jueves, 15 de mayo de 2008

Mendocinas con historias breves

¿Por qué los hombres se ponen muy nerviosos cuando nos enseñan a manejar?, preguntó en la tarde de ayer la alumna de una academia de conducir situado en la calle San Juan. La clase entera lanzó una carcajada y con ello, una catársis de sinceramiento por haber podido sacarse de encima una maldita pregunta que las vino persiguiendo desde que decidieron (o la obligaron) a aprender a conducir.

A unas seis cuadras de allí, en la esquina con Lavalle, una señora hacía un trámite en el Instituto Provincial de la Vivienda, cuando de repente deja de lado el discurso del trámite para decirle a la empleada que la atendía la frase introductoria de una confesión profunda: "desde que nos separamos, mi ex marido me ha amenazado de muerte porque quiere quitarme a los hijos".

En una escuela en la zona de El Sauce, la madre de una alumna es convocada por la escuela para hablar sobre el rendimiento escolar de su hija. La gente de esa escuela apenas pudo abrir la boca: el 98% del intercambio de palabras tuvo como único emisor a la madre de esa alumna.

"...¿y sabe qué? ¡Hace mucho que con mi marido no hacemos el amor!", dijo ella -entre un millón de palabras disparadas- delante de su hija de 14 años.

Por esas cuestiones de abrir la boca, en una reunión en la que participaron unas seis mujeres, se me ocurrió preguntarles quién va al psicólogo. La respuesta fue: todas. Una de ellas -no recuerdo bien su nombre- me dijo que iba al psicólogo "como para distraerse un rato".

"Hoy el psicólogo reemplaza a Dios, porque en el fondo existe una espiritualidad en nosotros. Fijate que ahora las revistas ya no preguntan si creés o no en Dios, directamente preguntan "¿estás haciendo terapia?", me comentaba anoche mi mujer cuando le comenté ésto. Y cuando me puse a pensar en todos los líos que la misma vida se evitaría si las mujeres no fueran tan complicadas, ella ya había preparado la ensalada con rúcula (que me encanta) con los ñoquis. Es al cuete: no sirve de nada hacerse estos planteos.

Sin mujeres, Tinelli no sería Tinelli. Sin mujeres, no tendría la hermosa cena que tuve anoche. Sin mujeres, tampoco tendríamos presidente.

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