jueves, 29 de enero de 2009

Por fin una buena noticia


El 16 nos fuimos a vacacionar a La Serena. Decidimos salir del país porque veníamos extasiados por las noticias policiales de Mendoza. Es que hacía 15 días que venía haciendo los últimos momentos de la tarde y la serie de asesinatos registrados en la provincia (uno por día) me había desquiciado todo lo positivo que había en mi (vean el post anterior).

A una semana de volver de Chile les cuento por qué yo y Grachi sentimos esperanzas por volver a vivir en una Mendoza más tranquila y civilizada: porque la respuesta final está en manos de los mendocinos -en redireccionar el cómo somos nosotros-. Te lo resumo en lo siguiente:

1. No vi ningún coche abollado ni tampoco accidentes viales -sólo un choquecito en la esquina del hotel donde me alojaba... tenía razón cuando presentí que era un argentino: efectivamente, el vehículo que causó el choque no era chileno, sino uno proveniente de nuestra provincia.
En las sendas peatonales los coches chilenos se detienen para dejarte pasar. Los mendocinos, no.

2. Ningún choco muerto en el costado de las rutas o caminos

3. Caminé de noche en zonas oscuras de la costanera playera y ni siquiera jamás vi a alguien sospechoso que nos siguiera. Dicho con pocas palabras, 100% de seguridad.

4. Ningún negocio aprovechó el boom de las vacaciones para encarecer los precios. Con 50 pesos, tres personas podían almorzar con entrada, comida principal, postre y gaseosa o cerveza (en el buffet arriba del supermercado Santa Isabel).

5. En momentos donde comprar una remera buena en Mendoza te sale casi 100 pesos, por 50 pesos me compré un jeans y una remera linda. Todo gracias al 2x1. Ojalá algún día en Mendoza haya algo así.

6. Limpieza absoluta en las calles y las playas. Porque vi que la gente no ensuciaba. Son educados los chilenos. Eso se nota hasta en el nivel cultural de los taxistas.

7. Todos los baños en los que pasé estaban relimpios. Eso sí, hay que pagar entre 1 ó 2 pesos. Pero vale la pena.

8. Hay pobres. Pero les das algo y ellos te sonrien y te lo agradecen. Alguna esperanza aún reflejan en sus rostros. Un mínimo de educación demuestran. Se nota que hay una familia (todavía) detrás de esos niños.

En fin, podría describir más características positivas, pero creo yo que con lo se la seguridad y los coches limpios de abulladuras ya es mucho. Pero la cuestión de fondo está en saber por qué La Serena es una ciudad que todavía no está contaminada por la delincuencia, drogas y banalidades de la modernidad: porque ellos respetan, valoran y viven su historia e identidad. Eso está reflejado en el amor a su arquitectura y a sus costumbres. Se nota mucha presencia de Dios en ellos, sobre todo por la gran cantidad de iglesias copadas por fieles.

También porque sin dudas los chilenos valoran todo lo que han construido cada día de su historia hasta el presente: ellos no te van a hablar de comunismo o socialismo, directamente te van a decir "si consideran que el comunismo es la solución entonces que impongan el comunismo y listo". Si funciona, bienvenido sea. Si no funciona, a otra cosa.

Por último, la cultura del trabajo, que mucho tiene que ver con lo anterior, ya que se nota que se rompen el lomo por algo, que te lleva a estar seguro de querer trabajar porque ya le encontraste el sentido al trabajo y por ende, a la existencia. Para eso son necesarios los valores, algo que hoy escasea en los mendocinos por la moda de regirse por los valores exitistas del presente.

Volver a Mendoza tras vivir este panorama realmente te alienta y te hace sentir con esperanzas. Porque la mayoría de las cosas para mejorar dependen de los mismos mendocinos. En especial, de la actitud de ser responsables en la vida, desde cosas pequeñas, como el no ensuciar la ciudad, y en cosas grandes, como el no armar una familia para luego separarse y dejar que esa familia quebrada se transforme en un nido de conflictos. Pero sobre todo, la principal respuesta está en volver a nuestras tradiciones y rescatar lo positivo que vivimos, es decir, las cosas buenas que construimos y qué valores sustentaron las mismas.

lunes, 12 de enero de 2009

Fracasó el ojo x ojo, diente x diente


Hace unos seis años, por lo menos, subía por el ascensor de un periódico local junto a un periodista judío de allí. No recuerdo exactamente qué hablamos en ese corto lapso, pero sí se me grabó con fuego la frase con la que él concluyó su idea: "para nosotros...ojo por ojo, diente por diente". 

El fin de semana pasado venía de una jornada informativa ciclotímica: por el lado gozoso, la pasión mendocina del rally Dakar y por el lado doloroso, la muerte de un guía mendocino en el Aconcagua. A la noche salgo un rato de la redacción para buscar algo para cenar. Regreso y me entero de que un delincuente en Godoy Cruz le disparó a la cabeza de una anciana de 88 años cuando volvía de la peluquería. "La puta, peor no podemos estar", empecé a quejarme por dentro. Todo ese equilibrio interno y emocional que cada vez cuesta más llevar para laburar con la objetividad que hace falta en esta profesión recibió un golpe que no me dejó dormir esa noche y que se convirtió en fatal cuando al otro día por la mañana vi por TN el testimonio de un periodista español que logró infiltrarse en Gaza, para contar la masacre ocasionada allá por Israel. 

El odio se metió vertiginosamente en mi cuerpo como producto de una avalancha de injusticias acumuladas desde hace mucho tiempo a causa de la inseguridad, las enfermedades y los sinsabores estúpidos generados por cerebros de mosquitos que ocupan lugares importantes en la vida mendocina.  Sentí ganas de agarrar un arma y hacer justicia por mano propia.

Mucha bronca, por todos lados. El periodista español decía que lo de Gaza era un campo de concentración y que estaba harto de ver a niños despedazados porque sí. Nunca había escuchado hablar a un periodista con tanta impotencia y seguramente frustración (porque de un día para otro ellos se convirtieron en nazis). Y él decía que los chicos que iban a sobrevivir ya tienen impregnados la sed de venganza. 

Cuando estás así no te dan ganas de buscar respuestas lógicas, de "fundamentar" algo. A la vez, te sentís frustrado porque sabés que ya no podés soñar con un proyecto de vida, con seguir estudiando, con mirar para adelante, porque ahora cualquier boludo sale con un arma como creyendo ser un actor extra de algún film de violencia del 7 o del 9, y sabiendo de antemano que si aprieta el gatillo su conciencia lo torturará por siempre y que la cárcel será su única vivienda hasta el fin de su vida, igual dispara. Sinceramente, porque aunque disparen a alguien que no conocés, pero vos sabés igual que construyó una vida merecida, no podés ponerte a bailar en la próxima fiesta que vayás, porque mientras los boliches de Chacras ardan de emoción, si una casa de familia se respira olor a funeral no hay razones para seguir con la fiesta.

Además, algo que hace aumentar la bronca -entiendan que no estoy "fundamentando", así que comprendan la lógica de este relato- es cuando pensás qué pasaría si aplican en Mendoza algún modelo exitoso en el mundo. Lo primero que se te viene a la cabeza son los abogados de los derechos humanos y sus "no" por miedo a repetir lo que pasó hace 30 años. Entonces te dan ganas de tomarte el primer avión y llevar a toda tu familia. Y eso te pone peor, porque si te vas vos -los buenos- por lógica quedan los malos, entonces esa Argentina de talentos como Gustavo Cerati, Charly García, David Nalbandián y científicos anónimos directamente se extingue. Además, si vos y los más buenos se toman un avión -el mejor lugar para irse ahora es la Luna o Marte, porque en la tierra no existe un país que en este momento viva fuera de la crisis mundial-, lo más seguro es que siempre quede algún maestro marginal en la calle Mathus Hoyos que está dispuestos a darlo todo, aún si en los próximos dos años no le aumenten el sueldo, porque para vivir le alcanza con el mate y la pelota de fútbol, y no las 30 zapatillas de la flogger Cumbio, ni los dos celulares con cámara digital y Mp3, y la pantalla plasma que seguramente tu vecino consumista se comprará cuando empiece el Mundial de Sudáfrica, así no le alcance su vida para terminar de pagar las cuotas del círculo del cero kilómetro.

Y se hizo una lucecita

No sé por qué pasa a veces que algo te sale de adentro que sabés que es la verdad y que te conecta con lo mejor de la historia de nuestra humanidad, de nuestra familia y hasta te diría, de nuestra Mendoza querida. Son esas lucecitas que no sé bien si vienen del alma o de la razón, pero que caen de maduro en una determinada situación, para que en medio de la humareda negra la recojas del piso, con una "pila de vida", como dice el primer disco de Turf.

Te lo digo así, de una:

"Cada vez que hablés, lo que digas sirva para unir y no para separar"

Paso siguiente:

"Cada vez que pienses, lo que se te venga a la cabeza sea una idea que sirva para unir y no para separar".

Último paso:

"Cada vez que hagas algo, lo que hagas sea una acción que genere una unión y no una separación, o conflicto".

No sé cómo, pero esta idea fulminó la bronca y el odio que venía sintiendo desde que supe lo de la abuelita baleada en Godoy Cruz y lo del periodista español en Gaza.

Gandhi triunfó con su "no" al ojo x ojo, diente x diente (ojo por ojo te deja ciego, amigo).

No creo que me resulte fácil poner en práctica estas tres ideas. Espero no tropezar varias veces. El mundo no ayuda. Pero tengo la sensación de que esta respuesta difícil al menos y al cabo termina siendo lo más importante: una respuesta que ahoga el vacío.

lunes, 5 de enero de 2009

¿Por qué cuando nos juntamos hay comida para alimentar a toda la barra brava de Boca?

Como dice Diana Antúnez en su excelente blog, Mujer tenías que ser, el título de este blog sin los signos interrogantes expresa lo que ocurre en muchos lugares de encuentros mendocinos. ¿Por qué sucede ésto?

Algunas razones son:

Yo como, pero que no se note. Marta corta todo el Mantecol. Inés mete dos bolsas enteras de garrapiñadas en dos bols. Jimena fracciona dos panes dulces y lo sirve en tres platos. Son tresparejas. Hace una hora y media, todos brindaron por el año nuevo con sus respectivas familias. ¿Para qué tanta comida?, le preguntó Deolinda a Marta. "Yo no comí", fue la respuesta seca de esta última. Al final, nadie comió mantecol y pan dulce. Sólo dos Fresa Fizz (para cumplir el rito del brindis). Nada más. Todos llegamos a la casa de Inés con la panza llena. No creo que esta experiencia vivida en la madrugada del 1 de enero sólo haya sucedido en la casa de Inés. 

Un psicólogo sincero diría que efectivamente Marta quizá comió bastante más. El negocio redondo fue que "me morfé todo y nadie se dio cuenta".  ¿Cuántas personas en Mendoza llenan los platos de comida para hacer ésto?

"Fue un bodrio...porque no había comida". Mi suegra, que se crió en Montecomán, una vez me dijo que un cumpleaños es malo cuando no hay comida. Quizá en épocas de vacas piponas este duro dictamen se justificaba. Pero la realidad es que pareciera que las vacas flacas aún no saben que pueden disimular una crisis de época si se alimentaran en algún cumpleaños, fiesta de quince, casamiento u otra reunión familiar. Esta es la verdad: siempre hay comida (como dice Diana, para alimentar a toda la barra brava de Boca). Pero el dictamen de la suegra viene de hace muchos años y puede que aún prevalezca en nuestro ADN el miedo a fracasar por no poner los alimentos que excedan una orgía romana sobre las mesas.

Status morfi. Podés estar en ruina y "endeudado hasta el poto"(como decimos acá), pero si llenás la mesa de papas fritas, empanadas interminables y sanguchitos fashion envueltos from panadería o rotisería 9 de Julio, hasta los más íntimos que están haciendo una vaquita para cancelar tu deuda externa por un lapsus de tiempo creerán que la estás pasando tan de maravilla que el próximo cumpleaños de tu hijo lo vas a celebrar en Disney World, así sea con los dos mangos que gane tu mujer como vendedora debutante de Mary Kay. ¿Cuál es la fórmula para disimular el mal estatus social y económico que vivís? Una sonrisa exitosa + la mesa llena de comida hasta el infinito.

Todos traen y todo sobra. Quizá los mendocinos llenamos la mesa de comida porque, como dijo José Luis Verderico, jefe de noticias de UNO, "todos traen comida para todos" cuando tendría que ser para cada uno. Sencillo y directo. Si en casa somos dos, ¿por qué hago comida para 25? Si esta pregunta la formulan los 25 invitados, saquemos la cuenta: 25 x 25 =  625. Es decir que lo que tendría que ser para 25 personas termina siendo para 625. Pasa.

"Tenés que comer porque estás muy flaco". En algunas reuniones familiares o cumpleaños pipones pasa que aparece una tía que sólo hablaste con ella cuando diste la primera comunión. Al encontrártela, ella parece saber mucho más de vos, de lo que vos mismo creías. Es que ella anteriormente pasó horas y horas repasando tu vida (¡sin que vos supieras!) con alguna otra tía que quizá tampoco te conoce, pero sí a tu mamá o tu abuela. Entonces, en la reunión familiar ella irrumpe como si vos le hubieras pagado una consulta médica y sin términos medios te dice: "seguís siendo igual a tu papá, pero estás muy flaco y sos muy buen mozo. ¿No te querés servir estos sanguchitos deliciosos que hizo la tía Dora? ¡Ay, qué flaco estás! ¡Tenés que estar muy fuerte para que una buena chica se fije en vos!.

Así, uno termina cediendo y esa tía, a quien no volverás a ver en los próximos 200 años, habrá logrado su cometido de hacer "una obra de bien" por el bien de la familia, así tu peso exceda los 15 kilogramos fuerza.

Comer es la única alegría. Así como siempre aparece una tía o tía abuela con la receta en la mano para que retires gratis ocho empanadas de la mesa, también con estas personas sucede algo extraño: no importa que tu vida merezca un diálogo para buscar consejo o para ponerse al día con la amistad o parentesco. Si el mundo ya se te vino abajo, ella estará muy convencida de que probando la pizza muzzarella cortada en cuadraditos y con trozitos de salchichas todo lo que sucede en tu vida se minimiza al punto de convertirse en algo insignificante. 

Si estudiaste un posgrado y acabás de conseguir un trabajo importante o si lograste un reconocimiento en algo, no esperés que ella se sienta felíz por ello. Mejor probá esa muzzarella cuadriculada con salchichitas y tuco, y para ella te habrás recibido el primer premio en Hardvard. 

De no lugar a lugar. Una reunión familiar puede ser tan grande y con tantos invitados extrasanguíneos que puede dispersar al punto de que cada uno está en la suya. ¿Cómo lograr que esa megareunión se transforme en una ceremonia más íntima? Paso nº 1: poner una mesa circular medianamente grande en el centro del patio. Paso nº 2: servir allí la comida más cara (si es canapé, te ganaste la noche) y que ese lugar sea un ciclón de mozos llevando bandejas interminables de empanadas infinitas. 

Resultado final 1: se acabó la dispersión. Todos a una mesa. Resultado final 2: algunos de los organizadores estará diciendo "¿viste? todo está saliendo bien" = éxitos. Si uno de los invitados fuera Marc Augé diría que esa reunión, gracias a la mesa circular pipona, empieza a echar raíces de identidad, típico de "un sí lugar".

Anzuelo servido. Muchas mujeres "al borde de", en su función de madres omnipotentes, necesitan probar la masculinidad de sus varoncitos en edad de casarse. Nada mejor que llenar la mesa de todos los comestibles atractivos posibles y decirle a su mocosito: "andá, hay una chica allí que la veo muy bien para vos". Él va. Pero no va al encuentro de ella. Porque si ella está comiendo es porque hay una sola cosa rica para comer allí. No hay lugar para dos (cosas ricas, se entiende). "¿Viste? ¿Qué linda pareja harían, no?", le comenta la madre a la tía lejana que de repente volvió a aparecer. Si ella aprueba el juicio crítico de la mamá del joven no es por lo que dijo en sí, sino porque vio cómo el muchacho se bajaba dos shushis y un vino blanco en cinco segundos.

Pero hay casos en que esa mesa pipona termina siendo la barra del boliche y del encuentro entre esa parejita que cuando apenas se saludan, sus madres -con largavistas en mano y ocultas en la parte trasera de un sillón- empiezan a armar la lista de casamiento.

Chocotest. Cualquier organizador de una reunión familiar teme que sus invitados no tengan un buen recuerdo de lo que hizo. Así que buscan cualquier método que evalúe si todo está saliendo bien. Así como en la reproducción humana existen métodos naturales y métodos artificiales, lo mismo sucede en las reuniones familiares. Y el método natural más barato y exitoso es el "chocotest": 

La realidad es que cuando casi no hay morfi, el choco se queda durmiendo en la cucha: allí el chocotest da negativo. Pero si sobra el morfi, lo vas a  ver al choco dando vueltas permanentemente bajo la mesa y moviendo la cola: resultado positivo. 

Hay que valorar la sinceridad del choco: lo único que quiere es morfar, nada más.

Factor integrador. A veces pasa que tenés que ir al cumpleaños de una amiga de tu mujer y no querés saber nada. O al de esa tía que te va a pedir que te comás todo y tampoco querés aparecer. 

"Mi amor, por lo menos va a haber mucho de comer".

Y con eso ya te convencieron.

Ma qué cumpleaños o reunión: vamos a morfar. Sucede cuando la tribu que uno tiene a su cargo es grande. Esta noche nadie quiere cocinar. Ya fuimos al Blockbuster y la película está en la pieza. Que los chicos aprovechen el cumpleaños para cenar. Y ellos cenan con gusto. Volvemos a casa y ni pasamos por la cocina. Ponemos el DVD. Chau y hasta mañana.