaron, se puede decir que me volví más sensible a toda la onda artística y el viernes a la noche, apenas Benjamín puso cara de poto, automáticamente mi lengua tradujo su sensación anímica con palabras: "te entiendo, a mí también me aburre".

Hice el esfuerzo (hay que hacerlo). Al fin y al cabo, un espectáculo artístico de la Vendimia es un show musical, no tanto como el film "Mamma Mía", pero la cosa iba por el baile y la música.

En segundo plano, tres o cuatro spiderman pataleando la pared de un bloque de pared especial del escenario. Abajo, en un escenario de dos pisos, un montón de artistas bailando, casi todos vestidos de gauchos o de algo parecido. Más abajo y más cerca del público, dos hombres y una mujer en pelotas y barnizadas con algún autobronceante extra requete bronceante. Estos últimos, moviendo el cuerpo como si fuese el motor de una gran embarcación de bailarines (así lo entendí yo).

La cosa se ponía linda cuando sonaba una música conocida. Y eso, nada más. De repente, un video con una imagen determinada, tres fuegos artificiales cuyo estruendo nos trasladó por cinco segundos a la Franja de Gaza y esa voz en off típica de la Vendimia diciendo esas frases típicas de la Vendimia "y al principio sólo era el sol, el barro, el agua y el vendimiador", o algo que se le pareciese.

Cuando volvimos al departamento (Benjamín había recuperado el buen ánimo), se me ocurrió preguntarme cómo sería el espectáculo del Acto Central si estuviese dirigido por Steven Spielberg o algún otro cineasta de renombre. Por qué no buenos efectos especiales y una unidad narrativa que cuente de principio a final una historia. Se me ocurrió, de repente, por qué no breves historias de vida de viñateros de distintos lugares de la provincia contando sus vidas y estrechándose un fuerte abrazo entre todos ellos, para demostrar unidad y amor, a pesar de todas las contrariedades del clima y de la política. Por qué no más cine y menos teatro, o en todo caso, una historia filmada y abajo representada con bailes, como si fuese un musical de cine.

En síntesis, ¿por qué no algo más que simples piezas bailables?

Por suerte, todo termina con la elección de la reina y más allá de que siempre sean los mismos conductores, a mi me encanta ir contando los votos y ver cómo los conductores hacen lo posible para que esta acción tenga suspenso y aventura. Es el final de una gran apuesta provincial. Es apasionante.

No creo que todo el mundo se identifique con este post. Pero valdría la pena que los mendocinos seamos más sinceros y vayamos decantando las cosas que más nos gusta y entendemos vs lo que menos nos gusta o menos entendemos de la Vendimia. Quizá sólo sea una cuestión de ajuste de libretos y guiones para que todos los espectadores, al acudir al Acto Central, nos sintamos igual que si fuéramos al cine o al teatro a ver una gran obra, con introducción, trama y desenlace.

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