martes, 3 de febrero de 2009

Rutas mendocinas


"Liliana está desesperada. Justo cuando Daniel se recuperaba del accidente se le inflamó el otro ojo. El médico dice que es una infección grande. Y hasta el sábado no le permiten hacer la ecografía por OSEP". Lourdes, la hermana mayor de Liliana, estacionó el viejo citroen 3CV en la puerta de la casa que Liliana y Daniel -matrimonio desde hace 7 años, con un hijo de seis- alquilan en un barrio pegado a la Estanzuela. Su hermana la espera en la puerta, totalmente vencida por la vida. "Que te vengan todas juntas, no", alcanzó a deslizar con resignación. Todo se originó una semana atrás, cuando su marido venía en su moto por el Corredor del Oeste, cuando en una bajada, pasando Palmares, se encontró con un neumático en el medio de esa pseudoautopista. Un hombre había detenido a un costado de esa vía sin banquina su vehículo viejo y como no tenía baliza -la ley lo exige- puso un neumático pero en el medio del asfalto: tremenda animalada casi le cuesta la vida a Daniel, que al intentar esquivar el neumático con su moto hizo una maniobra que terminó con su cuerpo cayendo de cabeza en el asfalto. El casco de la moto se partió en dos. Por eso se salvó. Pero ese golpe no evitó que uno de sus ojos sufriera una inflamación preocupante. Es que ese ojo venía mal de nacimiento, por así decirlo, ya que sus venas y arterias son más finitas de las normales, por lo que ese accidente generó un problema allí.

Muchas veces creemos que las víctimas de los accidentes viales están perfectamente sanas antes de que se produzca el accidente. Ya ven que no es así.

"Justo estaba por comenzar un trabajo. No sé qué hacer", señaló muy frustrada su mujer, aunque mínimamente agradeciendo a Dios que no se lo haya llevado a la vida eterna. Lucas, su hijito de 6 años, es el mejor alumno de una escuela evangélica de Las Heras. Un accidente no puede echar a perder un proyecto de familia. Aunque muchas veces ni siquiera deja poner la piedra basal.

_ Hola Daniel, ¿el tipo que se mandó la cagada cuando te accidentaste está detenido?

_ No, yo vi que la policía le tomó los datos pero después no pasó más nada. Lo dejaron libre, o nunca lo detuvieron. Sé que es un tipo de este barrio, así que ...

Perdí el hilo de la conversación porque la vi a mi mujer con un rostro triste y paralizado, algo no muy común en ella. Apenas finalicé la llamada con Daniel, ella me lo dijo sin anestesia:

"Murió la hermana de la Natalia. Fue anoche, en un accidente en la Ruta 7, en Santa Rosa. La están velando ahora".

Prendí la computadora para ver si esa noticia aparecía en UNO. Estaba en la tapa del miércoles pasado. Como nosotros veníamos llegando de Chile, por las vacaciones, no estaba al tanto de las noticias. Al parecer, la hermana de Natalia (he cambiado los nombres, para respetar la intimidad de las víctimas) venía con su novio por la ruta 7 hacia Mendoza, cuando de repente vio que el coche que iba adelante se corrió hacia un costado e impactó con otro que venía de frente. Este último rozó las ruedas, por lo que se elevó hasta incrustarse directamente en el coche donde viajaban la hermana de Natalia y su novio. Así lo contó al diario un puestero que lo vio: Dijo que en el momento del impacto estallaron por el ruido unas botellas de vino.

Tomar la decisión de ir a un velorio de alguien que murió trágicamente en la ruta no es fácil, y más porque nosotros nos íbamos directamente a San Luis para visitar al Martín -un maipucino bioquímico que al no conseguir laburo en Mendoza, rindió y aprobó el examen de ingreso al Conicet y está iniciando su carrera como científico en un doctorado en la Universidad de San Luis- y la Inés, un matrimonio amigo de Encuentro Matrimonial.

Realmente yo no estaba preparado para este escenario, realmente contradictorio, porque se sitúa en medio de las vacaciones: la hermana de Natalia venía de Córdoba y nosotros nos íbamos a pasar unos días a San Luis. Obviamente la cabeza la tenés en otra cosa. Pero me tocó vivir en directo con lo que por ahí un periodista de policiales ya está acostumbrado, pero no alguien que lo va a ver por primera vez: llegamos al salón del velorio, vi el cuerpo de la chica y en medio de un silencio que intentaba digerir algo inentendible, apareció la madre con un llanto sin consuelo. Mi mujer, que casi no la conoce, fue su ángel protector durante unos minutos. La contuvo abrazada, tratando de asimilar ese golpe de la vida que tardará mucho tiempo en cicatrizar. Es que no se entiende: ayer era la persona más llena de vida que podía existir y de repente hoy ya no está.

El momento más duro fue cuando llegó la hermanita del novio que la acompañaba en el coche. Gritó su lamento hasta taladrar las fibras más sensibles de todos los presentes. Todos empezaron a llorar: los más cercanos y los más lejanos a esa familia, como era mi caso. Yo sentía que a mi me estaba pasando lo que le pasaba a ella y realmente sentí bronca cuando pensé que quienes causaron este accidente fueron realmente criminales. Según me contaron después, al parecer estos últimos -el conductor, un adolescente de 18 años, y una chica- venían por la Ruta 7 discutiendo por cuestiones de amor cuando de repente el que manejaba se le rayó la cabeza y se mandó para la otra mano, causando esta tragedia que dejó 3 muertos y un herido grave. Repito, es lo que me dijeron. Sea verdad o no, yo creo ese drama irreparable no se remedia con la más terrible condena de una justicia terrenal. La vida va más allá de la justicia terrenal.

Cuando la hermanita del novio se retiró de la sala cayó en la cuenta de que su hermano estaba en el hospital en estado reservado (por suerte siguió con vida). Otra vez, crisis. Reconozco que a veces yo tengo fuerzas para ponerme en el lugar de otra persona para contenerla, pero aquí me sentía impotente y desconcertado.

Creo que si alguna vez el canal 7 ó 9 transmitieran en vivo un velorio y entierro de una víctima de las rutas mendocinas seguramente no habría ni un accidente más. Porque hay que estar allí para entenderlo. Y no me imagino cómo debe ser el velorio y entierro de un inocente asesinado en Mendoza. Ayer, la delincuencia mató a cuatro personas, una de ellas un turista de Neuquén. ¿Se pueden imaginar cómo sería el velorio y entierro de alguno de ellos? Si un asesino con televisor lo viera, estoy seguro de que renunciaría para siempre a la delincuencia.

En un momento apareció Natalia. Había dejado a sus hijos con su marido. Era la más calmada, aunque sus ojos mostraban un dolor interminable e imposible de asimilar. Una mujer policía cayó para pedirle que firmase un papel. Ella era la única de la familia que se mantenái firme. Cuando la saludé no me salió decirle el clásico "te doy mis condolencias". Nada, no podía decirle nada. Hay que ser sinceros, la vida te lleva de un día para el otro a un abismo y uno queda muy lejos de esa persona a la que intentamos entender y ponernos en su lugar. Mi abrazo sólo sirvió para decirle que siempre la vamos a acompañar. Hacía pocos meses, yo y mi mujer habíamos pasado por esa sala de velatorios para despedir los restos de uno de sus familiares, que había fallecido en el día de su cumpleaños. Otra vez, el mismo escenario, y para una muerte con más dolor.

Cuando leemos una noticia policial de un accidente vial muchos creemos que es la primera vez que la víctima y sus familiares sufren por algo. Ya ven que no es así.

Terminó el velorio. Nosotros nos sentimos parte de esa familia. Nos subimos al coche. Puse primera. Rumbo al Acceso Este y de allí, hacia San Luis.

Una hora y media después pasamos por el lugar del accidente. Sentí miedo, no lo niego. Algunos restos quedaban. "¿Y si no hubiera pasado?", me pregunté. Claro, esa pregunta uno se lo hace siempre a Dios, pero para ser sinceros, Dios no tiene nada que responder si somos los seres humanos los que terminamos tomando las decisiones de este tipo de tragedias. No tuve tiempo de pensar: un Ford Ecosport ya lo tenía frente a mi, pasando a un camión. Le metí las luces altas y un bocinazo. Bajé el vidrio y lo insulté.

Claro, venía marcado.

Los 70 u 80 kilómetros que hay entre Santa Rosa y Desaguadero los hice a baja velocidad. Y no pasé a ningún camión. En un momento un coche se me pegó atrás, con la luz alta, como queriéndome decir "boludo, qué esperás para pasarlo". Por más que uno quiera ser buen tipo y pacífico, en situaciones como éstas te dan ganas de bajarte del auto y decirle "¡infelíz!, ¿en qué mundo vivís vos?".

Leyendo a Víctor Manuel Fernández encontré algo muy cierto y que es que la imagen negativa que uno se hace de una persona que no le cae bien no es en sí toda esa persona. Por lo tanto a una persona que no nos cae bien hay que agregarle todas las cosas positivas que tiene. Está bien porque sirve para unir y no para dividir. Puede ser que la imagen que tengamos de un autor de un accidente vial sea la de un asesino. Y por ahora me cuesta imaginar lo que dice este autor. Quizás ayude un poco el tomar verdadera conciencia de lo que es un accidente: aceptar de verdad que uno se convierte en asesino y destructor de familias -y de futuros proyectos de familia- cuando se discute mientras se maneja, o se bebe mientras uno conduce un vehículo, o directamente cuando por cuestiones que empiezan y terminan en uno se decide apretar de más el acelerador.
Cuatro días después volvimos de San Luis y pasamos por esa ruta. El día anterior habíamos ido a Trapiche y unos cuatro policías estaban controlando la ruta. Aquí, en la ruta más asesina de Mendoza, nada de nada. Volví a sentir miedo. Reconozco que pasé a dos camiones, pero decidí no pasar a un tercero porque no era seguro hacerlo. Apenas llegamos a la doble vía lo pasé. Y llegamos primero que el camión a Mendoza. Y gracias a Dios, con vida.

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