martes, 1 de julio de 2008

Existe la paz

Fue una experiencia simple y espontánea: me acordé que la paz y la unidad existe. Así de simple.

Pasó el domingo último, en la misa de 20, en Jesuita. La iglesia estaba llenísima, como si fuera Semana Santa. Recuerdo que yo venía recargado con el tema conflicto campo gobierno, carpas en la plaza del Congreso (con la división más a la evidencia), las palabrotas de Hebe de Bonafini, las críticas a Cobos por llamar al diálogo y todo eso.

“La paz y la unidad esté con todos ustedes”, dijo el cura (y con tu espíritu respondió el resto, como queriendo decir “por favor, respiramos un poco, sin unidad y sin paz nos asfixiamos, porque no sabemos vivir de otra manera y esa división de país y de sociedad nos está aniquilando”). Posteriormente todos (hasta los más tímidos, como yo) se dieron el saludo de la paz.

Lo que vi en cada rostro fue una sensación de catarsis cuando uno miraba el rostro de otro (desconocido) y lo saludaba, deseándole paz. ¿Por qué esta sensación?

Creo que entre los muchos efectos colaterales de la inseguridad y del odio oficialista por dividir al país, nos hemos acostumbrado a mirar a los desconocidos con recelo y cuidado (no vaya ser que sea un comerciante que nos esté vendiendo pescado podrido a precio inflacionario o que directamente sea un chorro que esté esperando que no haya más nadie en la vereda para sacar su arma).

Me animo a decirles que lo hagan en casa y en sus ámbitos de vida: deseen la paz y la unidad a otra persona. Ya van a ver que sentirán el mismo efecto que se siente cuando diste dos vueltas al lago corriendo o una hora de psicoterapia.

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